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La historia no absolverá a los gobernantes yanquis

Sobre la memoria de los gobernantes yanquis pesarán siempre los 58,318 soldados muertos en Vietnam, y los 2,300 fallecidos en Afganistán, según cifras brindadas por Washington, en su política de guerras imperiales a lo largo de la historia.

Y lo triste para Nuestra América es que muchos de los soldados de Estados Unidos caídos en las guerras de rapiña del Imperio, son de origen latinoamericano, llevados a esos conflictos armados como carne de cañón, según el decir del patriota boricua Pedro Albizu Campos, quien fue víctima él también de las crueldades de Washington, que mantiene el dominio colonial sobre Puerto Rico.

Pesarán también las decenas de miles de vidas de inmigrantes latinoamericanos, muertos en los últimos años en la frontera de México o en las aguas del Caribe, tratando de llegar al supuesto “paraíso yanqui”, producto vendido al mundo por la gran prensa de los Estados Unidos y muchas de las redes sociales que ahora controlan las grandes empresas estadounidenses.

Hablan del incremento de salidas ilegales de Cuba en el último año, sin mencionar el incumplimiento por Washington de los Acuerdos Migratorios firmados con Cuba, y el cierre hace cuatro años, durante la administración Trump del Consulado de la Embajada en La Habana con el pretexto de “ataques sónicos” sufrido por su personal.

Tampoco menciona la prensa de Miami, controlada en su gran mayoría por magnates de extrema derecha, que la administración de Donald Trump aprobó 240 medidas para intensificar el bloqueo económico, comercial y financiero, que al sumar las seis décadas, se ha convertido en el más antiguo del mundo.

El cinismo de la política exterior yanqui, es enorme. Y ocho meses después de haber iniciado su mandato la administración de Biden, no solamente se mantienen vigentes las perversas medidas tomadas por Trump, sino que se han ampliado, tal vez por la presión y el compromiso con las mafias anexionistas y anticubanas que tienen presencia en el Congreso de los Estados Unidos, y son las que hasta ahora dictan la política de Washington hacia Cuba.

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, acordado en 2014 por los ex presidentes Raúl Castro y Barack Obama, y que parecía marcar un proceso hacia la normalización en los vínculos entre los dos países, fue liquidado por Donald Trump, y los cubanos que desean por cualquier razón visitar a Estados Unidos deben viajar a terceros países para solicitar el visado, que puede o no ser concedido, como ocurrió recientemente al equipo de fútbol de Cuba que se proponía y no pudo participar en un torneo de ese deporte que finalmente, y sin la presencia cubana, se realizó en el estado de La Florida.

Por otra parte Cuba es el único país del mundo al que los viajeros estadounidenses no pueden libremente visitar. Están suspendidas las remesas hacia Cuba, también las escalas de los Cruceros en puertos cubanos, así como los viajes de aerolíneas yanquis a las provincias cubanas.

Y todo esto en medio de una pandemia que en el caso de Cuba ha limitado, además, el turismo, que era una de las fuentes principales de su economía.

Lejos de una política normal hacia una pequeña nación vecina, desde Washington se alienta y financia, también, la subversión interna con el propósito de liquidar las conquistas de la Revolución. Se actúa para hacer más difícil la batalla cubana contra la pandemia, y no se quiere reconocer que es Cuba el único país de América Latina y el Caribe que ha logrado producir sus propias vacunas contra la Covid-19.

Esta conducta imperialista hacia Cuba me recuerda la frase de José Martí: Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y también la de Simón Bolívar: Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar de miserias a la América en nombre de la libertad”.

La historia no absolverá a los gobernantes yanquis.

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