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Una mujer de armas y letras

La mayoría de los conocimientos que tenemos sobre Magdalena Peñarredonda Doley llegan a través de las investigaciones realizadas por la ariguanabense Ana Núñez Machín, en las que afirma que “convirtió su casa de La Habana en reconocido centro de tertulias literarias y políticas a las que asistieron figuras como Enrique José Varona, Manuel Sanguily y Julián del Casal. Los encuentros también sirvieron para la conspiración revolucionaria contra las autoridades españolas”.

Núñez Machín agrega que en 1888 fue procesada debido a la redacción de un artículo en El Criollo por el asesinato de su hermano Federico. Debido a ese escrito, fue exiliada hacia Estados Unidos por rebeldía política bajo la causa 294. Allí conoció a José Martí, informado de su prolífica labor conspirativa, e inmediatamente simpatizan. Él le obsequió un volumen de Versos Sencillos, en cuya dedicatoria escribió: “A la Sra. Magdalena Peñarredonda, modelo de paciencia y de patriotismo. Su amigo respetuoso, José Martí.”

“Fue nombrada al inicio de la Guerra del 95 como Delegada del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en Pinar del Río y formó parte de la directiva de la Junta Patriótica Nacional en su fundación. En ambos casos, fue la única mujer que desempeñó tal responsabilidad. Coordinadora de acciones encaminadas a apoyar al Ejército Libertador se desempeñó como el principal enlace entre Antonio Maceo y Tomás Estrada Palma, delegado del PRC”, comentó Abdel Moré, profesor de Historia en el Instituto Preuniversitario Urbano de Güira de Melena.

El profesor Moré agregó que dada la intensidad de su labor, nuevamente fue procesada “por auxiliar a los rebeldes” e ingresó en la Cárcel Nacional de La Habana el 4 de abril de 1898, donde permaneció hasta el primero de octubre del propio año. Durante ese tiempo defendió los derechos de las mujeres reclusas y fue requerida por las autoridades carcelarias. Como cronista fiel, denunció públicamente la política criminal de Reconcentración de Valeriano Weyler.

“Era una acérrima opositora de la intervención norteamericana de 1898, denunció abiertamente las ambiciones de los círculos de poder de los EEUU con respecto a Cuba. Desde la prensa artemiseña y habanera se opuso a la Enmienda Platt. Al culminar la guerra fue ascendida al grado de Comandante del Ejército Libertador, máximo grado militar alcanzado por una mujer”, afirmó Núñez Machín.

Detalles aportados por profesores de Historia de la Universidad de La Habana evidencian que se opuso a la segunda intervención norteamericana en 1906, a la masacre de los Independientes de Color en 1912 y a la dictadura de Gerardo Machado. En su hogar y espíritu encontraron asilo los jóvenes de la Universidad Popular José Martí, los intelectuales de Falange de Acción Cubana, del Grupo Minorista, los combatientes del Movimiento de Veteranos y Patriotas, las mujeres que en 1923 organizaron su primer congreso nacional, así como dirigentes de sindicatos obreros.

Nacida en una finca de Quiebrahacha, Mariel, antigua provincia de Pinar del Río, el 22 de julio de 1846, murió el 6 de septiembre de 1937 en la casa 46 de la Calle Yara, Artemisa, dueña de valiosas prendas que simbolizan el espíritu de lucha del Sexto Cuerpo de Ejército Libertador en Vueltabajo y que le fueron entregadas por sus valiosos servicios: un pedazo de la camiseta con que dieron sepultura al Titán de Bronce y un fragmento de madera perteneciente al bote en el que Maceo cruzó la bahía de Mariel burlando la Trocha de Mariel a Majana.

Pluma en mano

Jorge Domingo Cuadriello, investigador del Instituto de Literatura y Lingüística “José Antonio Portuondo Valdor”, refiere que no se ha realizado en el Instituto alguna investigación dedicada a su obra, sino que este trabajo ha quedado relegado a los investigadores provinciales, debido al desconocimiento que hay acerca de la figura de Magdalena.

Agrega que existen muy pocos libros que hablen de su faceta periodística y entre ellos están: la Enciclopedia Cuba en la mano y Mujeres en el Periodismo Cubano, de Ana Núñez Machín. Mientras que la Enciclopedia solo refiere que “pasada la guerra se dedicó al periodismo”, el libro de Núñez Machín (Editorial Oriente, 1989) dedica todo un capítulo a su faceta de periodista.

Debido a la discriminación de género durante la época en la que vivió, estuvo obligada a escribir –y luchar-, con varios seudónimos: la Delegada de Vueltabajo, Doley, Constancia, Maine, Benito Gómez y Máximo Juárez, entre otros. Destacan los dos últimos, pues expresan su admiración por el Benemérito de América y el Generalísimo, según refiere Ana Núnez. Colabora, escribe y edita varias revistas como Revista del Cubano Libre, La Nación, Pluma Libre (Artemisa), La Noche, El Triunfo y El sufragista, la cual dirigió, entre otras.

En entrevista con Núñez Machín quedó aclarado que luego de acabada la guerra se dedica por completo a luchar desde la palabra impresa. Escribía con naturalidad y soltura, donde no sobraban palabras y cada idea era perfectamente entendible. Procuraba que sus trabajos aparecieran sin erratas y eso le trajo más de una discusión con los linotipistas. Su estilo directo y punzante, su voz adolorida y rebelde, fueron un alerta para las conciencias.

Agrega que utilizó su oficio como tribuna. Su militancia revolucionaria la convirtieron en la más renombrada y polémica mujer periodista, no sólo en la prensa de Artemisa, sino también en la capital del país. Sus escritos defendieron, particularmente, los derechos de la patria y de la mujer. En este sentido destacó su trabajo “Epidemia mortal”.

Olvidada en la Historia

Un sondeo entre estudiantes universitarios de Historia, Periodismo y Letras, de la Universidad de La Habana, muestra que es desconocida, incluso en su faceta revolucionaria. Los profesores de estas tres carreras argumentan su no estudio a que no es posible asumir a todos los personajes de la historia. Cabría añadir aquí que Enrique José Varona dijo de ella: “Todo lo que de usted proviene en relación con nuestros asuntos políticos, merece seria atención. Su historia patriótica nos lo impone”.

Los libros de historia utilizados en la Enseñanza Media y el de Historia de Cuba 1492–1898 (Editorial Pueblo y Educación, 2001) la mencionan fugazmente entre las mujeres que se incorporaron a la Guerra de 1895, pero no dan ni un dato más acerca de su persona.

Estudiantes pinareños y artemiseños de nivel universitario no la reconocen ni siquiera por su labor revolucionaria en la región. Existen excepciones, pero son los que la han estudiado por propia voluntad y no por recomendación o mención por parte de los profesores.

Pocos estudios recogen la vida de la patriota. El más reciente es llevado a cabo por Edel Mayol Bersach, director municipal del Museo de Historia de Mariel y presidente de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba del municipio, junto a Berta Martínez, investigadora artemiseña.

“Comenzamos este minucioso estudio acerca de la vida de Peñarredonda hace unos años”, cuenta Mayol. También comenta que los fondos documentales utilizados son algunos artículos del Archivo Nacional y publicaciones originales halladas en la basura, por la profesora Martínez.

“El proyecto ha comenzado a develar en profundidad todas las facetas de la vida de Magdalena. Algunos de los errores descubiertos podrían ser la equivocación al ser mencionada en el libro de texto de 9no grado cuando su apellido es cambiado”, agrega.

Un dato: al organizarse la nueva provincia de Artemisa en 2011, Magdalena Peñarredonda no fue seleccionada como Patriota Insignia del territorio al ser elegido Ciro Redondo.

No es difícil comprender por qué no fue nombrada con dicho título. Ciro Redondo se encuentra más cercano en el tiempo, es más conocido, e incluso, aún viven personas que pueden hablar de él, aunque no queda duda que la obra de Peñarrodonda es mayor, debido a que vivió más tiempo.

Dentro de las causas del desconocimiento de la figura destaca una: la discriminación a la que estuvo sometida. Por ese motivo, la mayoría de los documentos que componen su obra no fueron conservados adecuadamente. Esto impide que en la actualidad sea posible un estudio muy profundo debido a la falta de bibliografía.

Mientras, solo queda la esperanza que de que no pase al olvido, sino que encuentre en este trabajo un modesto rescate de la revolucionaria y periodista que fue. Conocerla en todas sus facetas será el máximo homenaje que pueda tener.

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