Dos siglos de periodismo en Cuba

Los pregoneros

“¡Última hora!, ¡Última hora! Interrumpimos nuestra programación para informarles que al amanecer de hoy, 10 de julio, están desembarcando desde dos naves frente a La Punta decenas de corsarios que armados de arcabuces atacan a nuestros pobladores. El vigía de la atalaya del Morro dio la alarma sobre la presencia de los dos navíos con bandera francesa. Seguiremos informando…”.

Si la radio y la televisión hubiesen existido en 1535 quizás de tal manera hubiesen dado las primeras noticias sobre el desembarco, ataque y destrucción de La Habana por más de doscientos corsarios franceses encabezados por Jacques de Sores.

Pero la realidad era otra. No existía ninguno de esos medios de comunicación en la entonces primitiva San Cristóbal de La Habana, villa fundada unos pocos años antes (1519) junto a un puerto de excelentes condiciones naturales, capaz de recibir los vinos, la harina, la pólvora y las noticias, pero, sobre todo, dar seguridad y adecuado servicio a las flotas que empezaban a cubrir el trayecto entre España y las Indias. La Habana nació regida por el mar y en virtud de la estrategia colonial para garantizar el tránsito de las flotas llenas de oro, plata y otros minerales que se dirigían de Centro y Sudamérica hacia España, y, a la inversa, con cargas de muchos y variados productos fácilmente vendibles.

La ausencia de los medios de comunicación que siglos después se abrieron paso no impidió la transmisión de noticias de hechos como el protagonizado por Jacques de Sores, y de muchos otros que acontecieron en aquellos años de inicio de la colonización española en Cuba.

La utilización de los pregoneros fue durante los dos primeros siglos de la colonia (XVI y XVII) una de las formas más frecuentes de transmisión de informaciones. Según el diccionario, “pregón es la promulgación de una cosa en voz alta y en lugares públicos para que todos los sepan”. Los pregoneros son, pues, los antecesores del periodista, puesto que proporcionaban noticias y lo hacían en forma deliberada, haciendo de ello un oficio. El pregón o papel ambulante fue muy popular en Cuba y en otros territorios colonizados por España. Cuando las noticias o disposiciones emanaban del cabildo esta institución era la que pagaba los honorarios del noticiero oral (pregonero); cuando las autoridades eclesiásticas dictaban una pastoral, esta no solo era leída en las iglesias, sino que los pregoneros se encargaban de su mayor difusión; cuando se trataba de cualquier interés particular —entierros, misas, bodas, bautizos y festejos—, el cliente tenía que pagar lo estipulado, según su solvencia.

Los originales de los Cabildos de San Cristóbal de La Habana de 1519 a 1549 se perdieron o destruyeron como consecuencia de los asaltos e incendios por parte de los piratas franceses. Esa importante fuente documental de La Habana se salvó cuando miles de legajos, desde mediados de 1550 hasta fines de 1898, año en que finaliza la dominación española, fueron recuperados por el periodista e investigador Emilio Roig de Leuchsenring —ello ocurrió a partir de 1927—, quien los agrupó en 286 libros. Bajo el título Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana se publicaron tres tomos con una selección parcial y cronológica de esos documentos.

En esos cabildos salvados de La Habana, en la villa fuertemente fortificada que renació a partir de 1550, es decir, quince años después del ataque de Jacques de Sores, hay constancia frecuente de la importancia que el regidor y otras autoridades concedían al pregón y a los pregoneros como medios de comunicación con los pobladores “para que éstos no fuesen ignorantes”.

Algunos ejemplos:

Cabildo de agosto 22 de 1550:

Ordena a los taberneros no vender ni dar vino a negros e indios guanapos esclavos, y establece las penas de cárcel y azotes para quien incurra en violaciones de la medida. También establece la prohibición de que tengan armas ofensivas y defensivas, excepto los machetes que usen para las labores agrícolas. Si riñesen entre sí y emplearan armas, además de la cárcel, la ordenanza dispone que le sea clavada la mano derecha Todo esto, dice finalmente la ordenanza, se debe pregonar para que sea de conocimiento de todos los pobladores de la villa.

Cabildo del 12 de septiembre de 1550:

Ordena pregonar que ningún negro puede cortar árboles de cedro o caoba para hacer bateas y lebrillos u otras obras de poca calidad so pena de diez días de prisión y 300 azotes. Si lo hace orientado por su amo, éste deberá pagar al fisco veinte pesos de oro, la mitad para su Majestad y la otra mitad para las obras públicas de la villa.

No pocas veces la propia ordenanza del Cabildo disponía qué pregonero la debía leer en la plaza pública. La de los cortes de árboles de cedro o caoba debía ser dicha por voz de Antón Hernández. En otros cabildos se indica que el pregonero fuese Bartolomé Fernández, quien posee un timbre de voz alta. El pregonero, en ocasiones, ocupaba otras responsabilidades. Así, Baltasar Rodríguez, como lo señala un Cabildo de 1574, era “pregonero y portero de esta villa”.

Aparte de la fuente de información que era El Cabildo, que se reunía semanalmente, daban noticias a los pobladores de La Habana la Iglesia y los tribunales. En todas las puertas de las iglesias, por ejemplo, se colocaban decretos de excomunión de personas para conocimiento de todos los feligreses.

En 1736, La Habana fue conmovida por un juicio contra un negro esclavo, traído desde Martinica. Se llamaba Miguel, quien le prendió fuego a la vivienda y al cañaveral de su amo, el contador Juan de la Barrera. Fue condenado a pena de muerte atado a un palo y por medio de armas de fuego. Y se dispuso por el tribunal que lo juzgó que al lugar en que fuese ejecutado lo acompañase un pregonero “que publique el delito”. Y así lo hizo, y dijo el pregonero: “Esta es la justicia que manda hacer el Rey, Nuestro Señor, y en su nombre el Sr. Capitán D. Antonio Barreras, Alcalde mayor provincial de la ciudad de La Habana y su jurisdicción… a este hombre por haber faltado el respeto y temor de Dios, de la justicia y de su amo, quemando las casas de la morada de su amo, y uno de los cañaverales principales de este ingenio (el San Hipólito, ubicado a dos leguas de Guanabacoa) que tal hizo, que tal pague…”.

Muchos de los pregoneros tenían como actividad principal la agricultura en las proximidades de La Habana, y a la vez recibían paga de las autoridades españolas si les hacían llegar avisos sobre la aparición de embarcaciones de corsarios y piratas.

Otros ejemplos de constancia de actuación del pregonero:

Cabildo del 19 de junio de 1551:

Ordena pregonar públicamente que ningún negro o negra de que andan a jornal o se alquilan puede vender cangrejos, naranjas, plátanos y frutas. Quien lo hiciese incurrirá en pena de 300 azotes que le serán dados públicamente y diez días de cárcel con cepo y cadena. También este Cabildo establece que ningún vecino de la villa o estante, es decir que procede de otra villa o jurisdicción fuera de La Habana, puede vender tasajo a un precio superior a un peso por arroba.

Cabildo del 8 de febrero de 1556:

Prohíbe que negros (esclavos y libertos) vendan cargas de casabe “ni poca ni mucha cantidad”. Si fuese esclavo, se le darán cien azotes atado a la ceiba de la plaza. Si fuere esclavo libre, pena de diez pesos de oro a él y a la persona que le comprara dicho pan. Se dispone que este cabildo se pregone el 12 de febrero en la plaza pública por el pregonero Francisco, negro.

La Iglesia influía poderosamente en el contenido de algunos cabildos, como el emitido el 12 de junio de 1567, el cual decía que “por cuanto hay mucho desorden los Domingos y fiestas, las tabernas y bodegones no deben dar de comer y vender vino antes de la misa mayor”, y ordenaba pregonar públicamente que de aquí en adelante ningún tabernero o bodeguero venda vino a ninguna persona hasta ser dicha y acabada la misa mayor.

Cuando había elecciones para alcalde o procurador, el pregonero debía convocar a todos los vecinos de la villa. El 3 de enero de 1574, por ejemplo, el pregonero Juan Martín “pregonó en las cuatro calles de esta villa con alta e inteligibles voces que todos los vecinos al sonar la campana se juntasen en la Casa del Cabildo para hacer elección del procurador”.

La leyenda dice que, si alguien pagaba menos de lo usual, el pregonero ahorraba sus facultades. Algunos pregoneros llevaban consigo enormes cartelones donde subrayaban lo más importante de la información transmitida oralmente. En alarde de voz y elocuencia rivalizaron los pregoneros. Los cierto es que el pregonero y el sereno fueron figuras emblemáticas de nuestra antigüedad. Eran esperados cada día y cada noche con ansiedad. El grito del sereno, guardia armado de una pistola, un farol y un silbato que recorría tan pronto caía la noche las calles habaneras para impedir las acciones de la delincuencia, y el último aviso del pregonero fueron centro de la atención pública durante muchas décadas de nuestra vida colonial.

Imagen de portada: Diseño de Sophie Torres Quintana. Ilustración de Isis de Lázaro.

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Juan Marrero
Fue un destacado periodista cubano. Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida 2003. Desarrolló una larga trayectoria en Prensa Latina, periódico Granma y en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). La Habana, 1935-2016.

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