Elson Concepción y Ricardo Ronquillo
COLUMNISTAS

La UPEC en sus 60 años: el valor de una medalla

Pensé en titular esta crónica con algo referido al agradecimiento que siento por la Unión de Periodistas de Cuba, por haberme acogido en su seno, cuando daba mis primeros tropiezos en esta profesión, allá en el querido Holguín, como reportero del diario Ahora.

Constaté por estos días, en un acto por la fecha de nacimiento de esta valiosa organización, que otro tanto expresan los cientos de colegas contemporáneos o incorporados a la misma en el devenir del tiempo.

Una representación de todos, nos dimos cita en la Casa de la Prensa, en 23 e I, a la que hemos acudido tantas veces, asistimos a tantos cursos, seminarios o talleres, disfrutamos de aquellas tan necesarias festividades, cuando la situación económica del país y de los periodistas permitía que celebrásemos, un 15 de julio o el 8 de septiembre, Día Internacional del Periodista, entre colegas y familias.

El salario de un periodista entonces, no era alto nunca lo ha sido, pero con el mismo se podían adquirir muchas cosas de las que hoy nos limitamos, o no asistimos a actividades que, debido a los altos precios, desgraciadamente están desapareciendo.
Sea medalla, moneda como en este caso, distinción, estatuilla, réplica de un machete que es historia, Premio Nacional de Periodismo, diploma u otro tipo de reconocimiento, son para mí símbolos de agradecimiento eterno a quienes lo han conferido y compromiso para los que lo hemos recibido.

Quizás por ello, opté por el título con el que comienzo estas líneas, porque, en realidad, siempre he pensado que las medallas y otras condecoraciones, tienen su mayor valor, no en las palabras que se dicen para calificar al condecorado, sino en el que uno le otorgue, como bien personal íntimo y a la vez público.

En tal caso es a la organización de los periodistas cubanos y su dirección actual, como a las anteriores, a quienes damos la más alta congratulación, por haber servido de escuela y haber contribuido a la formación no solo como periodistas, sino como personas de bien. En mi caso, de ella solo guardo recuerdos memorables.

Confieso que cuando los compañeros de la dirección de la UPEC me informaron e invitaron a un acto sencillo realizado por estos días cercanos al 60 aniversario, mis primeros recuerdos viajaron hasta el lugar donde descansan los restos de mi hermano Eloy, periodista también, fiel colaborador de esta organización, quien no solo me enseñó la profesión, sino que hizo del periodismo un ejercicio transparente, analítico, crítico, siempre ético y revolucionario.

También vinieron a mi mente, Ernesto Vera, Julio García Luis, Antonio Moltó, Juan Marrero, Jorge López, Jacinto Granda, Jorge Enrique Mendoza, Rolando Castillo, Cuqui Pavón y otros muchos nombres, que constituyen referencias obligadas de mi paso por el diario Ahora de Holguín, el Sierra Maestra de Santiago de Cuba, Juventud Rebelde, Granma y la propia presidencia de la UPEC.

Se trata de servir a una profesión que se convierte en adicción buena, no solo por algún que otro acierto que puedas tener, sino también por esa especie de masoquismo que llegamos a padecer quienes la ejercemos y tropezamos una o muchas veces con incomprensiones, ya sean en el propio medio, o en las llamadas fuentes que luego se apoderan de lo que creen como la única verdad.

Fue un 15 de julio, en 1963, el nacimiento de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Y desde su parto mismo hasta nuestros días, nadie lo puede olvidar ha sido y es, una organización y un gremio, involucrados totalmente con el proceso de transformaciones revolucionarias que, en forma de proyecto, con aciertos y desaciertos, nos tiene como soldados de vanguardia y profesionales comprometidos.

Hemos tenido el gran privilegio de que, durante toda su vida tras el triunfo de la Revolución, ha sido el periodista Fidel Castro, el conductor mayor, el crítico más agudo, el ejemplo hoy presente en todo lo hecho y en lo que aún queda por hacer.

Lo recordamos en cada Congreso de la UPEC, en cada Pleno y en otras reuniones con periodistas, en los que se involucraba completamente, preguntaba de todo, cuestionaba y hasta nos invitaba a formar parte de los tantos proyectos que el líder concebía en los más disímiles frentes de trabajo.

Seis décadas son años suficientes para evaluar a una organización que en cada momento de su vida, ha conducido el proceso de integración y fortalecimiento del gremio, la preparación cultural, profesional y política de sus integrantes, la selección de los que marcharon al combate a tierras africanas, o a reportar la presencia solidaria de Cuba en decenas y decenas de países, afectados por terremotos, ciclones, epidemias, y también los que, con su presencia, formaron parte de instituciones profesionales como la FELAP, en América Latina y la OIP, radicada en Europa, pero con alcance mundial.

En ambas organizaciones internacionales estuvo la representación cubana, el trabajo de profesionales, la contribución a la unión de los periodistas en torno a objetivos mayores, donde la prensa se identificaba con la lucha por un nuevo orden mundial de la información, así como con los procesos de formación en institutos y universidades, que han sido eslabones de gran valía para los integrantes del gremio.

Hoy, cuando la guerra comunicacional acompaña a la de las armas, donde predominan en ese objetivo las mentiras o llamadas o fake news, la labor del periodista cubano bajo la dirección de la UPEC, hace más necesario actualizar y renovar el compromiso ético y profesional, de nunca abandonar la trinchera y solo salir de ella cuando hayamos vencido y lo hagamos como victoriosos soldados de la Patria.

Hoy se nos hace una guerra mediática desde los mayores centros de poder y de odio contra Cuba, donde el dinero tiene más valor que las vidas humanas que puedan perderse por falta de un medicamento o un ventilador pulmonar.

Para los gobiernos de Estados Unidos, la llamada «Doctrina Monroe» existe y están dispuestos a aplicarla en toda su magnitud colonialista e intervencionista.

Si algo faltaba en aquellos momentos en que pretendían apoderarse de Cuba y hacer de América Latina su traspatio, eran los mercenarios internos y externos que tienen hoy y que pagan sin reparo de cantidad de dólares, para que sirvan al imperio en su guerra contra nuestros países.

En estos tiempos nuestra UPEC es más imprescindible, y es cuando los profesionales, jóvenes fundamentalmente, más la necesitan en su tránsito de la academia al medio de prensa y de éste al enfrentamiento diario con la vida, que nos puede deparar alegrías y angustias, pero donde la única opción posible es defender la Revolución, que es defender la Patria.

La verdad es nuestra principal arma de combate, y por muchos inconvenientes que pueda tener el ser consecuentes, es la más preciada bandera de combate para cada profesional de la prensa cubana y es, a la vez, la mayor enseñanza de la UPEC en estas seis décadas de vida.

Por eso, permítaseme dedicar la moneda conmemorativa que nos entregaron, a la organización que nos ha conducido hasta aquí y seguirá haciéndolo en el futuro. Y en ella, a quienes como consecuente continuidad siguen aportando y apostando, a favor del legado de Ernesto Vera, Julio García, Tubal Páez, Antonio Moltó. Me refiero a Ricardo Ronquillo y su tropa actual, comprometidos con la UPEC, su presente, su futuro y con la Revolución.

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Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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