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Frank Guiral: Más de medio siglo de amistad y periodismo

Aún no logro apaciguar mi ánimo ante el conocimiento de su desaparición física, casi inadvertida para muchos de los que sabíamos de su histórica sapiencia y amabilidad, de su permanente disposición de colaborar en todo lo que estuviera a su alcance. Solo la víspera, las redes sociales me trajeron la infausta noticia. Alguien le dijo a otro y este a alguien mas y yo me sumé ayer, como eslabón o eco repetitivo, a una cadena imprecisa. El hecho de esta muerte es de lamentar por partida doble.

Nos conocimos en los pasillos, trabajos voluntarios y asambleas de Prensa Latina, hace más de 50 años, cuando comenzaba yo como auxiliar de redacción en la zona de África y él ya tenía algún tiempo trabajando en el Panorama Económico Latinoamericano, tras estar entre los fundadores en labores muy humildes.

Como a ambos nos gustaba el ajedrez, entre otros deportes que ya no practicábamos, tablero por medio nos acercamos e integramos un grupo de entusiastas a los trebejos en los que destacaba, junto con él, Ricardo “El gago” Agacino, jefe del equipo que atendía deportes en la redacción central de 23 y N, otro buena gente y gran profesional hoy desconocido por las nuevas generaciones, como es el caso de tantos otros.

Allí estaban también notables como alguien con nombre mal puesto, Severo Nieto, porque debían de haberle bautizado como Amable, o Elmer Rodríguez, quien con el tiempo llegó a ser uno de mis guías profesionales. También fueron sus compañeros de entonces la dinámica Ana María Luján, de quien aún me precio contar con su amistad, y mi tocayo Pepe Aguilar.

La afinidad de Frank con estos colegas mayores en edad y experiencia y su amor al deporte lo llevó a pasar a aquella redacción de dinámicos redactores, no sólo atendiendo ajedrez, del cual tenía categoría oficial (experto provincial, según recuerdo). Importante fue su papel en la participación de Bobby Fischer en un Capablanca in Memoriam a distancia, a través del teletipo de Prensa Latina en la oficina en la ONU (ya el gobierno estadounidense había clausurado la que tenía en la capital de ese país).

Así fue como, día a día, seguimos en contacto aunque casi no coincidíamos en temas ni coberturas. Solo sucedió cuando reforcé el trabajo de su colectivo durante los Juegos Centroamericanos y Panamericanos, en Cuba, yo dando cobertura a las competencias de natación, nado sincronizado y polo acuático y él en un amplio abanico de disciplinas.

En su caso, a veces, desbordaba lo deportivo como cuando fue como enviado especial a Libia y luego de una singular Olimpiada de Ajedrez se quedó haciendo reportes de aquella fascinante experiencia norafricana. Así mismo tuvo encomiendas en China y en otros puntos de la geografía mundial en la que su profesionalismo quedó establecido más allá de su especialidad principal.

En 1992 confirmamos vínculos mediante la Olimpiada de Barcelona, de la que recuerdo sobre todo la confraternización que propició el estímulo posterior a su celebración, cuando dieron acceso al equipo de reporteros de la agencia a la playa de Varadero, como muestra una de las gráficas que adjunto, en la que mi esposa y la suya, la dinámica Zoilita, se hicieron amigas.

Luego, al yo ser electo en 1993 en la vicepresidencia de la Unión de Periodistas, sus visitas sistemáticas a mi oficina de 23 e I se hicieron imprescindibles para mantenerme al tanto de mi querida agencia.

Un botón de muestra práctica de que Franky era fiel a lo que dicta un estribillo musical (“donde quiera que me llamen voy”) fue la primera movilización agrícola quincenal que convocó la nueva directiva de la UPEC de aquelmperíodo, en este caso a Batabanó, cuyo recuerdo me trae la foto que adjunto, no precisamente doblados sobre el surco, y en la que también aparecen Juanita Carrasco y Amable Amador. Éramos pareja en el dominó en los ratos de ocio porque también en ese deporte criollo estábamos en sintonía.

En la Upec nos veíamos constantemente, además, porque a él se apelaba como jurado en diferentes concursos, que de hecho reflejaba un reconocimiento que nunca se expresó en un galardón específico, más allá de la Distinción Félix Elmusa, para la que tenía méritos sobrados sin necesidad su entrega a las tareas de la organización. Pero él no fue nunca de los quejosos ni pedigüeños. Ni siquiera en los momentos en que fue atendido en el Instituto de Neurocirugía por una afección cerebral que logró controlar y de la que pocos conocimos.

Asimismo supe que colaboró con la entonces AIN (Agencia de Información Nacional) en segmentos habituales e incluso alguno de nueva creación, y siguió siendo asiduo a su PL, compartiendo sobre todo con los bisoños las experiencias adquiridas en su largo bregar. Sus historias como editor podrían reproducirlas algunos de sus alumnos, incluyendo los que tuvo en el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”.

Un momento cimero como profesional no ceñido a una rutina que aniquila la creatividad estuvo en su libro “María Caridad Colón. La Jabalina de Oro”, editado por la Editorial Científico-Técnica del Ministerio de Cultura, escrito en 1983 y publicado tres años después.

Lo tengo frente a mi y leo su dedicatoria manuscrita en muy legible letra de molde: “Al fraterno amigo, camarada de trinchera y ajedrecista aficionado… “ Ese libro de Frank adquiere valor añadido porque tiene otra dedicatoria, de 1998, de la Campeona Olímpica de Moscú, la primera latinoamericana en alcanzar el máximo podio de esas citas y ahora miembro del Comité Olímpico Internacional.

Ella es amiga desde aquellas fechas por ser vecina de donde vivo con mi familia. Entonces, cuando le mostré la obra de Frank me escribió en ella: “Pepe, elogios por conservar este libro”. Ahora, al informarle de la infausta noticia, exclamó: “Me entristece saber de la muerte de una excelente persona, amable y sencilla, con la que tuve estrecho contacto profesional luego del oro olímpico y con quien departí mucho para darle elementos que incorporó magistralmente al libro que escribió años después. Merece que le recordemos con cariño”.

Desde mi etapa en la UPEC no volví a tener contacto con Frank. La última foto que nos tomaron fue en una actividad relacionada con Prensa Latina hace varios años, en la sede de la organización, en la cual aparecemos amigos de décadas atrás, época de cuando éramos jóvenes e incansables.

Supe de algún diploma que le entregaron en reconocimiento a su condición de fundador de la agencia en la que comenzó como “chico de los recados” y en la que alcanzó un prestigio profesional jamás erosionado aunque no lo suficientemente reconocido fuera de sus paredes.

Con estas líneas quisiera creer que ayudo a saldar esa deuda con un gran periodista, amigo y ser humano.

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José Dos Santos
José Dos Santos (1947) Periodista cubano. Bachiller en Ciencia. Licenciado en Ciencias Políticas. Comenzó su vida periodística en 1969 en la Agencia Prensa Latina, donde fue desde auxiliar de redacción y Jefe de Servicios Gráficos, corresponsal jefe en la RDA y la RFA y vicepresidente para la Información (1984-1993). Quince años vicepresidente primero de la UPEC (1993-2008) y dos años subdirector de la revista Bohemia (2014-2016). Entre sus condecoraciones cuenta con seis Distinciones, tres Medallas y dos Sellos. Es autor de varios libros testimoniales y sobre el jazz, materia sobre la que es fundador de un sitio web del Ministerio de Cultura y escritor y productor de programa radial La Esquina del Jazz, desde 1993.

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