El sobrenatural José Martí
OTRAS NOTICIAS

José Martí: Un hombre de actos

Según Martí “el hombre es una forma perfeccionada de la vida”.  Y “no se les juzga por lo que son, sino por lo que parecen; y porque hay razón para juzgar mal a quien no cuida del respeto y buena apariencia de su persona.”  (EP, II, 227)

Las revoluciones —dice— han de “obrar conforme a la naturaleza humana y batallar con los hombres como son – o contra ellos”. Porque “una revolución no es un paseo por las riberas del mar o de un río apacible”.

“Pero los pueblos no están hechos de los hombres como debieran ser, sino de los hombres como son. Y las revoluciones no triunfan, y los pueblos no se mejoran, si aguardan a que la naturaleza humana cambie, sino que han de obrar conforme a la naturaleza humana y de batallar con los hombres como son – o contra ellos.” (OC, 2, 62)

Estas ideas martianas quedan atrapadas en las grandezas y flaquezas de los pueblos para conquistar sus sueños de felicidad o de una vida mejor en medio del torbellino tormentoso de pasiones, con su mezcla de amores y odios naturales.

Para José Martí existe un credo político que refleja el pensamiento y la conducta humana y de los pueblos cuando se trata de definir la victoria o la derrota de una causa.

“Quien intente triunfar, no inspire miedo: que nada triunfa contra el instinto de conservación amenazado. Y quien intente gobernar, hágase digno del gobierno, porque si, ya en él, se le van las riendas de la mano, o de no saber qué hacer con ellas, enloquece, y las sacude como látigos sobre las espaldas de los gobernados, de fijo que se las arrebatan, y muy justamente, y se queda sin ellas por siglos enteros.”  (OC, 5, 108)

“[…] A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces.  No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombres, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres.” (OC, 2, 380)

[…] “De los hombres y de sus pasiones, de los hombres y de sus virtudes, de los hombres y de sus intereses se hacen los pueblos […].” (OC, 3, 75)

Martí, el gran pensador, profundiza sobre la naturaleza, composición del género humano y las circunstancias que le rodean.

“[…] Unos hombres piensan en sí más que en sus semejantes y aborrecen los procedimientos de justicia de que les pueden venir incomodidades o riesgos. Otros aman a sus semejantes más que a sí propios, a sus hijos más que la vida misma […].” (OC, 1, 317)

“Los que no tienen el valor de sacrificarse han de tener, a lo menos, el pudor de callar ante los que se sacrifican, —o de elevarse, en la inercia inevitable o en la flojedad, por la admiración sincera de la virtud a que no alcanzan.” (OC, 3, 363)

“De luz se han de hacer los hombres, y deben dar luz. De la naturaleza se tiene el talento, vil o glorioso, según se le use en el servicio frenético de sí, o para el bien humano.”  (OC, 4, 379)

“Los hombres que vienen a la vida con la semilla de lo porvenir, y la luz para el camino, sólo vivirán dichosos en cuanto obedezcan a la actividad y abnegación que de fuerza fatal e incontrastable traen en sí. El hombre debe realizar su naturaleza. Debe el hombre reducirse a lo que su pueblo, o el mayor pueblo de la humanidad, requiera de él.”  (OC, 4, 474)

Martí, que cree en el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud, es explícito al señalar su misión de formar valores y convicciones en los hombres, que es una manera de iluminarles el camino y los destinos, y de prepararlos para asumir su protagonismo en los instantes de fundación y de transformación de los pueblos.

“[…] Cuanto rebaje a un hombre me rebaja, y un hombre bajo que viniese detrás de mí, me pesaría como mi propia bajeza. Encender a los hombres quiero, y abrirles los ojos para que con sus ojos vean la luz, y decirles la verdad que sé […]” (OC, 4, 337)

“[…] Las etapas de los pueblos no se cuentan por sus épocas de sometimiento infructuoso, sino por sus instantes de rebelión. Los hombres que ceden no son los que hacen a los pueblos, sino los que se rebelan.” (OC, 4, 324)

Y asomado desde su atalaya previsora aconseja con su sensibilidad especial, diagnostica los males de la sociedad y recomienda el remedio mejor para su curación.

“Los pueblos, como los hombres, no se curan del mal que les roe el hueso con menjunjes de última hora, ni con parches que les muden el color de la piel.  A la sangre hay que ir, para que se cure la llaga.  No hay que estar al remedio de un instante, que pasa con él, y deja viva y más sedienta la enfermedad. O se mete la mano en lo verdadero, o se le quema al hueso el mal, o es la cura impotente, que apenas remienda el dolor de un día, y luego deja suelta la desesperación.  No ha de irse mirando como vengan a las consecuencias, y fiar la vida, como un eunuco, al vaivén del azar: hombre es el que le sale al frente al problema, y no deja que otros le ganen el suelo en que ha de vivir y la libertad de que ha de aprovechar. Hombre es el que estudia las raíces de las cosas. Lo otro es rebaño, que se pasa la vida pastando ricamente y balándole a las novias, y a la hora del viento sale perdido por la polvareda, con el sombrero de alas pulidas al cogote y los puños galanes a los tobillos, y mueren revueltos en la tempestad. Lo otro es como el hospicio de la vida, que va perennemente por el mundo con chichones y andares. Se busca el origen del mal: y se va derecho a él, con la fuerza del hombre capaz de morir por el hombre. Los egoístas no saben de esa luz, ni reconocen en los demás el fuego que falta en ellos, ni en la virtud ajena sienten más que ira, porque descubre su timidez y avergüenza su comodidad. Los egoístas se burlan, como de gente loca o de poco más o menos, como de atrevidos que les vienen a revolver el vaso, de los que, en aquel instante tal vez, se juran a la redención de su alma ruin, al pie de un héroe que muere, a pocos pasos del panal y el vino, de las heridas que recibió por defender a la patria. Esto es así: unos mueren, mueren en suprema agonía por dar vergüenza al olvidadizo y casa propia a esos mendigos más o menos dorados, y otros, mirándose el oro, se ríen de los que se mueren por ellos. ¡Es cosa, si no fuera por la piedad, de ensartarlos en un asador, y llevarlos, abanicándose el rostro indiferente, a ver morir, de rodillas, al héroe de oro puro e imperecedero, que expira, resplandeciente de honra […]!” (OC, 2, 377-8)

Martí concibe la vida como lucha, aunque con la crudeza que las realidades. Concibe la vida como un hecho revolucionario en sí que proyecta transformaciones e impone batallas en dependencia de las dificultades y la dimensión de los enemigos.

“[…] Pelear es una manera de triunfar. No hay más vencidos que los que lo son por sí propios: —por su desidia, su malignidad o su soberbia. Andar es un modo de llegar.”  (OC, 3, 119)

“Hay que prever, y marchar con el mundo. La gloria no es de los que ven para atrás, sino para adelante.” (OC, 3, 142)

“Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir. Para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos.”  (OC, 4, 193)

Y añade:

“El hombre de acción sólo respeta al hombre de actos. El que se ha encarado mil veces a la muerte, y llegó a conocerle la hermosura, no acata, ni puede acatar, la autoridad de los que temen a la muerte. El político de razón es vencido, en los tiempos de acción, por el político de acción; vencido o despreciado, o usado como mero instrumento y cómplice, a menos que, a la hora de montar, no se eche la razón al frente, y monte. La razón, si quiere guiar, tiene que entrar en la caballería: y morir, para que la respeten los que saben morir. No son los admiradores ciegos del prestigio militar los enemigos más temibles de la república, sino los que, en la hora de ser soldados, se niegan a ser soldados.”  (OC, 4, 252)

Consecuente con estas reflexiones y como máximo líder del movimiento independentista, rodeado y acompañado de generales heroicos de una guerra anterior de diez años, escribe:

“[…] porque la vida no me ha dado hasta ahora ocasión suficiente para mostrar que soy poeta de actos, tengo miedo de que, por ir mis versos a ser conocidos antes que mis acciones, vayan las gentes a creer que sólo soy, como otros tantos, poeta en versos […].”  (EP, I, 246-7)

Su corta vida alcanzó, no obstante, para demostrar que el poeta de sentimientos y versos, era también un extraordinario poeta de acciones, liderando, como hombre de actos, la guerra liberadora de Cuba.

(Ilustración: Isis de Lázaro).

Foto del avatar
Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *