PRENSA Y DEPORTE

La pelota y Capablanca

Bravo por la declaración del béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación este 19 de octubre. No está registrado desde cuando “la pelota”, sinónimo cubano, es el deporte nacional; pero es como si lo fuera de toda la vida.

 Cuando el periodista estadounidense Quentin Reynolds le preguntó, en 1935, a José Raúl Capablanca cuál era su mejor partida de 1927 —año en el que Aliojin le arrebató la corona—, este le contestó: “Lo único que me viene a la mente de ese año son los 60 jonrones de Babe Ruth y la buena actuación del lanzador cubano Adolfo Luque”.

El fino sentido del humor de Capablanca denota también sus conocimientos y afición por el béisbol. Hay una anécdota de su niñez que lo vincula con este deporte, y que sabemos por José A. Gelabert, el primer biógrafo del famoso ajedrecista cubano.

En 1898 fue a visitar al niño, a la finca “El Destino”, en Aguacate (localidad de la actual provincia de Mayabeque), un hombre r muy bien vestido para disputar una partida de ajedrez. Era el adinerado español Ramón Pelayo de la Torriente, Marqués de Valdecilla, dueño además de esa residencia.

Animado en un juego de pelota estaba José Raúl por lo que se resistía al llamado de su padre; a lo que el progenitor le dijo: “Este es un señor al que hay que complacer”.

Aún así tuvo que llevárselo contra su voluntad y los otros chicos se resignaron a armar otro juego. Sin embargo, al poco rato oyeron un grito y le vieron salir de la casa corriendo. Los muchachos lo recibieron alegres: “¡Qué bueno que te dejaron volver sin tener que jugar ajedrez!” A lo que respondió el pequeño: “No me dejaron. ¡Es que ya le di jaque mate!”

Más adelante, en el verano de 1904, Capablanca fue enviado a Nueva York para estudiar inglés y así preparar su ingreso a la Universidad de Columbia, financiado por el Marqués de Valdecilla.

En 1906 matriculó Ingeniería Química en dicha Universidad, lugar que contaba con un fuerte equipo de béisbol y al cual se integró como jugador de cuadro hasta que sufrió una lesión en un deslizamiento en segunda base. Incluso, se ha fabulado con que iba a ser fichado y que jugó béisbol profesional, aunque no existen pruebas que lo demuestren.

Durante su primera visita a Cuba, en 2004, el multicampeón mundial Anatoli Karpov declaró: “He llegado a la tierra del ajedrez”. Este jugador ruso, como gran conocedor de la historia que es, no lo decía solo por Capablanca, lo cual está implícito, sino también por la fecha del 20 de abril de 1885 cuando se fundó el Club de Ajedrez de La Habana que auspició los matches por el campeonato del mundo entre el primogénito de los monarcas, William Steinitz y el Padre de la Escuela Rusa, Mijail Chigorin, en 1889 y 1892.

Donde primero se jugó ajedrez en América fue en Cuba, exactamente en la Villa San Salvador de Bayamo, en 1518.

Para el Che Guevara, el ajedrez constituyó una pasión, por eso potenció su masificación en el país, a principios de los años 1960. Debido a estas y otras razones pudiera, en algún momento, el intelectual deporte acompañar al béisbol como Patrimonio Cultural de la Nación.

Foto de portada: Equipo de Columbia en 1910. Capablanca, sentado, segundo de izquierda a derecha.

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Jesús G. Bayolo
Es periodista e historiador del ajedrez, toda una autoridad del tema en Cuba.

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