Uno de los más descollantes compositores de música para cine es el griego Evángelos Odysséas Papathanassíou (1943-2022), conocido por Vangelis, su nombre artístico. Se distinguió durante su carrera musical por combinar sonoridades electrónicas con pentagramas acústicos que evolucionan y armonizan en función de una puesta dramática. Todo un empeño coherente con los signos melódicos que emergen como metáforas de poderosos diálogos resueltos para el lector cinematográfico.

Carros de fuego (Reino Unido, 1981) es una de más notables entregas de Vangelis. Respondió al encargo que le hiciera el realizador inglés Hugh Hudson, dispuesto a narrar el guion de Colin Welland, de estructura aristotélica y subrayados diálogos que empastan y confrontan los derroteros de los protagonistas (Ben Cross y Ian Charleson), quienes asumen roles y conflictos que les interpela en los trazos significantes de un filme onírico.
La banda sonora, vital en el cuerpo del filme, se distingue por la fuerza de sus allegros, por el mestizaje de las soluciones acústicas fusionadas con sonoridades de envoltura electrónica montadas en los nudos y puntos climáticos de portentosos despliegues rítmicos. Todo un diagrama que seduce, electriza y marca el curso de los exigidos parlamentos.
El conjunto de la banda sonora de Vangelis en esta entrega se devela como un corolario integrado en el cuerpo cinematográfico bajo el cometido de fortalecer las trazas narrativas del guion y los atributos de una puesta cinematográfica que pondera los sustratos sociales de los actores protagónicos, dibujados con delineadas personalidades y enriquecidos acentos escénicos.
Vangelis, en Chariots of fire, teje una obra de sublimes ligazones que evoluciona en tempos circulares. Los signos electrónicos transitan enriquecidos como mutaciones simbólicas, sopesado sobre bases pianísticas de exuberantes registros.
La amalgama orquestal que impregna Vangelis está permeada por el influjo del mito y la fuerza de sonoridades eclécticas, entendidas y dispuestas en los tejidos del filme, como capas superpuestas.
Los potentes sintetizadores que le dan corporeidad a las piezas musicales de Carros de fuego no opacan los signos de la trama. El autor nos la entrega en cuidados tonos para poner en valor el empeño y la conquista de atletas, alineados en espacios competitivos y surrealistas, resueltos a conquistar horizontes sin anular o entorpecer la voluntad del otro.
Los tonos escénicos y los diálogos de esta película apuntan a legitimar singularidades humanas. Vangelis secunda este propósito narrativo con arreglos de texturas claras que marcan la lucidez de epopeyas tejidas en los planos de corredores dispuestos a conquistar una meta pactada.
Carros de fuego (Vangelis). Banda sonora

