INTERNACIONAL

El sur global busca tomar la iniciativa

El nuevo orden mundial —con más espacios de justicia y progreso que el injusto mundo actual— se ve más cercano luego de la exitosa cumbre del G-77+China en La Habana los pasados días 15 y 16. Más de cien delegaciones trabajaron numerosas iniciativas para el desarrollo de la ciencia, tecnología y la innovación en nuestros países; la tarea es aumentar la capacidad productiva del Sur para que adquiera el poder para neutralizar las medidas agresivas que Estados Unidos, principalmente, aplica a diestra y siniestra. Se revigorizará el Consorcio de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Sur.

El hecho de que haya logrado unidad y capacidad de acción un número tan elevado de países muestra un fenómeno nuevo en el orbe. Sociedades y regímenes tan diversos como los del mundo árabe, los asiáticos, africanos y de América Latina, han encontrado saberes que les permiten cooperar sin que entre ellos haya hegemonías ni centros que impongan sus decisiones; se ha creado una auténtica diversidad fructífera. Por su historia, su estructura funcional y sus propósitos, el G-77 es inmune a hegemonismos.

El fundamento que ha permitido acuñar soluciones inspiradoras, que mantengan la unidad de tal variedad de participantes, es la superación de los dogmas liberales y de cualquier origen; de esas simplistas recetas de «pesos y contrapesos» o demás formulitas a las que se pretende otorgar validez universal, para toda sociedad, pero que realmente son categorías tan superficiales que apenas rozan la piel de la sociedad. En lugar de ello, en el sur gana vigencia el interés y la capacidad para reconocer la realidad de las diversas sociedades, junto con la práctica del respeto a los intereses y limitaciones de cada país.

Economías de tamaño tan dispar, en estadios de desarrollo tan diferente, presentan una complejidad exorbitante al diseñar soluciones compartidas; el liderazgo de Cuba —que preside esta asociación del G-77 durante el presente año— es otro aporte del pueblo hermano a la creación del mundo nuevo. Los más valiosos frutos de esta hazaña son las múltiples vías para el crecimiento económico, la diversificación productiva y variadas formas de adición de valor; todo para superar la pobreza y el sufrimiento que impone a los pueblos la estructura actual de las relaciones internacionales. La pluralidad de las formas de modernización permite dar cauce a las inmensas energías sociales, para hacer aplicables la ciencia y las tecnologías más avanzadas en todo el mundo.

Además de la complejidad intrínseca a su composición, el G-77 enfrenta las presiones, maniobras y chantajes de EE. UU., que califica de ilegítimas las iniciativas que debiliten su hegemonía. Eriza su piel tan sólo oír de acciones sin su aprobación; claro que, al ver el crecimiento de economías como las de China, Irán, India, Brasil, Pakistán y muchas otras fuera de su esfera de subordinación, le irrita sin medida. Pero ya no es el tiempo en que sus abusos eran incontestables. Su ridículo nombramiento de un «presidente» de Venezuela, su vergonzosa salida de Afganistán, dizque dejando un «gobierno democrático» que no duró ni el tiempo para que el ejército gringo saliera del territorio ocupado; en África lo vemos desconocer o reconocer los gobiernos surgidos de golpes militares sin que su opinión decida nada.

Lo peor que ahora vive EE. UU. es que «su» terreno cada vez les da menos cosecha y tiene que recurrir a la imitación del «estilo chino» para disputar lo que va perdiendo: lanzó su proyecto del «Corredor India-Medio Oriente-Europa» que construirá infraestructura exactamente a la calca de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (o Nueva Ruta de la Seda) que China ha puesto en práctica desde hace diez años; con la Unión Europea también proyecta otro corredor, éste transafricano, desde Angola hasta Zambia. Durante las décadas de su dominio imperial, nunca tuvieron el menor interés en comunicar a los países dominados, pero ahora pone en reposo sus métodos más propios: la corrupción de líderes, los golpes de Estado, los boicots comerciales, etcétera, para recurrir a nuevos medios de dominación.

Pero su poder es todavía devastador. El sistema financiero impuesto, el tamaño de su economía, el comercio inequitativo, la asfixia por la deuda eterna (J. E. Pacheco), la marginación tecnológica mediante los monopolios y la manipulación de patentes, la censura informativa, sus más de 700 bases militares por todo el mundo, le permiten mantener las agresiones que bautiza como «sanciones» (el delito castigado es sólo la desobediencia a sus «reglas»). Su inhumana agresión contra Cuba, en particular, masivamente repudiada en todos los escenarios mundiales, sólo es sostenida por su poder y su soberbia.

El G-77 y muchas formas de colaboración que ha desarrollado el sur van cambiando el panorama mundial; en todos los países crece la convicción de que tenemos «derecho al desarrollo y la prosperidad», como dijo el presidente Díaz-Canel.

(Tomado de La Jornada)

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