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José Antonio Fulgueiras lanza crónicas de 90 millas

Para narrar la vida de José Antonio Fulgueiras Domínguez necesitaría las ocho páginas de este periódico. No obstante, usted, lector, merece conocer, ¡al menos!, la epidermis del hombre sencillo y jocoso que saluda a cuantos lo conocen en la calle.

A riesgo de equivocarme con los términos deportivos y en pos de abarcar demasiada información en pocas palabras, decidí lanzar algunas «bolas rápidas» sobre este periodista enorme, cronista, escritor y poeta, orgullo de la prensa villaclareña, y ejemplo de muchos noveles y expertos de la profesión.

Machete, el Muerto, el Fulgue —algunos de sus tantos apodos— habla enredado y cuenta sus vivencias como si escribiese cuentos. De Macún, a un kilómetro de Sagua la Grande, todavía conserva esa guapería sagüera y el fanatismo por el béisbol. Ha publicado 27 libros, casi todos dedicados a la crónica, «mi lanzamiento de 90 millas», según sus propias palabras.

#Vanguardia es su eterna casa y sus ojos se inundan cuando habla de aquella primera vez. Desde el humor, atrae a la audiencia; una frase graciosa o una historia ocurrente provocan carcajadas entre los que atienden la conversación ágil e imprevisible. Evita los temas encumbrados o las formas sofisticada el lenguaje; escucha a los lectores, al pueblo; camina y siente.

Obtuvo la Réplica del Machete de Máximo Gómez, que entrega las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) a personalidades destacadas de la cultura en Cuba; las medallas «Combatiente Internacionalista» y «Mártires de Barbados»; es Hijo Ilustre de Sagua la Grande e Hijo Adoptivo de Quemado de Güines, y, recientemente, el Consejo de Gobierno Provincial de Villa Clara le otorgó la condición de Personalidad Distinguida. ¡Tantos reconocimientos y méritos profesionales y el Fulgue no se poncha!

Para esta entrevista, conversamos en la pequeña oficina donde escribe para la agencia internacional Prensa Latina. Mientras me explica, con pelos y señales, su trayectoria, recuerdo que Fulgueiras estuvo el día en que elegí esta profesión.

—¿Cuándo conectaste tu primera bola en el periodismo?

—Al concluir mi servicio en la Marina de Guerra Revolucionaria, regresé a Sagua la Grande y trabajé en la Empresa Telefónica 13 de Marzo durante un tiempo. Aquella profesión me disgustaba, pero aprovechaba las guardias nocturnas para leer y escribir poesías.

«Un día me propusieron el puesto de corresponsal voluntario de la empresa y dije: “Sí”. Ifraín Sacerio Guardado me enseñó todo lo que sé de periodismo, y se convirtió en mi padre, mentor y compañero de aventuras. #Vanguardia publicó mi primer escrito, una entrevista al pintor sagüero Wifredo Lam.

«Aquella mañana, mientras desayunaba en Sírvase Usted —antigua cafetería del municipio—, vi a un grupo de personas reunidas en el parque. Cuando me acerqué, me dijeron: “Ese es Wilfredo Lam”. Con un mocho de lápiz en la mano, le solté que quería entrevistarlo. Me miró y, con una sonrisa, me preguntó: “Cronista local, ¿eh?”. Muchos creen que lo invento, pero, la noche anterior a mi encuentro con Lam, yo soñé que lo entrevistaba.

«En el segundo trabajo, escribí sobre una gran inundación que afectó El Santo, en el municipio de Encrucijada, y narré el rescate de una niña, casi ahogada, por parte de uno de los guardias. Después de esa crónica, Pedro Hernández Soto, entonces director de #Vanguardia, me llamó para ofrecerme un puesto de periodista. Al otro día, llegué con una maleta de esas que se utilizaban para las escuelas al campo, y me quedé».

—¿Qué recuerdas sobre los primeros años?

—Al principio escribí mucho sobre la zafra, y, con el tiempo, me adentré en el periodismo deportivo, que me atraía más que cualquier otro tema. No obstante, las mejores historias se vinculan a la arista crítica de mi carrera.

«Una vez referí que la escultura dedicada al burro Perico parecía, en lugar de un burro, un conejo; otra, dije que los árbitros ganaban más que el cirujano encargado de un trasplante de corazón y, sin embargo, eran altamente ineficientes. Yo soy el único periodista al que han “bota’o” de un estadio de béisbol. (Risas).

«El trabajo lo compaginé con el estudio; primero, terminé la Facultad Obrero-Campesina y, después, la carrera de Licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana, en el Curso para Trabajadores. A la capital iba y regresaba en moto, o dormía en las terminales de ómnibus, expuesto al sol, sereno, frío y lluvia; pero cumplí».

—¿Y la experiencia como corresponsal de guerra?

—Mi iniciación fue en la República Popular de Angola, en Luena, la Ciudad de los Morteros, a la que llamaban así por los morterazos enemigos. Durante la guerra hice crónicas desgarradoras, algunas las incluí en mi libro El hombre por dentro y otras ni siquiera me atreví a tocarlas.

«Conocí a jóvenes del Servicio Militar General, casi niños, que recibieron la Medalla al valor Calixto García, y escribí “Cuánto vale el fulgor de esta medalla”, sobre la importancia de valorar a los más nuevos, acompañarlos y reconocer su grandeza.

«También dediqué una crónica a Juan Bacallao Padrón, mi compañero en el grupo de corresponsales militares de la Academia Superior de Guerra Máximo Gómez, caído, heroicamente, mientras ayudaba a combatir al enemigo. Mi carácter se endureció, vi cosas muy duras».

—Entre tus libros publicados, ¿alguno posee especial significación?

—Los libros se quieren como los hijos. Todos adquieren significados y recuerdos diferentes. El hombre por dentro es mi primera obra, Con el santo claro ganó el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en crónica, El nombre de mis ideas relata la vida del combatiente Víctor Bordón Machado y sus peripecias durante la lucha en el Escambray villaclareño, y Los hombres de negro es el primer volumen sobre los árbitros de béisbol cubanos. Tal vez pura coincidencia lo dediqué a los niños y jóvenes, y La Colmenita lo utilizó en una de sus presentaciones. Héroes de la amistad lo escribí en Venezuela, en homenaje a los cubanos internacionalistas, y así, pudiera resaltar lo particular de los 27. No obstante, creo que el más gustado es Periodista de provincia.

—¿En algún momento consideraste la posibilidad de vincularte con el periodismo radial o televisivo?

—¡No!, porque yo hablo en letra de molde. (Risas). Siempre he considerado importantísimo observar a los estudiantes de la carrera, analizarlos y guiarlos, desde la academia, hacia el medio más afín a sus aptitudes. Periodistas todoterrenos existen pocos.

«Yo hablo rápido, confundo las palabras, me apresuro demasiado para responder, por ello hubiese fracasado en la radio o la televisión. Desde el principio supe que lo mío es la prensa escrita».

—¿Esperabas recibir el Premio Nacional de Periodismo José Martí?

—Sin falsa modestia, cuando vi la lista de candidatos para el Premio Nacional de Periodismo José Martí, pensé que no tenía chance. Todos los nominados lo merecen, son monstruos del ejercicio reporteril en Cuba; por eso me emocioné mucho aquella tarde.

—¿Qué depara el futuro?

—Seguir escribiendo.

En la academia, nos enseñan que las entrevistas deben reflejar la personalidad del entrevistado. Esta, en particular, también evidencia cuánta admiración siente #Vanguardia por uno de sus hijos prodigios. ¡Machete todavía promete jonrones!

A veces soy un disparo
Entre presente y futuro.
A veces soy verde oscuro
Y a veces soy verde claro.
A veces busco un amparo
Si desamparado estoy.
A veces voy o no voy
a buscar las mariposas.
Y a veces soy tantas cosas
Que a veces no sé quién soy.*
*Décima incluida en el libro Tal vez pura coincidencia.

Foto de portada: Ramón Barreras Valdés

(Tomado de Vanguardia)

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