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Matanzas, el tanque tres y la esperanza

Pocas veces en Cuba un depósito había significado tanto en la expectación de una ciudad. Los que compartimos estas horas con los matanceros sentíamos que la salvación del tanque tres, en la zona industrial de la urbe, durante horas y horas resistiéndose al quiebre, pese a las llamaradas y el calor que lo acechaban desde el tanque dos, significarían la primera partida triunfante sobre un siniestro que tiene en vilo al país desde el viernes al anochecer.

Había reforzado ese aliento un mensaje en redes, en mitad de la tarde del domingo, de Suselys Morfa, la principal dirigente política territorial, quien despierta tantas simpatías por su liderazgo en estas duras jornadas, que han dejado también las marcas sobre su cuerpo.

No eran pocos los que desde las cuatro esquinas de la ciudad seguían la fuerza de las llamaradas y la dirección de la densa y oscura columna de humo, con el secreto anhelo de no ver repetirse en el horizonte el mismo estruendo, seguido de un hongo de fuego y de un resplandor ácido, calenturiento y enceguecedor que ya los conmocionó en estos adversos días.

Un recorrido por la ajetreada como tensa zona industrial, al filo de las ocho de la noche del domingo, le quitaba fuerza al optimismo. Mientras los responsables cubanos de enfrentar esta crisis se empeñaban en acelerar las medidas para detener el siniestro, junto a personal solidario de México y Venezuela, la tensión se elevaba con la misma intensidad de las llamaras y la imponente columna de humo.

Al oscurecer un viento fuerte azuzaba el incendio del tanque dos sobre el domo del tres y ya se especulaba que este cedía en alguna de sus partes. Ello no impedía que en un lugar bastante cercano avanzara el trasiego de medianos depósitos plásticos con la espuma que será decisiva para el golpe final al siniestro, especialistas y autoridades cubanas, en compañía de las fuerzas solidarias venezolanas y mexicanas, confrontaran los pasos a seguir para afrontar la grave situación, y trabajadores y especialistas de la empresa Cubapetroleo, sobre diversos transportes de carga y medios técnicos ofrecían la imagen de un espectacular enjambre anticrisis.

Una breve estancia en la estación de bomberos especializada más cercana al incendio, devenida en estado mayor y sitio de descanso y relevo de estos combatientes, aumentaba la alarma.

No obstante, la amenaza pareció disiparse sobre las nueve de la noche. La aparición de un fuerte temporal, con un cambio en la dirección de los vientos, provocó primero imágenes espectrales en el cielo matancero, para terminar en una calma en la que no se movían ni las hojas. Esta variación climática puso las llamaradas y la humeante columna en dirección al cielo, alejándolas del ya frágil domo del mencionado tanque. No era más que una tregua pasajera.

El aterrador hongo de fuego que volvería a repetirse cerca de dos horas después, al filo de la madrugada, y el quiebre del domo del tanque tres cerca de las tres de la mañana sería lección definitiva de que frente a accidentes de esta naturaleza y envergadura no bastan con los buenos deseos y todas las buenas energías.

Los matanceros y el país parecen afrontar, desde el momento en que se desataron esos nuevos hongos de fuego, que saltan instantáneamente de la zona industrial matancera a las pantallas de los televisores y los celulares entre expresiones generales de conmoción, la que parecería la fase más comprometedora y desafiante de este accidente, aunque también la más prometedora para ponerle final al desastre.

En paralelo con las malas noticias, que no paran en las últimas horas, y la renovada amenaza ahora sobre el tanque número cuatro, llegan también los medios técnicos y las sustancias con la potencia y cualidades requeridas para apagar de una vez las llamas. Entre los más promisorios de esos arribos está una planta de bombeo de agua de gran fuerza, ya instalándose en el sitio del siniestro, que fue trasladada en avión desde la hermana República Bolivariana de Venezuela. La falta del líquido ha sido el gran valladar para las fuerzas batidas sin tregua ni quejas para terminar con esta trágica contingencia.

Aunque la sustancia más prometedora, la que mantiene ardiente la esperanza y la fe, la que lanza llamaradas con resplandores que opacan las que salen desde la zona industrial matancera, es ese sentido unitario del bien, la generosidad y la solidaridad que copa ahora mismo todos los cielos y los subsuelos de Cuba.

(Tomado del Facebook del autor)

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Ricardo Ronquillo
Periodista cubano. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.

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