COLUMNISTAS PERIÓPOLIS

Imagen Cuba (II y final): Prensa, luego existo

Medio siglo después del triunfo, la Revolución inició un proceso de cambios en busca de autogestionar un socialismo a la medida, con los colores nacionales, considerado por las más altas instancias políticas y gubernamentales de la nación como próspero y sostenible.

Un ejercicio social de esa complejidad tiene su expresión simbólica y para hacerlo, además de voluntad política y decisiones las más de las veces audaces y oportunas, se necesita una estrategia comunicativa.

La práctica comunicacional predominante hasta hoy, basada en el control centralizado de los medios y la información, resulta inoperante para encauzar la apremiante necesidad de una información actualizada, pertinente y sistemática en todos los niveles de funcionamiento de la sociedad cubana. Además, deviene perturbadora en el ámbito de la sociedad informacional que de manera creciente toma cuerpo en el país.

La Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, celebrada los días 28 y 29 de enero de 2012, mostró interés por el tema y en los objetivos de trabajo  69, 70 y 71 aparecen reflejados los propósitos animadores de la línea de cambios en esa dirección (1).

Pero no basta con la voluntad política. Tenemos suficientes ejemplos de normativas en las cuales se reiteran las mismas indicaciones para resolver idénticos problemas que, con el tiempo, se fueron complejizando y a los cuales se han añadido nuevas dificultades sin encontrar en la “concreta” una salida eficiente para casi ninguno.

Clave para emprender el camino a la solución está en el cambio de mentalidad, suerte de “abracadabra” tantas veces reiterado en los discursos y con peligro inminente de trastocarse solo en consigna.

Una de las cuerdas más sensible del asunto, el de la prensa, fue abordada por el entonces primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, al pronunciar las palabras finales del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), celebrado en julio del 2013.

Dijo: “(…) No sabemos comunicarnos y como no sabemos comunicarnos, o como tenemos imperfecciones en ese sistema de comunicación (…) hemos entrado en un círculo vicioso: el Partido espera determinadas realizaciones de la prensa y cuando hay algún incidente o algún hecho que altera eso, el Partido se mete más gerenciando que orientando, empieza a suplir el papel de dirección de los medios, las direcciones de los medios se sienten atadas, algunos hasta se pueden acomodar y ahí se empieza a romper la sinergia, ahí se empieza a romper la retroalimentación, ahí se empieza a romper el papel que tiene que desempeñar, y eso se refleja entonces en los periodistas (…) y, al final, se nos van alterando todas las cosas (…) nos desinformamos y nos incomunicamos” (2).

El también miembro del Buró Político del PCC, en esa misma ocasión, refiriéndose a los problemas comunicacionales en los organismos de la administración central del Estado, entre otras  instituciones, expresó: “No hay ni estructuras funcionales ni estructurales para organizar la comunicación. Y les digo: ¿Alguien que trabaja para una sociedad socialista con las exigencias que tiene la nuestra, con una población que es instruida, que es educada, que razona, puede pretender trabajar y puede pretender tener éxito sin comunicarse, sin tener una expresión de comunicación hacia la población, hacia la sociedad, hacia el país?”  (3).

Como puede apreciarse, el cambio de mentalidad se erige pivote de la transformación en ejecución y debe discurrir por el examen crítico y el redimensionamiento de las prácticas comunicativas relegadas, hasta ahora y por lo general, a un segundo plano desde el uso instrumental, factual y sectorializado de estas.

Existe entonces una conexión orgánica de lo antes expresado con la conceptualización e implementación práctica de la marca país. Se trata de concebir un registro simbólico único y versátil (muchos rostros, un solo país)  que responda dialécticamente a las necesidades de representación de la Isla en los diversos escenarios internacionales.

La Imagen Cuba puede y debe convertirse en un laboratorio permanente de estrategias para el desarrollo de modelos de circulación de ideas relacionadas con la intención política por una parte y el resultado social por otro; asimismo, en punto de encuentro de recursos humanos especializados desde donde se generen acciones prospectivas en la dirección deseada. Ello significa conocer aquello que, del universo de relaciones políticas, económicas y sociales, es válido para dar vitalidad a la representación significante de referencia.

Lo referido apunta contra la persistencia corrosiva del modelo transmisivo y verticalista de comunicación difusionista. Su accionar toma por base la orquestación de campañas homogeneizantes donde prevalece como tendencia el discurso centrado en el poder proveniente de quien lleva las riendas de la información y los medios y, al mismo tiempo, organiza el mensaje lo estructura, dosifica y distribuye según criterios de conveniencia sujetos con frecuencia a coyunturas.

En otras palabras, sin un relato objetivo y ético de la realidad mediada de la Isla por parte de nuestra prensa, la Imagen Cuba quedaría hueca, sería una fachada de cartón. Una de las claves para subvertir ese escenario estaría en sacar la producción periodística de la zona de confort donde hasta ahora habita, asentada en rutinas productivas sobre las cuales se ha visto obligada a trabajar a lo largo del tiempo.

Conectado con lo antes señalado está la credibilidad, institución cardinal en el ejercicio de la profesión, cuya erosión debe repararse mediante la producción  de un discurso periodístico oportuno, inteligente, sustancioso y creativo, capaz de mostrar a Cuba no solo desde el heroísmo, triunfos y buenos propósitos, sino también desde su complejidad y problemáticas.

Convertido en un reclamo social, el cambio de la prensa pública no acaba de cristalizar, pues resulta difícil despojarse del corsé que durante años constriñe la actividad de los periodistas a la labor como propagandistas, restando protagonismo a otras funciones inherentes al ejercicio de la labor informativa cuyas resonancias se expresan también en la propensión a la desprofesionalización de la prensa.

Es indispensable subrayar la existencia de una relación cuasi carnal entre las normativas en este campo y la profesionalidad. Una política errada remite al deterioro de las competencias de los saberes periodísticos, y cuando estas últimas se incrustan en el tejido gremial se convierten en freno a la mejor de las directrices.

Al inventario de dificultades se suma la postura restrictiva de las fuentes instituciones para brindar información, denunciada por años por los periodistas. Esa situación tiende también a convertirse en una lectura perjudicial de la imagen de la Revolución al denotar opacidad en la relación con sus ciudadanos.

En esa dirección, el secretismo oficial y su compañera inseparable, la burocracia, siguen siendo parásitos muy dañinos al ejercicio de la profesión de informar. Esos dos males a la Revolución le resultan lesivos a su proyección política y simbólica. Ello demerita el valor del imaginario,  no solo porque esconde “oficialmente” el origen de deficiencias a la vista de los de adentro y los de afuera, sino también porque los adversarios se sirven con regusto de esas falencias para desacreditarla.

Mientras más información de calidad se brinde, menos espacios habrá para el mal entendido, el rumor, la especulación, la distorsión y la manipulación. No se trata de desvestirse ingenuamente ante el vecino fisgón, pero tampoco es menester usar todo el tiempo ropas de la época victoriana en el Caribe.

Lo justo y significativo en esa dirección es acabar de devolverle a la información que le corresponda la condición de bien público. Ello comporta la obligación de brindarla oportuna y  a cabalidad por quienes la manejan, pues el acceso a ella es un derecho humano básico por ser el fundamento de la transparencia y del ejercicio de la democracia participativa proclamada por las altas instancias políticas del país.

Otro aspecto a tener en consideración en la relación Prensa-Imagen Cuba es la  necesidad de visibilizar el intenso debate social que acontece a lo largo del archipiélago. Negarlo, esconderlo, minimizarlo o fragmentarlo conduce, cuando menos, a descalificar la esencia democrática enarbolada como principio de la Revolución y, por el otro, desdibujar distingos de nuestra idiosincrasia como ser expresivos, polémicos, sinceros, insumisos, valientes.

En esa misma dimensión, la narrativa de nuestra realidad, dada su riqueza expresiva y para ser verosímil, debe apartarse cada vez más de la jerga burocrática, del almidón retórico, de la parálisis imaginativa.

Debe tenerse muy en cuenta que tanto Internet y muy especialmente las redes sociales se han convertido en espacios decisivos para  la imagen país. Por un lado, porque la red de redes acabó con los estancos informativos, mientras la web 2.0, ha dado la posibilidad a los cibernautas de aportar, desde su paleta de colores, la visión de nación que ellos viven, sienten o padecen.

La Imagen Cuba deberá ser la expresión de la comunicación para el cambio, es decir, consustancial al profundo proceso de transformación socialista que la dirección del país trata de impulsar. En tal sentido, la credibilidad se cimentará en la misma medida en que se expongan con claridad los fundamentos y presupuestos de las innovaciones emprendidas; asimismo, mostrarlas con virtudes e imperfecciones en su devenir.

Es por ello que la representación simbólica de la marca país indefectiblemente debe afincarse en el correlato cotidiano de una prensa que haya superado las limitaciones y distorsiones provenientes de políticas informativas que nunca debieron existir y mucho menos en los nuevos tiempos.

Notas

(1)Objetivo No. 69. Reflejar a través de los medios audiovisuales, la prensa escrita y digital con profesionalidad y apego a las características de cada uno, la realidad cubana en toda su diversidad en cuanto a la situación económica, laboral y social, género, color de la piel, creencias religiosas, orientación sexual y origen territorial.

Objetivo No. 70. Lograr que los medios de comunicación masiva informen de manera oportuna, objetiva, sistemática y transparente la política del Partido sobre el desarrollo de la obra de la evolución, los problemas, dificultades, insuficiencias y adversidades que debemos enfrentar; supriman los vacíos informativos y las manifestaciones del secretismo, y tengan en cuenta las necesidades e intereses de la población.

Objetivo No. 71. Garantizar que los medios de comunicación masiva se apoyen en criterios y estudios científicos, sean una plataforma eficaz de expresión para la cultura y el debate y ofrezcan caminos al conocimiento, al análisis y al ejercicio permanente de la opinión. Exigir de la prensa y las fuentes de información el cumplimiento de sus respectivas responsabilidades, a fin de asegurar el desarrollo de un periodismo más noticioso, objetivo y de investigación.

Objetivos de trabajo del Partido Comunista de Cuba aprobados por la Primera Conferencia Nacional. En: http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/1ra-conferencia-pcc/objetivos.html

(2) y (3) Diaz-Canel, Miguel (discurso), Enfoque (UPEC), La Habana, Edición Extraordinaria, agosto 2013, p. 5.

Imagen Cuba (I): Dialéctica de una realidad

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Roger Ricardo Luis
DrC. Roger Ricardo Luis. Profesor Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Jefe de la Disciplina de Periodismo Impreso y Agencias. Dos veces Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí.

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