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Martí en Delarra: “la dignidad del talento”

“No hay más que un medio de vivir después de muerto: haber sido un hombre de todos los tiempos o un hombre de su tiempo”, con esta frase del Apóstol José Martí pudiera definirse a un cubano excepcional, al Héroe Nacional del Trabajo, José Delarra (José Ramón de Lázaro Bencomo, San Antonio de los Baños, 26 de abril de 1938- La Habana, 26 de agosto de 2003), quien hace 17 años partió hacia la eternidad, tras haber legado a la cultura nacional un enjundioso conjunto de obras en pintura y escultura.

Generalmente se ha hablado —aunque siempre será insuficiente— del quehacer de Delarra en las artes visuales, sobre todo de sus pinturas, dibujos y grabados, amén de sus admirables plazas y monumentos, entre ellos el Complejo Escultórico del Che, en Santa Clara; la figura ecuestre del Generalísimo Máximo Gómez, en Camagüey; los monumentos al descarrilamiento del tren blindado, en Santa Clara, y a las víctimas del holocausto atómico, en Nagasaki, Japón; las Plazas de la Revolución de Bayamo y Holguín, entre otros. En total, más de 125 obras monumentales y de mediano formato emplazadas, además, en México, España, Angola y Uruguay.

A los 11 años, esculpiendo su primera figura de Martí.

Asimismo, pocos referentes existen sobre la prolífica producción realizada por este artífice en torno a la figura del Héroe Nacional.   De las más de mil 500 piezas en escultura, pintura, dibujo y grabado —muchas de ellas atesoradas en museos y colecciones particulares de más de 25 países—, más de medio centenar corresponden a recreaciones de la figura de José Martí, por quien Delarra profesaba una gran admiración y respeto, en tanto era estudioso de su vida y de su ejemplar herencia a todos los insulares.

“El que no sabe honrar a los grandes no es digno de descender de ellos…”, palabras del Delegado del Partido Revolucionario Cubano que este artista adoptó como premisa en su universo creativo. Martí para Delarra era más que un símbolo, una escuela, un ideal proyecto de pensamiento.

A la edad de 11 años, modeló la primera cabeza del intelectual mambí, tal vez imbuido por su padre, José Ramón, empedernido martiano, quien fue zapatero, herrero y encuadernador de libros y tras mucho esfuerzo llegó a ejercer la pedagogía a partir de la década de los 50, y luego en la Revolución, ejercicio que coronó a los 70 años de edad cuando concluyó su licenciatura en el Instituto Pedagógico Enrique José Varona.

Su esposa Lorenza, madre del artista, tuvo similar vocación de maestra, aunque su origen campesino (cultivadores de tabaco) no le permitió realizarse en el terreno profesional.  Ambos progenitores estimularon en su  hijo su innata disposición para el dibujo, la pintura y el grabado, en tanto le imbuyeron las fértiles enseñanzas del célebre patriota y erudito revolucionario, devenido emblema de libertad para los pueblos de Latinoamérica.

En el vasto cosmos iconográfico del también Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Comité Nacional del Sindicato de la Cultura son recurrentes sus improvisaciones artísticas sobre gallos, caballos y mujeres, realizaciones plásticas que se destacan por su auténtico sentido de nacionalidad, de identificación con su cultura e idiosincrasia caribeña. Llevaba el pensamiento del Héroe Nacional en su subconsciente, para evocarlo a través de sus trabajos.

Realizó diferentes esculturas, de disímiles tamaños, que recrean la figura del más universal de los cubanos. Entre esas obras se encuentra la ubicada en el despacho de Nicolás Azcárate, en La Habana Vieja, donde Martí trabajó durante un breve tiempo del año 1879. Casi un siglo después, en 1980, Delarra hizo allí una tarja que develó el recientemente fallecido doctor Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana; en otros muchísimos lugares de la geografía insular —“creo que he perdido la cuenta”, dijo— hay piezas con similar tema.

Igualmente concibió varios monumentos a Martí en España y México, en Cancún específicamente. La Casa de América Latina en Bruselas, conserva con celo otra de esas iconografías inspiradas en el Apóstol; en tanto recurrentemente aludía a los cuatro monumentos donados por él, a nombre de Cuba, en Gijón, Asturias; Láncara, Galicia; en la también ciudad gallega de Orense y en Santiago de Compostela.

Gijón, Asturias. Obra de José Delarra.

Entre esos trabajos épico-martianos sobresale el que realizó en Torrelavega, Cantabria, al norte de España, el cual llama la atención por el elaborado moldeado de la figura, la cual no concibió de forma estática, sino como si fuera a ponerse en movimiento. “Siempre que lo hago de cuerpo entero lo represento así —precisó el artista—  como un reflejo de la realidad, porque Martí era un hombre muy ágil y dinámico; es además de reflejarlo vivo, no `congelado’ en el tiempo. Por eso también en este caso utilicé su frase: `Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy’. “De igual manera —agregó—  lo plasmé en el monumento que realicé en Cancún, México, en 1978, que tiene la forma de un maguey que se abre y del cual brota un machete donde aparece la figura de Martí caminando”.

Plaza Martí, Cancún, México (13 metros de alto por 8 metros de diámetro, cuatro piezas). José Delarra, 1978.

Muchos, quizás, desconocen que la efigie que aparece en la Orden Nacional José Martí es de la autoría de Delarra, como también lo es la cabeza del Apóstol emplazada frente al local de la revista Bohemia; la escultura de bronce sobre mármol colocada a la entrada de la anterior sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular; y otras tantas situadas en escuelas y plazas en La Habana, Pinar del Río, Holguín, Bayamo…

En el año 1995, a petición de la Unión de Jóvenes Comunistas Delarra hizo una estatuilla de Martí —yeso patinado—, en ocasión del aniversario 42 del histórico asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente. La pieza, de unos 40 centímetros de alto, exalta al héroe en una postura que asemeja estar caminando, y su indumentaria está agitada por el viento, “y una mirada honda, extraviada en alguna idea imprecisa pero certera como un rayo. Las manos las lleva detrás y son tan bellas que conmueve como la figura toda. Descansan suavemente una sobre la otra, con tan perfecta nitidez que parece que en cualquier momento se van a abrir y nos van a tocar”, apunta la prestigiosa colega Rosa Miriam Elizalde en su crónica titulada Asaltado el estudio del escultor Delarra.

El Martí perdido de Delarra

Dentro de la prolífica producción iconográfica de este artífice, quien este 26 de agosto rememoramos en el aniversario 17 de su partida física— recreada en la excelsa figura de José Martí, hay un busto esculpido en bronce en la década de los años 50 del pasado siglo, que trascendió —amén de sus cualidades artísticas—por su misteriosa desaparición y fue encontrado en el año 2009 por el espeleólogo Leonardo Camueira en una cooperativa del municipio de Guanajay, en la entonces provincia de La Habana.

Según un texto publicado en el periódico Juventud Rebelde, en su edición del 5 de enero del 2010, en el mes de octubre de 2009, la Cooperativa de Producción Agropecuaria Mártires de Barbados cumplió su trigésimo aniversario, y entre los preparativos para la celebración previeron restaurar su sitio martiano.

“Cuando destroncamos el busto del pedestal nos asombramos mucho, porque estaba mal montado: lo habían enterrado hasta el cuello, pero este se prolongaba aún más. Justo ahí descubrimos la firma del autor”, reveló Camueira al rotativo y agregó: “Fue una sorpresa tremenda tener ante nosotros una de las obras originarias del hombre que nos regaló al Che del monumento en Santa Clara; y los monumentos en las Plazas de la Revolución de las provincias de Holguín y Granma…”.

De acuerdo con la nota periodística, todo indica que su destino inicial fue algún ayuntamiento colindante. Pero la primera referencia lo ubica en la escuelita rural San Juan Bautista, un local de madera con techo de guano en el barrio Las Minas, asegura el también presidente de la Unión de Historiadores de Cuba en el territorio.

“La efigie estuvo luego en varios sitios. Pasaron los años y había sido tan transformada que los vecinos pensaban que sería otro mártir; tenía múltiples capas de pintura de diferente tipo, aplicadas durante décadas, comenta el miembro del Grupo Espeleológico Guamuhaya”, apunta el escrito.

El descubridor de la obra dijo que se “había percatado de su valor artístico debido a su elaboración: un Martí de pelo suelto, rebuscado, serio, con una mirada profunda, realizado en un estilo muy atractivo. Al hacerle una pequeña cala, me percaté de que el busto no era de yeso, sino de bronce”. Tras celebrar el hallazgo del que ahora llaman “el Martí perdido de Delarra”, fue totalmente restaurado.

Asimismo, el Ayuntamiento de Santiago de Compostela, en Galicia, España, repuso hace alrededor de tres años la escultura del escritor y político cubano José Martí, realizada por Delarra y emplazada en el parque que lleva el nombre del pintor español Eugenio Fernández Granell, la cual estuvo instalada al inicio de la avenida Santiago de Cuba y fue recuperada luego de realizarse un amplio trabajo de forja y reparación.

El periódico La Voz de Galicia (www.lavozdegalicia.es) apunta que el alcalde Martiño Noriega Sánchez se refirió a la importancia de la figura del Héroe Nacional cubano y significó que “con este acto hacemos justicia a una figura excepcional, no solo como intelectual, sino también como político.

La obra fue realizada en bronce y se develó en 1995, gracias a la perseverancia de José Beiroa, un activo militante de la solidaridad con Cuba y de la Asociación de Amistad Gallego-Cubana Francisco Villamil.

En el año 1961, y como fehaciente muestra de gratitud hacia el autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, tras hacerse realidad, el Primero de enero de 1959,  el programa de aquella memorable contienda incluido en el alegato de Fidel Castro en La Historia me absolverá (el juicio del Moncada), Delarra realizó incontables bustos de Martí que se diseminaron por toda la ciudad de la Habana, haciendo suyo el presupuesto del Apóstol de que “Se afirma un pueblo que honra a sus héroes”.

Cabeza de Martí, escuela vocacional de Pinar del Río.

Posteriormente ejecutó incontables obras en recordación al Héroe Nacional, entre las que, además de las ya mencionadas, se encuentran el monumento en hormigón ubicado en la Escuela Vocacional Federico Engels, en Pinar del Río (1.50 m de altura), inaugurado por Fidel en 1977; el de similar escuela en Holguín ( 3 metros de alto), en 1979; año en que igualmente realizó la obra en bronce (1.10 x 0.40)  emplazada en el capitalino Palacio de las Convenciones.

Plaza de la Patria Carlos Manuel de Céspedes (José Delarra, 1981). Bayamo. Foto: Agustín Borrego.

Otras esculturas de grandes dimensiones, de igual forma inspiradas en José Martí, fueron realizadas por Delarra en la década de los años 80, entre ellas: en 1982, la de hormigón en Bayamo (5 metros), inaugurada por Juan Almeida; 1983, la placa de 0.80 x 1 metro instalada en la casa donde trabajó Martí, en la Calle Mercaderes número 2, inaugurada por el Historiador de la Habana Eusebio Leal; año en que asimismo acometió el relieve (3 x 3 metros) del Maestro  montado sobre una pared de mármol verde en la entonces sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en el municipio de Playa,  donde está tallado el texto “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre…”, además del escudo nacional y las letras de bronce.

En 1987 Delarra dejó en México un relieve en bronce de José Martí en la Biblioteca Municipal Isla Mujeres, Estado Quintana Roo, y en 1995 estuvo inmerso en la materialización de varios bustos en Rumania, Gijón (Asturias); Láncara (Galicia) y Santiago de Compostela.

Asturias.

Entre las piezas ejecutadas por el extraordinario artífice en los primeros años del siglo XXI, hay que mencionar su admirable monumento a José Martí, con dos metros de alto, construido con hormigón en el 2000 en la Academia de las FAR General Máximo Gómez, en La Habana, así como el busto (similar dimensión) instalado ese mismo año en la Universidad de Puerto Plata, República Dominicana. Un año antes de morir dejó para la posteridad otras dos significativas obras recreadas en la imagen del gran cubano: en Quemado de Güines (en bronce) y una pintura sobre acrílico, una especie de vitral, para el Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

Además de contar en su currículo con numerosas exposiciones personales dedicadas al prócer antiimperialista que sentenció que “La verdad en las obras de arte es la dignidad del talento”, el excepcional pintor, escultor y grabador cubano, justamente caracterizado por esa “dignidad del talento” que aludió Martí,  en 1975 creó un conjunto de miniaturas en cerámica sobre quien fuera su ídolo ético, mientras que en 1986 hizo una talla en teca montada en cobre con las figuras de éste y Fidel Castro, pieza que alude a la salida del Comandante en Jefe de la prisión de Isla de Pinos, la cual fue entregada por el Comité Nacional de la UJC a Raúl Castro.

También Delarra incursionó en el diseño gráfico, ejercicio del que se recuerdan sus trabajos para la portada de la revista OSPAAAL sobre el aniversario 150 del natalicio de Martí, y la que acometió, por igual efemérides, poco antes de su fallecimiento, para la revista Tricontinental.

Pocas veces, en la historia del arte universal, un artífice de la talla de este ilustre cubano nacido en San Antonio de los Baños, ha logrado ser tan fiel al pensamiento y la estética de un pensador de la altura de José Martí, de quien, en cada obra inspirada en él, refleja alguna de sus frases a modo de identificación o complemento de la idea o proyecto artístico.

Cuando se escudriña esta frase, pareciera que Martí —a más de un siglo y medio con anterioridad—  se refiriera a la creación de Delarra: “Estudie mucho el pintor; vea en la naturaleza el colorido real: no dañe a sus obras con esa sombra vaga que envuelve sus retratos; no se limite a lograr alguna exactitud en el parecido, porque el pintor que quiere ser algo más que retratista, debe acostumbrar su pincel a las riquezas, movilidad, golpes luminosos y contrastes del color”.

(Imagen destacada: Ary Vincench).

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