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Violines rotos

A la entrada o a la salida, John Bolton no descubre hechos desconocidos en su controversial libro, pero confirma lo sabido con un texto de corte testimonial de primera fila. Nada oculta anda la condición de dardo envenenado dirigido a Donald Trump y, por supuesto, hacia sus aspiraciones de ser reelegido. ¿Simple albur el momento de la publicación?

Tiene cara, sobre todo, de una fríamente cocinada venganza.

A White House Memoir (‘La habitación donde sucedió: una memoria de la Casa Blanca’), evidencia, con varios asuntos y detalles, la escasez de conocimiento y hasta de simple información, del presidente sobre temas abiertos, incluso viejos, y uno sería, su ignorancia en cuanto al carácter nuclear del Reino Unido, donde estuvieron desarrollando un programa (proyecto Tube Alloys) para a hacerse de armas atómicas, para con ese poder militar darle respaldo a su condición de primera potencia mundial en las primeras décadas del siglo XX y, al propio tiempo, buscando adelantarse al empeño de Adolf Hitler de obtenerlas, como componente de su demencial designio destinado a dominar el orbe.

Los científicos británicos participaron posteriormente en el Proyecto Manhattan, desarrollado  bajo tutoría norteamericana y al cual aportaron sus avances en la materia, tal cual hicieron especialistas de otros países (el italiano Enrico Fermi, el alemán Albert Einstein y tantos) incluidos en el trabajo con el cual se llegó a obtener la bomba atómica.

Dígase de paso, cuan poco se cita el antecedente científico de mayor notoriedad en esa esfera entonces. Fue patentado por el físico húngaro Leó Szilárd, judío asentado en Estados Unidos, quien ya a inicios de los años 30 aportó los elementos teóricos de la reacción nuclear en cadena. Él mismo fue después miembro del grupo creador de tan destructiva arma, y uno entre aquellos siempre arrepentidos de haber facilitado su criminal uso por parte de políticos escasamente honorables.

Imposible desmarcar del origen y producción de las armas nucleares a los expertos británicos, quienes después encabezarían los esfuerzos para tener ese poderío de forma independiente. La intimidad en los nexos ente Washington y Londres, impone saber cuestiones básicas de ese largo y profundo entendimiento. Se supone, además, que un jefe de estado, el del país militarmente más poderoso, debería preocuparse por tener un compendio básico sobre asuntos de este cariz.

La historia no es el fuerte de Trump. Esa ignorancia, y el matrero que lleva dentro, aparecen en otros aspectos resaltados por Bolton, personaje, quede bajo registro ya mismo, nada recomendable y algo más instruido, pero no mejor, que aquel a quien expone de forma pública.

El ex consejero de Seguridad, abandona su cargo (Trump dice que lo cesanteó), a inicios de septiembre del 2019 y ahora, el Departamento de Justicia lo demanda para impedir la publicación de estas memorias, en las cuales formula, ante todo, sus experiencias bajo la actual administración, aunque las tiene  acumuladas de varios mandatos conservadores. Alegan que el libro contiene informaciones comprometedoras para la seguridad nacional. El texto, sin embargo, fue revisado por funcionarios del Consejo de Seguridad, desde donde tras eliminar partes del contenido, aceptaron que era inocuo en cuanto a contenido clasificado.

El dato lo cita la editorial Simon & Schuster, en un comunicado consignando que el requerimiento judicial “no es más que el último intento de una larga serie de esfuerzos de la Administración para anular la publicación de un libro que considera poco halagador para el presidente”.

En enero recién pasado, asomaron algunos avances del contenido expuesto por Bolton en el libro de marras, en particular lo referido al escándalo por las presiones de Trump al presidente Volodimir Zelensky, (a través de la retención de ayuda a Ucrania),  para que Kiev investigara a Joe Biden y lesionar la campaña electoral del representante demócrata.

Como no había concluido entonces el juicio político que se le estaba realizando a Trump por varios motivos, este en especial, los congresistas demócratas solicitaron la comparecencia de Bolton en el proceso, algo denegado fieramente por los republicanos quienes concluyen indultando a Trump, movimiento que a más de uno debe estar pesándole en este momento. “El rechazo a llamarle a él o a otros testigos relevantes y a pedir documentos es incluso menos defendible ahora. La elección es clara: nuestra Constitución o el encubrimiento”, valoró en su cuenta de Twitter, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

De lo filtrado actualmente está también lo relacionado con Venezuela, sea porque Trump estuvo arrepentido de encumbrar a una figura inocua como Guaidó, muy por debajo de Nicolás Maduro o, de igual forma, al exponerse la prepotente referencia con respecto a su deseo de invadir el país bolivariano, pues, en definitiva, era “una parte de EE.UU.”.

Bolton no esperó mucho para abofetear sin guante a quien le quiso mucho pero concluyó repudiándole. Antes de completar en septiembre un año fuera de los meandros del poder, Bolton ha levantado bastante hojarasca, pero seguro no dice todo cuanto sabe sobre la trastienda de su antiguo jefe.

Fácil pensar, tras la humareda, en muchas cuestiones importantes susceptibles de ser divulgadas. La médula de las negociaciones con Corea, el intríngulis agresivo contra China, la realidad y la fantasía del enfoque sobre Rusia. Con analfabetismo en asuntos básicos y un pronunciado estrabismo en su visión política, Trump  impidió avances o soluciones a viejos problemas y emperró los vínculos con aliados de primer nivel. De ello no hay dudas ni se requieren confirmaciones.

El momento permite reexaminar sus posiciones. Cuando dice América primero ¿acaso no estará pensando “después de mí el diluvio”? La vendetta de Bolton es solo un aperitivo cuando en la cocina hay un banquete. No revela todo cuanto sabe, quizás porque él mismo tiene mucho de tenebroso y sucio. Y eso no es nada secreto.

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