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Arrogancia suprema

Si los Estados Unidos hubiera acosado a Israel antes o ahora, por sus crímenes contra los palestinos, o si tuviera en su haber la imposición de fuertes correctivos contra Pinochet o en cuanto a los no menos dictatoriales y golpistas gobiernos militares del cono sur latinoamericano,  pudiera ser creíble el cuento mesiánico que se atribuyen para explicar las sanciones a otros países, vistiéndolas de factor justiciero o recurso para penalizar infractores.

Inscribieron el pésimo precedente del bloqueo a Cuba y lo mantienen al cabo de seis décadas, (triste, abusivo récord); le entregaron armas a la contra nicaragüense y ahora a los terroristas y -todo es poco-.  La administración Trump eleva exponencialmente licenciosos recursos para continuar  atosigando a quienes  no soporta.

Hay situaciones extremas como el asesinado Gadafi y la sufrida Libia, donde según reconociera tardíamente Barack Obama, no pensaron en el día  después de los bombardeos y el magnicidio. Esa desidia dio paso a  las circunstancias caóticas actuales en el país norafricano, y, desafortunadamente, se expresa de pésimas formas en todos los sitios donde quieren imponer su patrón de vida e intereses, ignorando culturas más antiguas que la suya o el debido respeto a la soberanía de cada cual.

En ese esquema de groseras coacciones se anotan los últimos empeños de la ¿administración? Trump para asediar a nuestra invicta Isla, a Irán o Venezuela, y, al mismo tiempo, intentando instituir de antemano quién será el ganador en la pérfida partida por el comercio y las relaciones mundo.

Con experiencias tan poco virtuosas como las enormes multas a bancos que presten servicios a Cuba, Washington impuso fuertes penas a PDVSA prohibiendo a particulares y empresas estadounidenses mantener negocios con esa petrolera venezolana. Para intensificar el sitio contra Caracas congeló todos los activos de la compañía.

Con locura temporal o ausencia plena de responsabilidad -para el caso es lo mismo-, le hicieron entrega de los fondos incautados a un individuo, como si el fabricado personaje tuviera tras de sí algún tipo de respaldo institucional o digno. Pronto se supo a qué dedican dinero que solo pertenece al pueblo a quien se lo quitan.

A las diversas tropelías, ninguna decente ni lícita, acaban de añadir sanciones sobre firmas extranjeras. El Departamento del Tesoro hizo saber que Rosneft Trading, y su principal directivo, son castigados por colaborar con el gobierno de Nicolás Maduro.

Sería más exacto decir que quieren quitarse de encima a un competidor porque, entre distintas observaciones sobre el hecho, se evidencia la disposición  de la Casa Blanca a otorgarle alguna dispensa a las empresas norteamericanas dedicadas a la explotación y suministro de hidrocarburos. Entre ellas, alguna se hace cargo de transportar el que va hacia los propios Estados Unidos.

En Moscú no ignoran detalles de esta naturaleza. Se tiene idea exacta de cuanto acontece y por eso plantean su rechazo a “medidas restrictivas unilaterales con las que EE.UU., busca la hegemonía global y trata de someter a todos a su voluntad”. Con apariencia y pretextos de falso altruismo se valen de recursos amañados para “crearle ventajas a las empresas estadounidenses que no resisten la competencia justa frente a los productores rusos en los mercados globales”.

“Las sanciones contra Rosneft tienen carácter arbitrario y selectivo, porque hay otras compañías internacionales, incluidas estadounidenses, que llevan a cabo actividades similares en Venezuela, pero el regulador de Estados Unidos no les presenta exigencia alguna”, consta en la imputación de respuesta por parte de la empresa rusa.

La cancillería rusa, además, dejó en claro en ese comunicado oficial que medidas de este cariz si algo logran es socavar “cada vez más, el libre comercio por el que los estadounidenses abogan tanto” al mismo tiempo, hechos así, “aumentan las tensiones” y estas no faltan.

El ministerio de exteriores ruso,  también advirtió que las sanciones “no han influido y no podrán influir en la política rusa en asuntos internacionales, entre ellos la interacción con las autoridades legítimas de Venezuela, Siria, Irán y cualquier otro país”.

La Federación Rusa está sufriendo ella misma de penas económico-financieras impuestas  por EE.UU. y seguidas por Europa.  Pero, la determinación estadounidense puede ser catalogada como competencia desleal, de la misma forma que las disposiciones contra China tienen un trasfondo solo localizable en la pugna de quien pataletea buscando que no les sobrepasen.

En la recién concluida Conferencia de Múnich, Alemania, los representantes norteamericanos trataron de imponerle a los del Viejo Continente que no comercien ni usen los productos de Huawei. Se trata de escalar una disputa que  bajo disfraz de asuntos de seguridad, esconde zancadillas comerciales colocadas al gigante asiático.

¿Tienen derecho a establecer o prohibir cómo y a quién se compra o vende? El secretario del tesoro estadounidense, Steven T. Mnuchin, plantea con una naturalidad escalofriante que “Rosneft Trading S.A. y su presidente negociaron la venta y el transporte de petróleo crudo venezolano”. Lo formula con quien habla de narcotráfico, trata de blancas o venta de órganos, atrocidades todas que no les provocan tanta aversión como el experimentado ante gobiernos emancipados y progresistas.

Están llevando tan lejos las cosas que amenazan a quienes negocien en directo o a través de terceros con Venezuela. ¿No les recuerda nada eso?  Contra la revolución bolivariana no tienen una Helms Burton pero se atribuyen facultades para aplicar penitencias fuera de sus fronteras.

“Todos los que participen en transacciones con Rosneft podrían estar sujetos a sanciones”, dejó establecido Mnuchin. Otro con pasado tenebroso y poca moral, Eliott Abrams, enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, hizo amenazas a la Repsol española, para que recesen actividades en el país bolivariano donde Madrid tiene intereses económicos bien establecidos.

Tampoco a eso tienen derecho aunque inmerecidamente se lo autotransfieran y de gracia divina se crean investidos cuando aplican políticas retrógradas, extraterritoriales y para sintetizar, de total y cínica desvergüenza.

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