PERIODISMO CULTURAL

Guayasamín vive en su casa de La Habana

Habilitado con tres espaciosas y bien iluminadas salas de exposiciones, el recinto donde se perpetúa la memoria del gran pintor Oswaldo Guayasamín, celebra este ocho de enero el aniversario 28 de su fundación como residencia en La Habana del ilustre artífice ecuatoriano, admirador de Cuba y de su Revolución.

Pero El Pintor de Iberoamérica, como fue declarado, luego de su fallecimiento, en la Cumbre Iberoamericana en La Habana (1999), apenas pudo disfrutar su vivienda.  Seis años y tres meses después de su inauguración el humilde hombre nacido en Quito, capital del Ecuador, el 6 de Julio de 1919, falleció el 10 de marzo de 1999 en Maltimore, Maryland, Estados Unidos.

A partir de entonces su morada habanera pasó a ser la Casa Museo Oswaldo Guayasamín, donde puede apreciarse una importante colección de sus obras originales —la mayoría creadas en Cuba—, así como otras piezas valiosas, que incluyen pinturas de artistas contemporáneos cubanos y ecuatorianos y una muestra de artesanía del país andino.

El pintor andino fue uno de los principales propulsores de la inauguración de esta institución  en una céntrica zona de La Habana Vieja, donde en estrecha colaboración con el destacado intelectual Eusebio Leal Spengler, entonces director de la Oficina del Historiador de La Habana (OHCH), fue inaugurada en 1993, con la presencia del eminente artista, acompañado de sus entrañables amigos, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Chávez Frías.

El suntuoso inmueble, construido en el siglo XVIII como residencia de la pudiente familia Alberro Peñalver, fue restaurado por Guayasamín y Leal con la ayuda de técnicos, especialistas y constructores de la OHCH, para adjudicarle el esplendor arquitectónico que poseía en el año 1785, fecha en que fue habitado por vez primera. Auténtica información documental se encuentra en el testamento de Doña María Gertrudis Alberro Peñalver, de1785, en el que menciona, como parte de sus bienes, “…las casas altas y bajas…” de su morada, aunque ya desde 1744 consta que pertenecía a esta familia.

Poco después (1792) pasó a ser propiedad del Teniente de navío de la Real Armada, Don José María Chacón. En ese tiempo, el inmueble de mampostería tenía rafas, tapias y tejas, así como azotea y pretiles, con una portada cuidadosamente labrada por diestras manos de artesanos artistas. La planta principal fue construida en forma de cuadrado, con dimensiones parecidas a las de ahora, entonces marcada con los números 144, 145 y 146 de la calle Obrapía, hoy número 111, entre Obispo y Mercaderes.

Posteriormente, Chacón orientó realizar algunas transformaciones en los techos, la portada principal, la fachada y en varias paredes interiores; asimismo indicó construir una torre miradora y acometer transformaciones en la distribución espacial, hasta que en 1796 fue comprada por el comerciante Mariano Carbó, quien le adicionó otras reformas, entre estas una azotea rodeada por barandas.

Según registros de la época, confirmados mediante estudios de raspado de diferentes capas de colores en las paredes, la casa fue decorada con una pintura mural del reconocido pintor José Nicolás de la Escalera, uno de los grandes maestros de la plástica en tiempos de la colonia, enorme dibujo que a modo de cenefa ocupaba 42 varas del salón principal y más de 360 del resto de las habitaciones.

Entretanto, el techo de la sala ostentaba una ornamenta con ribetes dorados, mientras que iguales áreas del comedor y la alcoba central igualmente estaban pintadas con alegorías del período colonial, diseño interior que trascendía al balcón y las guarniciones de las puertas.

En el año 1832, la Marquesa de Santa Alalla compró el edificio marcado en 1886 con el número 7. Con la llegada del nuevo siglo, allí habitaron otras familias hasta que a mediados de esa centuria la planta alta del inmueble derivó en una ciudadela donde vivían seis familias, las cuales realizaron diferentes tipos de construcciones para adaptarlas a sus gustos, a la vez que construyeron baños, áreas de cocinas y otras habitaciones; mientras que en los bajos primero se instaló un taller automotriz y posteriormente, en los años 80, se convirtió en un establecimiento para la reparación de cocinas.

Meses de estudios, investigaciones, realización de proyectos y búsqueda de informaciones dedicaron Guayasamín y Leal, junto con un experimentado equipo de peritos, antes de comenzar las labores de reconstrucción total de la casona en la que igualmente se encontraron otras pinturas murales, valoradas como tesoros de la arquitectura colonial cubana. Finalmente, al edificio pensado como vivienda del pintor amigo de Cuba le fue devuelta la magnificencia de los años de fundación en el siglo XVIII. Aunque nunca durmió allí, Guayasamín visitaba frecuentemente su vivienda-taller y, cuando abría las ventanas, se ponía a conversar con sus vecinos.

Desde los primeros momentos del triunfo de la revolución cubana, el excelso artífice quería venir a Cuba para conocer y pintar al líder que encabezó la épica libertadora que propició que esta pequeña ínsula fuera el primer país latinoamericano libre de la dominación imperialista. Lo logró en 1961, ocasión en que le hizo el primer retrato a Fidel, obra que realizó en unos 15 minutos. Posteriormente, en 1981 y 1986 volvió a pintarlo. También llevó al lienzo al General de Ejército Raúl Castro Ruz, y a los reconocidos cantautores Carlos Puebla, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, así como al antropólogo Antonio Núñez Jiménez, entre otras relevantes figuras de la política y la cultura cubanas. Actualmente esos cuadros forman parte de la colección de la hoy Casa-Museo Oswaldo Guayasamín.

El carismático ecuatoriano que cautivó a los cubanos, conocía muy bien nuestra historia, las tradiciones de lucha primero frente a la metrópoli española y posteriormente en defensa de las conquistas del socialismo constantemente amenazadas por la política hostil del gobierno de Estados Unidos y su criminal bloqueo, cuestiones que no solo conoció de cerca durante sus recurrentes viajes a esta isla, sino además por su sistemático nivel de información a través de los libros y de la prensa.

Por ese motivo seleccionó el ocho de enero, en fecha coincidente con el aniversario 33 de la llegada a La Habana de la Caravana de la Victoria, encabezada por Fidel, para inaugurar su casa en La Habana, donde actualmente se exhiben algunas de sus prendas y muebles personales y varias obras originales donadas por él para el disfrute de nuestro pueblo, el cual asimismo puede apreciar allí numerosas piezas del arte popular latinoamericano, además de objetos precolombinos y del siglo XIX ecuatoriano, especialmente traídos por él para este lugar.

También se exponen grabados, láminas, joyas y otros objetos decorativos creados por el maestro, y se difunde el arte latinoamericano contemporáneo.

En una de las salas de la planta alta, se realizan exposiciones transitorias de creadores de la plástica, cubanos y extranjeros; así como se programan conferencias y se exhiben videos sobre la vida y la obra del ilustre latinoamericano descendiente de padre indígena y madre mestiza.

En este acogedor centro, actualmente dirigido por el joven y experimentado museólogo Fabián Betancourt Iglesias, existe un equipo de trabajadores conocedores del legado de Guayasamín. Este ocho de enero, tienen previsto un encuentro con amigos y asiduos visitantes de la Casa Museo para celebrar sus 28 años de existencia, ocasión en que presentarán el calendario de bolsillo 2021.

En ocasión del aniversario 20 de la institución, la prestigiosa Fundación Oswaldo Guayasamín donó allí una colección de fotografías tomadas en el acto inaugural de la casa; en la que también pueden conocerse y estudiarse aspectos relacionados con el legado cultural de este maestro con una prolífica labor pictórica expresada a través de sus emblemáticas series que definen sus tres etapas creativas: Huacayñan, la Edad de la Ira y La Edad de la Ternura. En esta última sobresale la pieza Niña Azul, de la serie Mientras vivo siempre te recuerdo, la cual dedicó a todas las madres del mundo, y en especial a la suya.

Cultivador por excelencia de la Escuela Indigenista, Guayasamín llevó al lienzo, la cartulina, el grabado, la escultura y el mural el espíritu latinoamericanista. Su obra, esencialmente cubista y expresionista, deviene rico entretejido de auténticos valores de los pueblos originarios y fundacionales de las culturas andinas con las vanguardias artísticas contemporáneas, en tanto constituyen gritos de denuncia en contra de la marginación y el atropello a los pobres y oprimidos del continente.

Graduado de Pintor y Escultor en la Escuela de Bellas Artes de Quito, el prestigioso artífice fue acreedor, durante su juventud, de todos los Premios Nacionales. En el año 1952 obtuvo el Gran Premio de la Bienal de España y más tarde del Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo. Realizó más de 180 exposiciones individuales y su producción fue prolífica en cuadros de caballete, murales, esculturas y monumentos. Expuso en museos de la totalidad de las capitales de América, y de muchos de los países de Europa.

También fue amigo de Francois y Danielle Mitterrand, Gabriel García Márquez, Rigoberta Menchú, y otras relevantes personalidades de todo el mundo. Recibió varias condecoraciones oficiales y doctorados Honoris Causa de diferentes Universidades de América y Europa.

Al producirse su lamentable fallecimiento se encontraba inmerso en su obra cumbre: La capilla del hombre, paradigmático museo con extraordinario sentido humanístico, devenido templo de reivindicación del hombre ante la violencia y la discriminación que vivió y sufrió durante todo el Siglo XX.

Además de la Casa Museo Oswaldo Guayasamín de La Habana —la más antigua— posteriormente fueron creadas otras dos, respectivamente existentes en Cáceres, España (1995), y Quito, Ecuador (2012). En ellas revive el noble y emprendedor espíritu del Pintor de Iberoamérica.

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