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Los depósitos de nuestra memoria

Los acontecimientos más importantes: políticos, ideológicos, culturales, históricos, científicos, económicos y deportivos, ocurridos en más de dos siglos en Cuba, y en buena parte del mundo, han sido reflejados por periodistas, fotógrafos, dibujantes y caricaturistas en periódicos, tabloides, revistas y boletines que se hallan bajo el resguardo de la Biblioteca Nacional José Martí, lo que constituye un valioso tesoro.

De ahí la obligada visita a la institución de estudiantes, profesores, investigadores, intelectuales y público en general si se quiere conocer cómo se dio a conocer tal o más cual suceso y cómo eran las costumbres y modas, y qué los avances científicos e inventos tecnológicos correspondieron a cada uno de los dos siglos.

Porque la Biblioteca Nacional es fuente para la investigación periodística e historiográfica, que no sustituye internet. ¿Cuántas tesis, libros u otras obras, deberán su hondura al tesoro patrimonial documental, bibliográfico, artístico y sonoro que resguarda esta institución?

Mediante el Decreto Ley 265 del 14 de mayo de 1999, la Biblioteca Nacional quedó encargada de la recopilación y archivo sistemáticos de todo lo que se publica en el país. En la actualidad, sus servicios no se limitan al lugar de su ubicación en La Habana, en la Plaza de la Revolución. Ella es la rectora del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas que abarca a más de 411 bibliotecas, distribuidas por casi todo el territorio de la Isla.

La biblioteca más antigua

Interior de la Biblioteca Nacional José Martí. Foto: BNJM

Fue creada en la Sociedad Económica Amigos del País y llegó a atesorar 41 mil 487 volúmenes en la alborada del siglo XX. También a finales del XVIII existió una pequeña biblioteca en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, a la cual los profesores entregaban los textos escritos de las asignaturas que impartían y, gracias a ello, hoy se conservan los textos de Filosofía electiva de José Agustín Caballero y las lecciones de Filosofía de Félix Varela.

Asimismo, importantes figuras de la intelectualidad y ciencia crearon bibliotecas particulares.  Entre ellos, Francisco de Arango y Parreño, Antonio Bachiller y Morales, Domingo del Monte  y José Silverio Jorrín.  Por otro lado, sociedades culturales, de recreación y algunas logias masónicas fundaron bibliotecas públicas con muy escasos recursos.

Ya para entonces tomaba fuerza la idea de fundar una biblioteca con carácter nacional, cuya creación tuvo lugar el 18 de octubre de 1901. La Biblioteca Nacional fue instalada en el Castillo de la Real Fuerza, abarcaba un salón de 30 por 7,5 metros.  En los inicios contó con 3 000 libros, donados por su primer director, Figarola Caneda. En 1902, la institución fue trasladada a los altos de la Maestranza de Artillería. Años después, Pilar Arazosa de Muller donó una pequeña imprenta, donde se editaron números de la Revista de la Biblioteca Nacional (hoy llamada Lirínsula).

Otra vez, la Biblioteca sería trasladada de lugar. Entonces, las estanterías fueron a parar al Capitolio Nacional, que se encontraba en construcción. En una nave del Viejo Presidio fueron depositadas cajas llenas de libros y documentos (algunos no fueron empacados y quedaron expuestos a la humedad y el polvo).  A tan alarmante situación, se unió la destrucción de valiosos volúmenes, debido al incendio que hubo en este sitio.

Los gobiernos de turno prestaron poca atención al cuidado de la Biblioteca Nacional que exhibía un acelerado deterioro, razón que llevó al historiador de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring, a fundar en 1936 la Sociedad Amigos de la Biblioteca Nacional, con miras a la defensa de la institución y a denunciar el caos en la educación y la cultura que padecía el país. Al movimiento se unieron destacados intelectuales. Dos años más tarde, la Biblioteca fue traslada al Castillo de la Fuerza, mediante una mudanza tan poco cuidadosa que causó daños a la institución, época en que también fueron afectados sus fondos.

No es hasta el 21 de marzo de 1941 que, mediante la Ley No. 20, se destinó la recaudación de la zafra azucarera a la compra de un terreno para la construcción del definitivo edificio de la Biblioteca Nacional, asunto del cual se encargó la entonces Junta de Patronos, que adquirió el terreno correspondiente en 300 000 pesos. La primera piedra fue colocada el 28 de enero de 1952, y desde 1949 la Biblioteca Nacional tenía el nombre de José Martí, sugerido por el Dr. Fernando Ortiz a la Junta de Patronos.  El 12 de junio de 1957, fue dispuesto el traslado de la institución al nuevo y moderno inmueble.  Su edificación resultó una de las más notables de la década de 1950.

Interior de la Biblioteca Nacional José Martí. Foto: BNJM

El 21 de febrero de 1958 fue inaugurado el notable edificio.  Aquel día el Dr. Fernando Ortiz pronunció un discurso, en el que resaltó: La Biblioteca Nacional estuvo hasta hace días en el Castillo de la Fuerza, que España construyó en el siglo XVI para defender su dominio contra los piratas del exterior. Auguremos hoy que este edificio de la Biblioteca de Martí sea un nuevo Castillo de la Fuerza desde donde la nación cubana pueda contra sus enemigos de toda laya, defender su civilización, su República y su libertad. El texto completo de la intervención del Dr. Ortiz está publicado en la revista de la institución de julio-diciembre de 2012.

Cuando abrió sus puertas al público mostraba un gran desarrollo de colecciones, con motivo de fabulosos donativos efectuados por prestigiosas figuras de la intelectualidad cubana. Asimismo, la institución ya era poseedora de uno de los más importantes fondos bibliográficos y documentales de Cuba.

Mayor beneficio y apoyo obtuvo la Biblioteca Nacional José Martí al triunfo de la Revolución en 1959.  Días después, fue nombrada como su directora la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, quien definió objetivos, funcionamientos y normativas que regirían la institución.

Ella orientó una profunda reorganización, recatalogación y clasificación de las colecciones existentes en los fondos. Fueron ampliados los departamentos con la creación de los nombrados: Selección, Consulta, Referencia, Arte, Juvenil, Biblioteca Circulante de Adultos y Mantenimiento.

Hoy, entre otros servicios, la institución también cuenta con una biblioteca digital que atesora lo más auténtico de la literatura cubana, obras del siglo XVII hasta el XX, las cuales son de difícil acceso al formato impreso por la antigüedad y su valor intrínseco.

Los usuarios tienen a su disposición, además, variadas publicaciones electrónicas, y además, pueden consultar bases de datos, catálogos, bibliografías, colecciones y listados de la Biblioteca Nacional José Martí y del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Cuba.

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Angela Oramas Camero
Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana. Es vicepresidenta de la filial de prensa de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y vicepresidenta del Club Martiano de prensa “Gonzalo de Quesada”
https://www.cubaperiodistas.cu

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