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Martí y Fermín, la amistad fecunda de dos héroes

Por José Antonio Quintana García
En la casa de Valdés, Martí halló pan y cariño. El efecto de la mirada dura del atribulado padre se desvanecía gracias al amor recibido en aquel hogar, donde una nutrida biblioteca le ampliaba los conocimientos. Pepe, agradecido, ayudaba en los estudios a su anfitrión.”Nunca supe lo que era público ni lo que era escribir para él, mas a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes nunca tuve tampoco miedo de hacerlo.”Martí siguió leyendo los párrafos del editorial que había escrito para El Diablo Cojuelo; a su lado, Fermín escuchaba con atención. El primer número de este periódico, empresa en la que se enrolaron con el entusiasmo que caracteriza a los adolescentes, vio la luz el 19 de enero de 1869 en la imprenta El Iris. Nacía el Martí periodista.

La cárcel

Las botas de una escuadra del Cuerpo de Voluntarios retumbó en la empedrada calle Industria. En la casa de los Valdés Domínguez se escucharon risotadas. Para los improvisados militares fue suficiente. Por la noche regresaron y, después de un minucioso registro, en el que también hubo agresiones físicas, hallaron una carta firmada por Martí y Fermín. En ella se llamaba apóstata a su exdiscípulo Carlos de Castro y de Castro.

Acusados de infidentes ingresaron en la cárcel. Allí la amistad adquirió nuevos matices. Cuando se realizó el juicio, cada uno, como sus letras eran muy parecidas, se responsabilizaba por la carta. Pero el verbo de Martí resultó más convincente y sobre sus hombros cayó el mayor peso de la “justicia”. En esta dura etapa le dedicó dos fotos al amigo.

Desterrados

El calor agobiante hacía más difícil la vida del Apóstol en Madrid. Las heridas provocadas en su piel fina por las cadenas del presidio se resistían al trabajo de los médicos. Dos veces fue operado, pero los dolores continuaban. En una buhardilla, sobre un humilde camastro, descansaba el delgado y pálido cuerpo.

Cuando Fermín lo vio en tales condiciones, en ese inolvidable mes de julio de 1872, sintió pena e indignación a la vez. Sin esperar, tomó parte del dinero que le entregó su padre y lo puso a disposición del convaleciente. Una nueva intervención quirúrgica mejoró la salud del Maestro, aunque estaba condenado a sufrir el mal para siempre.

Desde luego, con la llegada del amigo las cosas cambiaron. A través de extensas conversaciones se puso al tanto de la situación de los cubanos. El relato sobre el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina lo conmovió y avivó sus deseos de liberar a Cuba. Fermín era testigo excepcional de aquel hecho.

Después de estudiar, los dos jóvenes dividían su tiempo en ir al Ateneo de Madrid, la Biblioteca Nacional, los teatros o a la logia Armonía, en la que se entrenaba Martí en el arte oratorio. También, se deleitaban con los platos a base de cabrito o conejo que ofertaban en la Taberna de Botino.

Completaban las distracciones las fiestas que se daban en los salones del Marqués de San Gregorio, de la Marquesa de Vega Armijo o en los de la cubana Barbarita Echevarría, viuda del general Ravenet. Por esa época, Fermín redactaba un folleto en el que denunciaba el asesinato de los estudiantes de Medicina, al cual le incluyó el poema A mis hermanos muertos el 27 de Noviembre, escrito por Martí. Ante la persistencia de los achaques de ambos (Valdés padecía de una enfermedad estomacal), viajaron a Zaragoza en el mes de mayo de 1873, donde prosiguieron los estudios.

Los teatros, los paseos por el campo, las tertulias, las visitas al pintor Gonzalvo, hicieron su estancia más grata en Aragón. Llegó el momento de la separación después de concluir Martí las carreras universitarias. Partió hacia México. En el Havre fue la despedida. Antes de tomar el vapor Fermín pagó un pasaje de primera para su amigo. Temía que este navegara como simple emigrante con la intención de ahorrar dinero para entregarlo a la familia, como así ocurrió.

Reencuentros

El gobierno español, en 1877, había hecho algunas reformas, muy elementales por cierto. Martí aprovechó la ocasión y regresó a la Patria. Cuando el sol desaparecía se dirigía a la casa de Fermín, en la que se desarrollaba una tertulia. En ella leyó su drama Adúltera.

Tenía en mente trasladarse hacia Guatemala, en este proyecto recibió la ayuda de don José Mariano, padre de su amigo, quien le entregó cartas de recomendación para varios conocidos suyos en el país centroamericano de donde era oriundo.

El humo anunció el arribo del vapor Nuevo Barcelona a la Bahía de La Habana. Era el 31 de agosto de 1878. Acompañaba a Martí su esposa Carmen Zayas Bazán, quien estaba embarazada y quería parir a su progenitor en la tierra natal. También se hallaba en vísperas de ser madre la consorte de Fermín. Por eso, compartieron la ansiedad de los padres primerizos. Vivieron bajo el mismo techo en La Habana.

Poco tiempo estuvo el Maestro en la capital cubana. Se sumó a la conspiración y de nuevo fue desterrado en 1879. Dejó a Fermín con el rostro desencajado, pues había muerto su pequeña niña.

Lejanía

En la década del ’80, del siglo XIX, se produjeron cambios en la política de España en relación con Cuba, entre ellos, la legalización del Partido Autonomista, en el que se afiliaron los que se oponían a la lucha armada. Fermín formó parte de esta institución. Debe haber sido dolorosa para Martí esta situación.

Fermín, como muchos profesionales cubanos, confiaba en las promesas de la Metrópoli. Sus ideas las vertió en publicaciones, y cuando Antonio Zambrana marchó a Madrid se hizo cargo de la dirección del periódico El Cubano.

Por esa fecha, 1887, desarrolló una prolongada campaña de denuncia contra los voluntarios que cometieron el crimen de 1871 con los estudiantes. Las gestiones que llevó a cabo para demostrar la inocencia de sus compañeros fueron coronadas con el éxito, al declarar Fernando Castañón que la tumba de su padre no había sido ultrajada.

También, imprimió un libro titulado El 27 de noviembre de 1871, edición ampliada y corregida del folleto que sobre el mismo tema había publicado en España años antes. La palabra reconfortante de Martí, quien estaba al tanto de su labor reivindicadora, le llegó en una carta firmada el 28 de febrero de 1887:

“Y tú, Fermín, eres uno de los mejores, pues has podido, en instantes y cosas que turban la vista y desatan la mano, ser justo sin ser vengativo. Eso es lo que te celebro; y en eso es en lo que has servido mejor a tu Patria. ¡Feliz tú que has sabido domar la ira, y en una hora trágica y memorable dejar satisfechos a las sombras de tus hermanos!”

Fermín estaba al frente de una comisión creada para gestionar el dinero y luego construir un Mausoleo en el Cementerio de Colón a los estudiantes de Medicina. Cuando Martí vio una fotografía del proyecto de esta obra, sin cortapisas, le señaló los defectos y virtudes del mismo.

En 1892 Fermín se encontraba en la ciudad de Baracoa ejerciendo la Medicina. Allí conoció que su amigo había fundado el Partido Revolucionario Cubano. Viajó a Nueva York y se puso a su disposición; realizando una labor separatista entre los vecinos de la villa más antigua de la Isla.

Desdichado se sentía dos años después al ver destruido su matrimonio. Entonces fue al encuentro de Martí y decidió fijar su casa en el Key West. Su pluma colaboró con los periódicos independentistas Patria y Yara. Entre los patriotas de la emigración fue bien recibido, llevaba una carta de presentación de Martí, quien en misiva dirigida a Gualterio García le decía “es de hábitos estudiosos y ni quiere estar tan solo que el rincón le esté mal atendido, ni tan acompañado que no pueda dar con libertad a sus deberes de médico y a su gusto por la pluma y por los libros”.

Abril de 1894. Martí se mueve sin descanso por los Estados Unidos. Es un mes decisivo en la organización de la guerra. Gómez lo visita para conocer la marcha de los preparativos. Fermín, por su parte, trabaja en la recaudación de fondos y en la propaganda revolucionaria. El Apóstol tiene poco tiempo disponible para responderle las numerosas cartas que este le envía, por eso le dice: “Llévame un diario de tu vida, y más largo mientras menos te lo responda. En mí el silencio es pena. La alegría me pone conversador. Si callo, escríbeme fuerte. Yo te veo a todas horas, con estos ojos vigilantes”.

La última foto

Era el 19 de mayo de 1894. Cayo Hueso se estremecía con la visita de Martí. Acompañado de Fermín y Panchito Gómez Toro termina de desayunar. Se levanta y le dice a su amigo de la infancia:

— Hoy tenemos que retratarnos. Haremos un grupo los tres, y otro, que quiero dejar en el Cayo como demostración de gratitud, en donde estemos juntos tú y yo. Fermín, sonriente, le expresa que no cree merecer retratarse solo a su lado. Luego le pregunta:

—¿No te parece que ese grupo de los dos podríamos hacerlo en Cuba Libre?

—No —le responde el Apóstol—. Allá vamos a morir. Después se dirigen a la fotografía del cubano Antonio Estévez y dejan sus imágenes para la historia.

Mambises

En la manigua insurrecta Martí añoraba la presencia de Fermín; a Gonzalo de Quesada y a Benjamín Guerra les escribe, el 26 de abril, orientándoles organizar una expedición en la que alistaran al amigo. Unos días después, el 30, en otra carta a Quesada, le dice: “¿Y Fermín? ¡Ah, si Fermín pudiera caer en Baracoa! Pero no, el gordazo a andar como anduvimos: se nos acaba.”

No volvieron a verse. A finales del mes de julio, Fermín, como quería Martí, se incorporó a la guerra y alcanzó los grados de Coronel del Ejército Libertador. También, desempeñó cargos de importancia en el Gobierno de la República en Armas. En la Neocolonia mantuvo una actitud de aislamiento frente a los políticos, concentrado en el ejercicio de su profesión. Murió el 13 julio de 1910. Había nacido un mes después que Martí.

• Publicado originalmente en Canarias Cuba.

(Tomado del periódico Invasor)

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