Este artículo se publicará cuando parece inminente que se lograrán acuerdos para un alto el fuego en Gaza como etapa de un proceso mayor “de paz”. Mientras tanto, diversas fuentes informan que las brutales acciones armadas del régimen sionazi de Israel contra el pueblo palestino, más que persistir, se intensifican.
Un observador sugiere que la ocupación actúa como “si estuviera corriendo contra el tiempo para infligir la mayor cantidad de destrucción y dolor antes de que la tregua entre en vigor el domingo”. Podría haber prescindido del tono conjetural, pues son contundentes las evidencias de una masacre programada y que se ha venido cometiendo a la vista del mundo, con la complicidad —para no decir coautoría— de la potencia que ahora se vende como “garante” del proceso de “paz”.
Que hoy la represente un gobernante que todavía no ha tomado posesión formal de su cargo no modifica básicamente las cosas. Al hecho de fondo de que se trata de un sistema cuya esencia no cambiará con una sucesión de mandos, se suman las sobradas muestras que el nuevo presidente ha dado de su identificación con el socio israelí.
Desde la Casa Blanca, en su primer período presidencial decidió trasladar la Embajada de su país en Israel para Jerusalén, hecho del que no se puede ignorar su significado en el plano simbólico y en la violación objetiva de acuerdos internacionales. Y en ningún momento el siniestro magnate se ha desmarcado de su apoyo al régimen sionista.
Toda persona decente y de buena voluntad verá bien que se interrumpa la masacre en Gaza, y ojalá también las otras acciones criminales con que Israel la acompaña. Pero no se deben cerrar los ojos ante la trama del proceso “de paz”, como tantos han hecho en general frente a la tragedia del pueblo palestino.
En Israel hay opositores al nuevo Holocausto, aunque los medios dominantes los oculten y silencien sus voces. Las enormes falacias fabricadas por el régimen sionista para calzar sus intereses no deben conducir a que se hable, sin más, de acciones contra palestinos por parte de judíos. Hacerlo velaría la verdadera naturaleza del conflicto y la utilización del elemento religioso para cometer crímenes, incluso en nombre de Dios.
Falta ver que el gobierno encabezado por Netanyahu, émulo aventajado del Hitler que masacró al pueblo judío, cumpla las obligaciones esperables del acuerdo en marcha. Sobre todo, se debe pensar en qué condiciones queda el pueblo palestino después de ser sometido a una trituración implacable con el asesinato de varias decenas de miles de sus integrantes, gran cantidad de ellos niños y niñas, hasta neonatos.
¿Qué familias y hogares —físicos y afectivos— hallarán los palestinos liberados de las cárceles sionistas? ¿En qué estado físico y sobre todo mental podrán desempeñarse los sobrevivientes de Gaza luego de la tragedia que se les ha impuesto? De la voluntad de exterminar un pueblo da testimonio la saña con que actúa el sionismo.
Suponiendo —algo difícil de imaginar— que los colonos y las fuerzas armadas sionistas renuncien a seguir asesinando palestinos y abandonen las tierras ocupadas, ¿cuántos recursos, tiempo incluido, necesitarían las víctimas para solamente reconstruir lo destruido en Gaza por bombardeos programados para arrasarlo todo, en especial a los seres humanos?
Los ya más de quince meses transcurridos desde el 7 de octubre de 2023 son el tramo más visible y monstruoso de algo mucho más prolongado: el proceso de usurpación territorial y violación de derechos que comenzó en 1948 contra Palestina. Entonces fue privada de gran parte de su territorio por maniobras en que sobresalió la pérfida Albión para fundar un estado israelí, que se opondría a la existencia de un estado palestino y sería un instrumento de los Estados Unidos en Medio Oriente.
Muchas voces que hasta parece que intentan ser neutrales, solo se muestran capaces de condenar el genocidio cometido por los sionazis comparándolo con la acción de Hamas aquel 7 de octubre. Para repudiar el genocidio no es necesario justificar esa acción de Hamas, ni entrar en sospechas y conjeturas sobre si realmente sorprendió a los tan avalados medios de inteligencia israelíes, o si entre ellos hubo quienes optaron por favorecer la fabricación del pretexto buscado para llevar hasta el final el exterminio que deseaban aplicar contra el pueblo palestino, y que ya habían comenzado.
Aunque se admita que el 7 de octubre un Hamas acaso penetrado por enemigos de su pueblo contribuyó a la fabricación de tal pretexto, a la vista del mundo está la desproporción entre lo hecho por Hamas y el genocidio del pueblo palestino por las fuerzas sionazis. Quienes se esmeran en parecer equidistantes y neutrales, en el fondo justifican, factualmente, la respuesta del gobierno de Netanyahu y, de paso, apoyan los intentos de negar el derecho de los pueblos ocupados a defenderse.
Quien pretenda ser un ser humano decente deseará que en Gaza se alcance el cese el fuego. Pero este debería ser fruto de la presión mayoritaria del mundo, encauzada por los organismos internacionales y en especial por la Organización de Naciones Unidas, no de gestiones y planes del gobierno de los Estados Unidos.
Lo que está ocurriendo confirma la patética nulidad —visibilizada cada vez más— a que los intereses de los propios Estados Unidos, con el apoyo de sus cómplices, han reducido a la ONU. Ahora un Trump, de abultado expediente delictivo —que incluye el azuzamiento del asalto al Capitolio de Washington el 6 de enero de 2021, gruesa burla a la pretensa democracia estadounidense— procura anotarse el mérito del acuerdo que se gesta.
A todo lo que hay de hipócrita en ese intento en sí mismo, añádase lo que puede haber de búsqueda de simpatía o tolerancia para sus amenazas relativas —por no citar más— a México, Panamá, Canadá y Groenlandia. Tales amenazas podrían percibirse como excentricidades de un magnate grosero y hecho al manejo de la publicidad, pero la esencia imperialista presente en ellas exige no menospreciarlas, ni descuidar la vigilancia y la actitud requeridas para hacerles frente.
Los rejuegos previsibles en torno al cese el fuego en Gaza, propician tener en cuenta un hecho: en ellos participan centralmente dos gobiernos aliados que han sido los únicos en desconocer las votaciones en la Asamblea General de la ONU contra el bloqueo a Cuba, y uno de ellos es precisamente el que la tiene bloqueada hace bastante más de seis décadas.
Un pueblo como el cubano estará preparado para interpretar rectamente los actos del imperio, y entre ellos puede hallarse la tardía contribución al cese el fuego que urge en Gaza, y cuya aprobación no garantiza que el gobierno sionista cumpla todas sus derivaciones, o sacar a Cuba de una lista de países asociados con el terrorismo en la que este país nunca debió estar. Tampoco es seguro que ese paso lleve al total levantamiento del bloqueo, aunque se hayan hecho otros anuncios parciales favorables para Cuba.
Trump puede intentar aparecer como el “salvador” de Gaza frente a un Biden que ha sido cómplice del genocidio. Y ese Biden puede buscar méritos como “benefactor” de Cuba al sacarla de una lista infame en la que él la mantuvo hasta las postrimerías de su presidencia, luego de que la incluyera Trump al final de lo que fue su primer cuatrienio en la Casa Blanca.
Así Biden le dejaría a Trump la tarea de volver a poner a Cuba en esa lista. Es incluso de esperar que lo haga quien en su mandato inicial arreció el bloqueo con un torrente de medidas cuya médula Biden ratificó, traicionando lo que había prometido o al menos insinuado en su campaña electorera.
El genocidio que se lleva a cabo contra Palestina por la vía armada y puede resultar ya más consumado que interrumpido al adoptarse los acuerdos en marcha, en el caso de Cuba tiene correlato en el bloqueo. Si los sionazis intentan aniquilar al pueblo palestino con bombardeos y sus consecuencias, el gobierno de los Estados Unidos instauró el bloqueo contra Cuba para provocar que el empobrecimiento, las penurias, el hambre y la desesperación priven al gobierno revolucionario del apoyo mayoritario del pueblo y conseguir así en ella el “cambio de régimen” que sin éxito vienen intentando lograr.
De algún modo, Palestina y Cuba —que no olvida a su hermana Puerto Rico y sigue apoyando su independencia, como apoya la libertad de la Palestina masacrada— son también de un pájaro las dos alas.
Imagen de portada: Cese al fuego en palestina. Foto: Tomada de Pie de Página.
Magnífico escrito, profundo y sensible, como nos tiene acostumbrado el profesor Toledo Sandé. Gracias