Fidel y Carlos Bastidas
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Palabras de Fidel cuando asesinaron a Carlos Bastidas

Desde Radio Rebelde, en la Sierra Maestra, Fidel Castro denunció en mayo de 1958 el asesinato días antes en La Habana del joven periodista ecuatoriano Carlos Bastidas Argüello a manos de la policía de la tiranía de Batista.

Cada año, hace ahora 65, se recuerda aquel crimen del reportero que había llegado a la Sierra Maestra a mediados de marzo, el último contra un periodista en represalia por el ejercicio de la profesión en Cuba.

Tras el fracaso de la huelga del 9 de abril las fuerzas revolucionarias se prepararon para enfrentar la ofensiva de 10 000 soldados de la dictadura apoyados por equipos blindados, la aviación, la artillería terrestre y naval.

El líder rebelde dispuso el traslado de la planta de radio, que con el hospital y la Comandancia, marcarían las posiciones a defender hasta la última bala.

En esas circunstancias se decide que Carlos Bastidas, ya convertido en un entusiasta colaborador de la emisora, regrese a la capital y haga llegar sus trabajos acerca de que vio y vivió en los territorios liberados.

¿A quién mataron? A los 14 años Carlos hizo una entrevista a Velazco Ibarra, presidente del Ecuador, que insertó en una revista estudiantil. Sus andanzas posteriores lo llevaron a EE.UU., donde entrevistó a otro Presidente, a Hungría a raíz de la intervención soviética, a Colombia tras la huida del dictador Rojas Pinilla y a Venezuela todavía bajo la tiranía de Pérez Jiménez.

Pretendió viajar a Santo Domingo, con la esperanza de trasmitir el derrocamiento de Trujillo, pero le prohibieron el ingreso. Fue entonces que dirigió su mirada a nuestro país a donde llegó con su libreta de notas y la cámara para descubrir la verdad, compartirla y afrontar los riegos.

Su simpatía hacia las luchas por la justicia social se fueron acentuando a medida que investigaba y contrastaba las realidades de nuestras naciones, en las que predominaban estructuras neocoloniales, regenteadas por oligarquías locales y el poder económico extranjero. Las ideas expuestas en sus trabajos y su activismo personal lo fueron poniendo en la mira de los enemigos de cualquier cambio de signo popular.

Ese fue el reportero que una vez en la Sierra Maestra se dirigió a los campesinos, convivió con los combatientes, habló por Radio Rebelde y entrevistó a Fidel Castro.

Una atmósfera de represión y asesinatos lo esperaba en La Habana, una ciudad muy peligrosa para el recién llegado de la Sierra Maestra. En la capital realiza visitas a la sede diplomática de su país y a la Revista Bohemia entre otros lugares. Documentos desclasificados de la CIA revelan que la Embajada de Estados Unidos tenía información sobre él y su paso por la Sierra Maestra, lo cual facilitó la localización y su posterior asesinato.

Como sabemos, en el Bar Cachet, de Prado, entre Neptuno y Virtudes, Bastidas recibió un disparo en la cabeza por parte del cabo Orlando Marrero Suárez alias Ojos Gachos, matón de la policía de investigaciones de la dictadura. A este criminal se le encargaban misiones especiales como fue la de dar muerte al respetado abogado y político cubano Pelayo Cuervo Navarro.

En una oportunidad, leyendo el “Diario de un Combatiente, de la Sierra Maestra a Santa Clara”, del Comandante Che Guevara, me llamó la atención, lo escrito por este el 22 de mayo de 1958 acerca de Radio Rebelde: “En estos últimos días, tomamos bajo nuestra dirección la planta y se nota una gran mejoría. Fidel lee personalmente un trabajo sobre el asesinato del periodista ecuatoriano Carlos Bastidas”.

La Oficina de Asuntos históricos del Consejo de Estado, que resguardaba los documentos relativos a la programación de Radio Rebelde nos hizo llegar una fotocopia del original mecanografiado con correcciones manuscritas en las que se apreciaba la letra inconfundible del Comandante en Jefe.

Transcribo a continuación el texto del valioso documento:

 En días pasados llegó una noticia que nos sumió a todos en profunda pena:

El asesinato del periodista ecuatoriano Carlos Bastidas por las fuerzas represivas de la dictadura de Batista en la capital de la República. La versión oficial fue que el periodista Bastidas cayó abatido por un agente de la policía cuando borracho corría tras una mujer.

 Lo de siempre: encima del asesinato, la vil calumnia. Tanto como el asesinato indigna la infamante imputación. La familia de Carlos Bastidas, compañeros de profesión, sus amigos, sus compatriotas del Ecuador, los que lo conocieron en la escuela como alumno brillante e inteligente tienen que haber sufrido, además del impacto terrible de su trágica muerte, el dolor impotente de escuchar en los propios labios de sus victimarios la canallesca versión de que se asesinaba a un delincuente, a un vicioso, a un sádico.

 Era difícil concebir a un periodista culto y educado corriendo como un energúmeno por las calles de la capital tras una infeliz mujer que demandaba auxilio. La versión resultaba demasiado sospechosa, sobre todo, si se tiene en cuenta que Carlos Bastidas acababa de salir de la Sierra Maestra donde vino a hacer un reportaje. Lo que ocurrió a Carlos Bastidas no tenía nada de extraño si se considera que algunas semanas atrás otro reportero que salió de la Sierra, el periodista español Enrique Meneses, corresponsal de la revista francesa Paris-Match, fue detenido en La Habana, torturado y obligado a retractarse vergonzosamente de las informaciones que sobre los rebeldes de la Sierra Maestra y el Movimiento 26 de julio había escrito para la revista Bohemia, Paris-Match, United Press y otros órganos y agencias de noticias.

 Enrique Meneses salvó la vida porque claudicó, porque se sometió a suscribir las declaraciones que le presentó la policía porque, en dos palabras, para salvar la vida llegó hasta la delación de todos los contactos clandestinos del Movimiento 26 de julio que lo habían estado auxiliando durante varios meses en su misión periodística. Muchos valiosos compañeros fueron perseguidos por la delación que arrancó la policía a Enrique Meneses.

 Es doloroso que Enrique Meneses no hubiera tenido como hombre el valor de resistir, pero es todavía más terrible e indignante que un periodista en el cumplimiento de su misión pueda ser sometido a tan bárbaros procedimientos, obligado a retractarse y a convertirse en delator, para salvar la vida aún a trueque de destruir para siempre su carrera.

 Carlos Bastidas era más rebelde, nadie hubiera conseguido hacerlo retractar o denunciar los contactos que lo habían auxiliado para venir a la Sierra Maestra. Su aversión a las dictaduras era tal que en los días de su visita a nuestro campamento que coincidieron con la huelga solicitó y se le concedió hablar desde nuestra emisora rebelde al pueblo de Cuba, poniendo en función de nuestra causa sus magníficas dotes de orador y prosista, saliendo al aire desde la planta no. 2 con el nombre simbólico de Atahualpa Recio.

 Atahualpa Recio que desde aquí habló muchas veces a nuestros oyentes, que desde aquí vertió su inquietud de periodista combativo que no podía cruzarse de brazos en medio de la contienda, que desde aquí patentizó la solidaridad de la raza y de la sangre de la América irredenta con la causa justa de nuestro pueblo, ha caído. Los que conocen la proverbial gratitud de los cubanos, hacia los hombres que en todas nuestras epopeyas libertadoras han venido de lejanas tierras a dar su sangre y su vida por nuestra patria comprenderán nuestro dolor.

 Carlos Bastidas fue asesinado por los esbirros de la tiranía de Batista. Se asesinó al periodista indoblegable, se asesinó al revolucionario, se asesinó al hermano de América Latina que no mereció para el tirano el respeto que le inspiran los hombres del norte. Batista sabe a quién golpea y a quien mata. No hubiera ocurrido así si se tratara de un periodista norteamericano: eso lo comprende todo el mundo. Pero no solo unos son dignos de respeto, también merecen respeto los periodistas de América Latina; también merece respeto el periodista español, el periodista francés, el periodista y el ciudadano de cualquier parte del mundo. Si el crimen es repugnante en todas sus formas es mucho más cuando se ceba cobarde contra los más débiles e indefensos.”

 La América entera, los periódicos y periodistas de todo el continente deben condenar con toda energía el asesinato alevoso del joven ecuatoriano Carlos Bastidas, arrancado de la profesión y de la vida a los 22 años de edad. No deben conformarse con una protesta más, hay que actuar, hay que denunciar ante los organismos internacionales los hechos que están ocurriendo en Cuba, hay que romper relaciones con el régimen oprobioso que de esta forma ultraja los derechos humanos, hay que demandar el cese de los envíos de armas que ya no solo se utilizan para asesinar a los hijos de esta tierra sino a los ciudadanos de cualquier país de América.

 Ya no solo se establece contra la prensa la más rígida censura, ya no solo se impide la divulgación de toda noticia para el país y para el extranjero sino que se asesina a los periodistas que tratan de llevar al mundo la verdad de lo que ocurre en Cuba.

 Desde aquí, hoy, nada podemos hacer por castigar a los criminales, pero prometemos solemnemente a los periodistas de todo el Continente y al pueblo del Ecuador que seguro los culpables pagarán el crimen y trasmitimos a ese pueblo noble, tantas veces golpeado y que tanto ha tenido que luchar por su libertad, nuestras condolencias y nuestra indignación de hermanos por el bofetón dado a esa nación, que es un bofetón a toda América.”

Así concluía la denuncia leída por el propio Comandante en Jefe por Radio Rebelde.

¿Qué fue del asesino? Escapó de la justicia popular como muchos otros criminales que recibieron acogida en Estados Unidos.

Jean-Guy Allard, periodista canadiense radicado en Cuba, ya fallecido, que era un especialista en rastrear a criminales, logró ubicar el teléfono de la casa donde el asesino residía tranquilo en Miami, pero allí se mostraron esquivos y el colega postergó la pesquisa para continuar sus investigaciones sobre el rastro de sangre de Luis Posada Carriles, que terminaron en un libro sobre los 40 años de terror del ex policía batistiano y agente de la CIA, que recibió también protección del Gobierno de EE.UU.

Cuba hoy es territorio libre de agresiones, asesinatos y desapariciones de periodistas, que respeta la integridad física y moral de los trabajadores de la prensa, tanto de los que laboran en los medios cubanos como los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana.

Un país donde no existe familia en la que, por ejercer nuestro noble oficio, le falte un padre o una madre, un hijo o una hija, un hermano o una hermana. Mis colegas no portarán un estandarte que reclame justicia para un compañero asesinado o exija el fin de la impunidad ante tales acciones; si exhibieran algo acaso sería un símbolo pequeño en su ropa, pegado al corazón, con el rostro de Carlos, como agradecimiento a un colega que vino a darnos aliento en momentos difíciles y expresión de orgullo al ejercer el periodismo en un país libre donde se respeta la verdad como atributo supremo de la palabra.

Imagen destacada: Única foto conocida del encuentro en la Sierra Maestra, en 1958, de Fidel Castro y el periodista ecuatoriano Carlos Bastidas Argüello, quien fuera asesinado en mayo de ese mismo año en La Habana por esbirros de la dictadura de Batista.

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Tubal Páez Hernández
Periodista cubano. Presidente de Honor de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC).

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