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Corresponsal de guerra contra el dengue

Recuerdos de hace cuatro décadas

Otra vez el dengue ataca a este archipiélago en el que vivimos y luchamos contra pandemias y otros demonios, algunos ocasionales y los ya casi permanentes. Esto me hace recordar la epidemia de 1981, en la que me convertí en una especie de corresponsal de guerra. Les cuento:

Fui enviado por Juventud Rebelde a cubrir los Juegos Mundiales Universitarios de Bucarest. Como Cubana de Aviación no tenía entre sus destinos a Rumanía, los cubanos viajamos en chárter 15 días antes del inicio y regresamos varios días después de la clausura.

El arribo a La Habana fue por la tarde y temprano a la mañana siguiente ya estaba en el periódico para armar una página con fotos y una crónica (no eran tiempos de computación). Al concluir, fui a saludar a mis colegas y al primero que me tropiezo es a Lázaro Barredo, con quien se originó este diálogo:

-¿Sabes que en Cuba hay una epidemia de dengue?

-Cuando partí estaban apareciendo los primeros casos.

-El Partido ha organizado tres grupos con periodistas de todos los medios para reflejar el trabajo que se realiza. Tú eres unos de los tres seleccionados por la dirección. ¿Prefieres ir a Occidente, Oriente o al centro del país?

-A Oriente. Tú me avisas cuándo.

-Mañana a las seis de la mañana te recoge un carro en tu casa.

No sé si era por no haberme adaptado todavía al cambio de horario, que se me nubló la vista. Me quedé fijo esperando que una sonrisa de mi interlocutor le delatara, porque debía tratarse de una broma. Pero hablaba en serio.

Mi joven primera esposa, que ya se había asombrado de que acudiera al periódico recién llegado, no quería creer que estaba doblando camisas para un nuevo equipaje.

En pocas horas partía en otro chárter hacia Guantánamo, junto con alrededor de una treintena de periodistas de todos los medios, incluido el ICAIC. El jefe del grupo era Oscar Cuesta, subdirector de JR, y mi reportero gráfico era Eddy Martin (hijo). Con el enviado de Bohemia me nació una amistad que se afianzó y vivió hasta el último de sus días. Era el querido Manuel González Bello, que le aportaba un toque de ingenio y humor a la comitiva.

La gira duró 15 días, con tres de permanencia en cada provincia. Cuento un par de anécdotas de Holguín. Nos hospedaron en el hotel Pernik. En la tarde fui a la habitación que compartían mis allegados de JR. Toqué y nadie respondió. Me iba, cuando descubrí que la puerta no estaba cerrada y los dos bien asidos a los brazos de Morfeo.

Justo en ese instante sonó el teléfono y era Miguel Cano Blanco, primer secretario del Partido en esa provincia. Entonces me convertí en Oscar Cuesta. Se disculpó por no estar en la reunión de bienvenida  y preguntó que a cuáles municipios iríamos al día siguiente. Le dije que me sugiriera él dos de los más lejanos, coordinamos la hora y me aseguró que iban a esperarnos dos guaguas en el parqueo a las 7:30.

Cuando desperté a mi jefe y amigo, le narré lo que “él” había hablado con el dirigente partidista, que mañana un grupo iría a Moa, otro a Sagua de Tánamo y que yo quería estar en este último. Cuando el ómnibus no pudo avanzar más, abordamos un camión, para cruzar un arroyo, y en determinado momento paramos en una casa campestre,

Entonces tenía arraigado el mal hábito de convertir puros en cenizas y saqué el trozo de un “bodeguero” que llevaba y que no se dejaba encender. En eso una mujer se me acerca con un vaso lleno de café,  lo deposita en mi mano y se da la vuelta. La llamo y le pregunto por vasijas más pequeñas para compartirlo.

Pero ella me dice: –Ese es para usted. Los demás ya están tomando dentro de la casa. ¡Y qué café! Ahí mismo boté aquel trabuco que se resistía al encendido, por no estar a la altura. Me sorprendió un buen hombre y me dijo: –Espere un poco. Otro guajiro montó a caballo y en 10 minutos me obsequiaron un par de mazos de tabacos “5 estrellas”.

Mi primera crónica salió en portada al día siguiente de estar en Guantánamo (Ni un caso de dengue en las lomas de Imías). Bueno, publiqué varios trabajos como “corresponsal de guerra” durante 15 días en la batalla contra el dengue, al igual que mis acompañantes. Entregué algunos sin publicar, porque existía la idea de confeccionar un libro. Como colofón, una foto de hace 41 años y este pequeño texto:

Las cosas que Rosita sabe

Una niña sonríe en medio de la guerra. Está en la cama de un hospital, al que llegó con ardor en los ojos, dolor de cabeza y volada en fiebre.

Alinis le cuenta a Rosita del cariño de las enfermeras y le dice en secreto: A mí no me gusta que me inyecten, pero sé que lo hacen para que me ponga bien.

Le hace el cuento más largo: Mañana cuando salga lo que voy a hacer es buscar el mosquito malo, ese que me picó y hacerle así… ( y aplasta su manita sobre la sábana).

Esta foto (en portada), que data de agosto de 1981, pudo no haberse tomado nunca: niñas y niños murieron cuando fuimos agredidos con dengue hemorrágico epidémico. Eddy no pidió que posaran para su cámara, simplemente atrapó el momento.

Rosita escucha y no dice nada, pero podría narrarle muchas cosas a los niños. Cosas que ella sabe, como que hay que combatir a un mosquito llamado Aedes aegypti. Sabe que la guerra se gana empleando medidas sanitarias, con atención médica, con sacrificio y amor, como se ganan las causas nobles.

Si Rosita hablara, podría decirle tantas cosas también a los malvados… pero Rosita es la muñeca que le llevó a Alinis su papá cuando estaba ingresada con el dengue.

 

(Nota: Sirvan estas líneas también como homenaje a los periodistas que se mencionan, los cuales ya no están entre nosotros).

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Jesús G. Bayolo
Es periodista e historiador del ajedrez, toda una autoridad del tema en Cuba.

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