PERIODISMO CULTURAL

Lam: negro, chino, mulato y universal

La prensa nacional e internacional ha publicado infinidad de artículos, crónicas y reseñas, así como documentales, programas de radio y de televisión, en los que asimismo se han dado a conocer monografías, poemas y ensayos recreados en la vida y la obra del gran pintor Wifredo Lam, fallecido el 11 de septiembre de 1982 en París; un año después de que le fuera impuesta la Orden Félix Varela, la más alta distinción que en el terreno de la cultura confiere el Estado cubano.

Wifredo de la Concepción Lam y Castilla, su nombre completo según el acta de nacimiento, fue uno de los más sobresalientes e integrales exponentes de nuestra cultura, calificado como el más universal de los pintores cubanos. Vino al mundo el 8 de diciembre de 1902 en Sagua la Grande, término municipal de la antigua provincia de Santa Clara (hoy Villa Clara).

Descendiente de un comerciante y escribano chino y de una mulata criolla, fusión de sangre africana, española y aborigen, en su humilde vivienda, apenas un infante, dio sus primeros pasos en la creación artística, valiéndose de escasos y a veces improvisados recursos que les facilitaban sus padres. Algunos de esos trabajos iniciales se atesoran en el Museo de Historia de esa localidad.

Al instalarse en la capital cubana matriculó en la Academia de Bellas Artes San Alejandro, y en 1924 viajó a Madrid, donde comenzó a estudiar en la Academia de San Fernando y  cuatro años después realizó su primera exposición personal en la madrileña Galería Vilches.

El quehacer de este cubano se expandió, amén de la pintura y el dibujo, a otras disciplinas en las que dejó su impronta con igual éxito. Tal es el caso de su incursión en la cerámica, a principios de los años 50 del pasado siglo, cuando se incorporó al célebre taller de creación artística con barro, fundado por el doctor Juan Miguel Rodríguez de la Cruz, un médico que había instalado una fábrica-estudio en la periferia —a unos 20 kilómetros— de La Habana, en Santiago de las Vegas. Allí compartía espacio con otros grandes de la plástica insular como Amelia Peláez, René Portocarrero, Mariano Rodríguez y otros.

Lam alternaba sus producciones pictóricas con piezas realizadas con arcilla, inscribiéndose así, junto con sus colegas, entre los iniciadores del surgimiento de una nueva forma de arte, criterio sustentado, ante todo, por sus labores de decoración de las formas de la alfarería tradicional.  Posteriormente, durante su estancia en Europa, igualmente laboró en Albisola Mare, en Italia, donde hizo varias obras de cerámica.

También sobresalió en la realización de murales. Así lo confirman sus espléndidos trabajos para el nuevo edificio de la Standard Oil Company, en 1951; y en el inmueble del Seguro Médico, en 1956, ambos en La Habana; y el instalado en el Jardín Botánico de la Ciudad Universitaria de Caracas, Venezuela, en 1956. A mediados de los años cincuenta practicó el collage de papeles sobre cartulina negra, en tanto realizó algunas esculturas en metal y diseñó varias joyas.

Se trata de facetas menos conocidas y comentadas del famoso artífice, cuyas más importantes obras las hizo tras su retorno al continente americano debido a la presencia de las tropas nazis en París, donde a partir de 1938 entabló una fecunda amistad con el genio Pablo Picasso, quien notablemente influyó en su quehacer plástico. Algunos estudiosos de la vida y la obra de Lam aseguran que al abandonar España debido al acoso que experimentó por haber combatido junto a los republicanos durante la Guerra Civil, llevaba en el bolsillo de su chaqueta una carta para el autor del afamado cuadro Guernica, pintado en París​ entre los meses de mayo y junio de 1937.

Cuentan que Lam hablaba con emoción de las palabras de Picasso cuando apreció por vez primera algunos de sus trabajos: “Eres un pintor, un verdadero pintor”. Desde entonces fueron grandes amigos, en tanto el cubano se permeó, con notable fuerza, del estilo del español, quien le propició además establecer fraternos lazos con el mundo artístico parisino.

Sobre su retorno a Cuba Lam había dicho: “Lo único que me quedaba en aquel momento era mi viejo anhelo de integrar en la pintura toda la transculturación que había tenido lugar en Cuba entre aborígenes, españoles, africanos, chinos, inmigrantes franceses, piratas y todos los elementos que formaron el Caribe. Yo reivindico para mí ese pasado”.

Esa fusión de culturas se evidencia en uno de sus más conocidos cuadros al óleo, La Jungla,  pintado en 1943 y exhibido en el  Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA, caracterizado por un estilo predominantemente barroco a través del cual el pintor establece una extraordinaria asociación entre lo humano, lo animal, lo vegetal y lo divino, con un lenguaje en el que se entretejen el cubismo y el surrealismo. En este lienzo el artista logra narrar, con elocuente  dominio, asuntos en los que se conjugan la historia, la cultura,  la naturaleza y la sociedad cubanas, sobre la base de sus más trascendentales experiencias personales, aportándole asimismo vastos elementos  relacionados con la cultura afrocubana, mediante símbolos mágico religiosos.

Vale destacar que esta pieza vendida por el pintor en solo 300 pesos para poder pagar su contrato con una galería, actualmente sobrepasa el millón de dólares y fue calificada por el sobresaliente crítico francés Alain Jouffroy como el primer manifiesto plástico del Tercer Mundo.

En la prolífica producción iconográfica de Lam igualmente se encuentran  varias series de figuras aisladas, parejas, maternidades y familias. Su primera muestra personal se realizó el 30 de junio de 1939 en la Galería Pierre de la capital francesa, y poco tiempo después expuso Gouaches by Picasso. Drawings by Wifredo Lam, en la Perls Galleries de Nueva York, fundada en 1937.

El maestro cubano pintó, además, altares y naturalezas muertas (1944-1945), un conjunto de retratos de H.H. (1944), la serie Canaima, (1945-1947), varias telas simbólicas (1947) relacionadas con el nacimiento (Nativité), Les noces (La boda, 1947) y Belial, emperador de las Moscas (1948); así como algunas piezas de lenguaje cercano a la abstracción: Umbral, de 1950 (colección Musée Nacional d’Art Moderne).

Entre 1947 y 1952 viajó constantemente entre Cuba, New York y París. En La Habana exhibió en el Lyceum (1946), en el Parque Central (1950), y en la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo (1951). Restablecidos sus contactos con la diáspora de la vanguardia europea desplazada al Nuevo Mundo, participó en las exposiciones internacionales del surrealismo y en muestras colectivas de la pintura moderna. Dibujos suyos ilustraron la edición en español del poemario El retorno al país natal (1943), de Aimé Fernand David Césaire, bardo y político martiniqués, ideólogo del concepto de la negritud con una obra marcada por la defensa de sus raíces africanas y con el que Lam profesaba particular simpatía; en tanto  el galerista francés Pierre Loeb, fundador de Galerie Pierre, le encargó la ilustración de la cubierta del libro Voyages à travers la peinture (1945). En 1951 ganó el primer premio del Salón Nacional, en La Habana.

En el año 1952 regresó a Europa, para desde allí hacer promover a escala internacional su creación y en 1955 expuso en la Universidad de La Habana, en solidaridad con los estudiantes que se oponían a la dictadura de Fulgencio Batista. Luego del triunfo de la Revolución Cubana hizo recurrentes visitas a la Isla, donde exhibió pinturas, dibujos y grabados en diferentes  galerías y museos entre 1962, 1963, 1966 y 1977. En 1967 fue uno de los artífices del traslado del Salón de Mayo de París a La Habana.

Reconocidas obras de Lam asimismo son; La silla, Malembo, La mañana verde, Canto a Camosis, Presente eterno, Escalopendre, Arpas cardinales, Flor luna, Luz de arcilla, Rumor de tierra y sus series de aguafuertes y litografías como Le rempart de brindilles (1953), Images (1962), Apostroph’ Apocalypse (1966), Visible-invisible (1971) o El último viaje del buque fantasma (1976). Entre sus más importantes exposiciones igualmente se encuentran  las realizadas en First Papers of Surrealism, en Nueva York, otra con trabajos surrealistas en París, en Praga, en Milán, y en el Instituto de Arte Moderno de Chicago.

Más que negro, chino o mulato, Lam fue universal.

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