PRENSA Y DEPORTE

Aquel amor entre Connolly y Fikotová

Un alumno me pregunta sobre aquel romance tan sonado relacionado con la cita olímpica de Melbourne 1956. Fue un amor fustigado, aprovechado, dogmatizado, hecho público a gritos por la prensa, abrazada al sensacionalismo y la superficialidad. Habían sido flechados el campeón olímpico del martillo, el estadounidense Harold Connolly, y la titular del lanzamiento del disco, la checoslovaca Olga Fikotová. Al enamorarse en medio de la guerra fría, la excesiva politización del asunto y el uso maldito del periodismo cayó sobre ellos como un alud.

Iré a lo meramente atlético primero. Connolly, a pesar de tener en contra un brazo varios centímetros más corto que el otro, debido a un accidente sufrido en la niñez, estaba entre los mejores cuando llegó a los XVI Juegos. Rivales principales por el premio dorado: el húngaro Jozsef, los soviéticos Mijail Krivonosov y Anatoli Samotavetov, el otro estadounidense, Albert Hall,  y el yugoslavo Racick. El magyar se había impuesto cuatro años antes en la cita de Helsinki.

A lanzar… Jozsef llega con su máximo envío a 60.70. El de Yugoslavia se hunde. 60.36. Albert se siente seguro con 61.96. Mijail y Anatoli lo bajan del podio al lograr 63.06 y 62.56 respectivamente. Harold: la vuelta, vuela el implemento y cae a 63.19: medalla de oro y la despedida al récord del clásico, en poder de Csermak desde 1952 con 60.34.

En la prueba del disco para damas, la checoslovaca enfrenta a tres de la URSS: Nina Ponomarieva (Romashkova de soltera), Irina Beglakova Alexandra y Elkina. Están también Earlene Brown (EE.UU.), y  la argentina Isabel Avellán. Una tras otro los lanzamientos. Al final, Olga conquista la corona con 53.69 y despide la plusmarca del certamen: Ponomarieva-Romashkova, 51.42 desde la justa albergada por Finlandia. En Melbourne clasifica tercera (52.02), detrás de Beglakova (52.54). Cuarta la de USA: 51.35., quinta a Elkina (48.20) y sexta la gaucha: 46.73.

Entre los dos triunfadores, el intercambio de miradas, de palabras gracias a colegas traductores, ascendió a querencia. ¿Y quién puede contra el amor? El dogmatismo de izquierda y el de derecha tan ligado a la maldad politiquera, se estrellaron contra ese muro. Como dice el historiador cubano José Elias Bermúdez Brito en Por los caminos del Olimpo publicado en el 2013 por el Editorial Deportes, del Inder: “…una situación nada anormal, tomó ribetes extraordinarios, pues imperaba la guerra fría, y competían por Estados Unidos y Checoslovaquia. En 1957 se casaron en Praga, siendo los padrinos de dicha matrimonio Emil Zátopek y Dana Zátopková”. Agrego: cuatro ases olímpicos en un tiro…

Vivieron en el país de él. Pasión, como muchas, que no fue eterna. Los descendientes, el gran fruto, por encima. Como deportistas, a pesar de participar en  los Juegos de Roma, Tokio y Ciudad de México, (ella representando a Estados Unidos) ninguno tuvo éxitos relevantes, según Bermúdez. Aunque Harold añadió a su hoja de servicios el subtítulo panamericano en Chicago 1959 superado por Hall.

Olga al nacionalizarse estadounidense, formó parte de esa delegación desde entonces. Eso sí lo censuro. Si usted representó a una nación en algún certamen, las autoridades deportivas, las olímpicas en primer lugar, no deberían permitir que actúe posteriormente por otra. Critico y me entristece también que alguien, sea quien sea, adquiera otra ciudadanía- eso sí, está en su derecho de hacerlo- y compita contra su patria. Para mí, es  como pegar a sus progenitores.

Es el robo de músculos en acción, con tanto de antihumano y antipatriótico, algo anormal e indigno que muchos intentan presentarlo como lógico, justo, en fin, normal cuando ninguna indignidad es lógica, justa, normal. Recuerdo entonces el planteamiento de Pierre de Coubertin al dolerse por “… el espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos… al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero”.

Y soñamos con Fidel- y luchamos por eso- “…con el día en que no aparezca un país europeo, muy nórdico, muy blanco y de ojos azules, cuyas competencias las realiza tanto con kenyanos, nigerianos, etíopes, o ciudadanos de otros países, como con ciudadanos cubanos que se han robado…”.

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