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Una editorial, un país y el filo de las convicciones

Palabras por la celebración del 35 aniversario de la Editorial Pablo de la Torriente

Mi pensamiento no tiene dos filos ni dos intenciones. Le basta un solo filo bien poderoso y tajante que le brinda la interna y firme convicción de mis actos…

La anterior sería como la «elegía primera» de Pablo de la Torriente Brau. Sin esta no hubiese nacido la inspiración de la «Segunda», la de Miguel Hernández, leída sobre su tumba internacionalista en España: al fin sin tu edificio tronante de guerrero/En la tierra de España te has quedado…

Había en el Pablo literato, periodista, patriota, revolucionario, internacionalista, una coherencia tan tronante como esa vida que es poesía en sí misma; una metáfora extraordinaria con la que se puede intentar encontrar lucidez en las penumbras de este tiempo.

Foto: Heriberto González/Cubaperiodistas.

En ello pensaba mientras dialogaba con los colegas en tres provincias cubanas, en un recorrido que, motivado por la entrega de los Premios a la Innovación del Primer Festival Nacional de la Prensa, nos permitió admirar al país tranquilo, empeñado y de resistencia numantina, imposible de encontrar por estos días en los espacios virtuales, donde pareciera que nos consumimos en una peculiar serie de la «guerra de las galaxias».

Alienta vivenciar que mientras desde la contrarrevolución —por vocación plattista o la muy bien pagada— se ataca con mezquindad a sus profesionales y se le intenta denigrar, vilipendiar y deslegitimar ante su pueblo, el sistema de prensa revolucionario cubano busca labrar su propio camino de cambios, sacudirse de viejos lastres, dogmas, mediaciones perturbadoras y ataduras. Intenta avanzar guiado por esa estrella polar que planteó el X Congreso de la Unión de Periodistas: la construcción de un nuevo modelo de prensa público para el socialismo.

Los más de 42 medios y un número superior a los 90 proyectos que compitieron por dichos premios son la señal prometedora de que no vamos rumbo a un desintegrador agujero negro, sino hacia el palpitar de nuevas constelaciones prácticas y conceptuales.

Quienes en vez de la crítica razonada y razonable, la misma que nos hacemos desde hace años en el sector, tocan a degüello contra la supremacía de un sistema de prensa que la Constitución aprobada por mayoría define en propiedad socialista de todo el pueblo o de las organizaciones políticas y de masas, y la acusan de inoperante, entre otras descalificaciones, tal vez a lo que realmente temen es a su «operancia».

Con las virtudes que algunos olvidan y los defectos que todos reconocemos e intentan superarse, no podemos desconocer que la ambición agazapada detrás de determinados intentos de linchamiento particulares y sistémicos de la prensa está el de privar a la Revolución de este formidable constructor de consensos, de este especial valladar contra el caos, el enconamiento, el odio y la manipulación. Nos quieren devolver a la «Isla de los 500 asesinatos», diría ahora seguramente Pablo.

Por ello es relevante no solo que esta editorial lleve su nombre, sino que nos haya devuelto, con la publicación de sus obras y el aliento de sus ideas, los sentimientos, el filo, la gracia, la desenvoltura y la sustancia de su periodismo que, como el de otros grandes revolucionarios y revolucionadores cubanos, desde Félix Varela, pasando por José Martí, constituyen referentes esenciales de cualquier renovación en nuestro campo.

Con Pablo, la Revolución —y con ella la prensa— siempre debería llegar a tiempo, nunca tardar, nunca callar contra todo riesgo. Ello fue lo que lo convirtió en precursor del Nuevo Periodismo, del Periodismo de Investigación y del Literario, tendencias que alcanzaron esplendor muchos años después de su caída en Majadahonda.

Él fue un transgresor más allá del Periodismo; también lo fue desde el punto de vista intelectual, ético, humano y político. Como subrayan sus estudiosos, era irreverente y un desacralizador en rebeldía contra todo dogma, incluyendo los expresivos.

Cuánto de lo anterior podemos necesitar ahora mismo, mientras nos enfrentamos, como pueblo y como sector estratégico en la defensa de sus intereses y sueños, a los escenarios comunicacionales y periodísticos desafiantes de la era de la convergencia y a una guerra de cuarta generación.

En esta editorial, que ha llevado su nombre con honra, como nos propone el eslogan por estos 35 años, podemos encontrar los hilos de Arianna de ese periodismo por el que tanto nos hemos plantado y debatido. En una línea muy especial de sus publicaciones, como en la leyenda oriental del hilo rojo del destino y el mito del Minotauro como carretes encontramos la hebra que es camino y dirección, donde se dibujan todas las experiencias que podrían contribuir a delinearnos.

Solo dos títulos presentados en el último congreso: ¿Qué periodismo queremos?, del doctor en Ciencias de la Comunicación Julio García Luis, y Dos siglos de periodismo en Cuba: Momentos, hechos y rostros, del prestigioso colega Juan Marrero, ambos premios nacionales de periodismo José Martí, ya enhebran hondamente los hilos de ese empeño.

En el 9no. Congreso se había presentado Revolución, periodismo y socialismo —también de la Pablo— donde Julito hace la disección más profunda, comprometida y crítica de la experiencia periodística después de 1959 y conceptualiza «una alternativa revolucionaria y socialista al modelo de prensa liberal, que no encaje a su vez en un patrón ideológico decimonónico o en uno de tipo soviético o de prensa de Estado».

En entrevista con una colega Marrero reconocería que no hemos llegado al periodismo revolucionario que tenemos que hacer. «Si no hacemos un periodismo que analice, que polemice, que debata, que cuestione y critique constructivamente, pero sin dejar de señalar dónde están los problemas y quiénes son los que tienen que responder por ellos, no se resolverán los asuntos. El periodismo tiene que ser estético, tiene que usar un lenguaje de altura, pero tiene que educar y orientar», enfatizaría.

Ya ese solo esfuerzo por vertebrar ciencia y conciencia en necesidad tan sensible y definitoria sería motivo sobrado para reverenciar los 35 años de la editorial. No es lo único y espero que me perdonen los que desde la fundación un 12 de diciembre de 1985 han hecho tanto y tan diverso para garantizar la bibliografía necesaria para los profesionales y estudiantes de periodismo primero, luego para la comunicación social, la gráfica periodística y la cultura en general, en medio de los mil demonios sufridos por la industria editorial y el país todo.

Esa es la Cuba por la que Pablo nunca tuvo miedo a escribir lo que pensaba, con vistas al presente ni al futuro, porque estaba dictado por la hermosa y amorosa convicción de sus actos que, en este tiempo de realengos de la mentira, el engaño y la tergiversación multiplataforma, son los nuestros.

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Ricardo Ronquillo
Periodista cubano. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.

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