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Bayolosky-Guillén, buena partida ajedrecística

Bayolosky, que así le puse a Jesús González Bayolo en la época de esplendor del ajedrez soviético, se casó para siempre con la diosa Caissa, y que me perdone la esposa magnífica de mi amigo: presidente de la Comisión Nacional de Historia del ajedrez, integrante del Comité de Publicidad y Prensa de la Federación Internacional de la disciplina de 1994 a 2010, profesor de las clases por televisión, columna central del brillante documental sobre la Olimpiada de La Habana 1966, miembro destacado de la sección de Historiadores Deportivos de la Unión de Historiadores en la capital…

No se limitó a cargos y frases: fui testigo de su enfrentamiento cercano a los puñetazos con algunos girovagantes agraviadores del juego ciencia desde una ignorancia terrible. Dijeron: no hay que llegar a tanto….

Lo vi llegar un muchachón lleno de sueños y virtudes a Juventud Rebelde: crecería en la realidad, y, aunque cubría otros deportes también (pesas, gimnasia, por ejemplo) desde el inicio comenzó a marcar pautas en su especialidad preferida. Y hablando de crecer, un nuevo libro ha surgido de su batallar y su pasión: Nicolás Guillén y el deporte, elaborado por la Editorial Deportes del Inder, casa que con una nómina mínima ha logrado productividad y calidad en su quehacer. El escritor y periodista agrega el nuevo texto a Fidel y el ajedrez, Daniel Núñez, entre barras y discos y Capablanca, canciller del ajedrez, entre otros.

En su más reciente obra, resalta la relación entre el Poeta Nacional con el ajedrez, aunque estaba más cerca del dominó y escribió una cierta defensa sobre este contender tan nuestro, y hasta tuvo cierta discrepancia por ello con el Che, quien llegó a regalarle un ajedrez de bolsillo y, según escribió el bardo, “… en tono un poco agrio le dijo: a ver si aprendes”, como se narra en el capítulo XI. Guillén, el Che y el ajedrez.

No obstante, aunque Nicolás manifestó su poco saber sobre esta creación de la India: “¿Qué sé yo del ajedrez?/ Nunca moví un alfil y un peón, /tengo los ojos ciegos/ para el álgebra, los caracteres griegos / y ese tablero filosófico…; y tampoco se dio de sabio sobre el pugilismo: “Yo que confundo el jab con el upper cut…”; les birla las frases a los cronistas deportivos y las eleva. Su trato a Capablanca y Kid Chocolate posee una refulgencia superior, y los sitúa, junto al lanzador José de la Caridad Méndez, en sendos tronos propios para los nombres sin pólvora ni sangre…

En Nicolás… se acoge con narración atrayente y depurada, una certera investigación sobre la prosa y los versos del Poeta Nacional ligados a lo agonal. Y no se queda allí: están los De Greiff, poemas ajedrecísticos de Tadzhiko Firdusi (Siglo II de Nuestra Era), Juan de Ribera (1605), Gerónimo Vida, Jorge Luis Borges, Eliseo Diego, Excilia Saldaña, Lord Dunsany, Felipe Meri, José Luis Cueto, Olga Rodríguez Colón, Fausto Quintero, y la versión anónima acerca de La Inmortal , victoria de Anderssen sobre Kieseritzky en Londres 1851. El propio Bayolosky abraza lo lírico Al sur del tablero y con su Jaque que late en la casilla 32.

El editor Carlos Félix Alonso Villasuso sintetiza muy bien en la contraportada la nueva publicación: “Deporte, cosmos, política, el Che, literatura artística y más se funden aquí organizadamente para mostrarnos la grandeza y trascendencia del autor de Motivos del son”.

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