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Retorno de los médicos cubanos en Brasil, una carrera contra el tiempo

Foto: Sergio Alejandro Gómez Gallo./ Cubadebate.

El retorno ordenado, rápido y seguro de más de ocho mil médicos cubanos que se encuentran en Brasil es una carrera contra el tiempo y la distancia entre los dos países. Y el disparo de arrancada acaba de sonar.

Sobre las 9:30 de la mañana de este jueves recibimos el llamado a bordo. A las 10:10 el avión IL-96-300 de Cubana de Aviación obtiene el permiso de la Torre de Control para despegar del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana rumbo a la ciudad de Brasilia. Su misión es recoger al primer grupo de médicos concentrados en la capital del gigante suramericano.

Un grupo de cuatro periodistas nos sumamos al viaje para narrar esta nueva página en la historia de las misiones médicas cubanas. Es la primera vez en más de 60 años de colaboración que se produce una evacuación de tal magnitud. Sabemos que otro avión similar partió en horas de la tarde de La Habana con nuestro mismo itinerario.

Ambos son los primeros vuelos de lo que podría catalogarse como un puente aéreo entre los dos países, cuyo objetivo es garantizar que la operación de retirada se lleve a cabo en el menor tiempo posible y sin ninguna novedad.

Fueron las amenazas y provocaciones del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, las que obligaron al Ministerio de Salud Pública a tomar la decisión de retirar el personal de salud que se encontraba distribuido por toda la geografía del gigante suramericano, muchos de ellos en zonas remotas que solo son accesibles por aire o vía fluvial tras varias horas de navegación.

La noticia estremeció Brasil, donde más de 30 millones de personas podrían quedar sin cobertura de salud tras la salida de los profesionales cubanos. Un grupo de nuestros colaboradores recibieron la noticia en Cuba, donde se encontraban de vacaciones.

Compartimos el vuelo hacia Brasilia con 169 de ellos, que vuelven para recoger sus pertenencias y organizar su regreso definitivo a Cuba. “Pensé que lo había perdido todo”, me dice poco antes de partir la doctora Solangel Peró, quien trabaja en el estado de Minas Gerais. El viaje, me cuenta aliviada, le permitirá retirar del banco sus ahorros, algo que no podría haber hecho desde Cuba. “Nos hemos sentido acompañados en todo momento”, añade sobre el apoyo de los funcionarios que atienden la Colaboración Médica y que se han mantenido permanentemente en contacto con los colaboradores y sus familiares para explicarles cada detalle del proceso.

Pienso mientras la escucho en cómo reportará su historia la prensa de derecha brasileña, que quiere vender la idea de Bolsonaro de que los médicos cubanos son “esclavos” bajo la “mano de hierro” de La Habana. ¿Qué dirán entonces de estos médicos que ya estaban en Cuba y ahora tienen el derecho de regresar a Brasil para poner en orden sus asuntos personales?

Lo más probable es que ni siquiera mencionen a Solangel. El avión de fabricación rusa viaja a casi 900 kilómetros por hora y una altura de 35 mil pies, es decir, a unos 10 kilómetros de la tierra. Son aproximadamente siete horas de vuelo.

El IL-96-300, totalmente cargado de combustible, tiene una autonomía de 10 horas de vuelo. Después de salir de La Habana sobrevolamos Jamaica y luego Curazao. El azul turquesa del Caribe da paso a los tonos ocres cuando llegamos al Lago de Maracaibo, en Venezuela, un pozo gigante de petróleo en el país con las mayores reservas probadas del mundo. Recorremos la tierra de Hugo Chávez de norte a sur y la vista aérea permite comprender cuánta riqueza y diversidad natural esconde la nación bolivariana, sujeta a incontables ataques externos con el único objetivo de apoderarse de sus recursos. Entramos a Brasil por su frontera norte y el paisaje debajo es todo verde.

El Amazonas parece desde la altura como una ancha autopista negra con incontables ramales que se abren paso entre la selva. En alguno de esos recodos del río, quizás en los claros que se distinguen desde el avión, aguarda un médico cubano la llamada para comenzar un largo viaje hasta los puntos de recogida: Brasilia, Ciudad de Manaos, Sao Paulo y  Salvador de Bahía. Los médicos tienen la necesidad también de transportar sus pertenencias, en algunos casos acumuladas durante años.

El regreso inesperado a Cuba reduce a unas horas la planificación que en situaciones normales llevaría casi un mes. De ahí que viajen a Brasil especialistas de las empresas cubanas que se dedican a la transportación de carga. Descubro que mi compañero de viaje, Omar Barreto, es uno de ellos. Dirige la Agencia Aduanal y Transitaria de Palco.

Su principal objetivo es crear las condiciones y organizar una estructura para el envío de las pertenencias de los médicos hacia Cuba. El gran reto, me dice, es el tiempo y que los colaboradores están distribuidos por todo el país. “Nuestro trabajo consiste en utilizar las compañías con las que tenemos contratos en Brasil y su red de agentes para acercarnos lo más posible a las localidades donde se encuentran los colaboradores y viabilizar los trámites de la transportación de su carga”.

Quiero conocer más sobre las peculiaridades de este viaje y las características del avión. Me acerco al capitán, Lázaro Hernández, un hombre con más de 35 años de experiencia en Cubana de Aviación. “Es una ruta establecida, la hemos hecho durante años y tenemos experiencia”, me dice sobre nuestro destino, Brasilia. Lo que le preocupa al capitán no tiene nada que ver con las torres de control ni las pistas aéreas, sino con el ambiente político. “No sabemos lo que nos podemos encontrar”, me dice. “De ahí la importancia de terminar lo antes posible”.

En cada vuelo planifican llevar a Cuba unos 200 médicos. Con dos aviones en funcionamiento, una matemática elemental arroja que deberán dar por lo menos 20 viajes cada uno. “Si tuviéramos los cuatro IL-96 en funcionamiento lo haríamos en la mitad del tiempo”, me dice.

El ingeniero de vuelo, Pedro Rodríguez, me explica que los mantenimientos de las aeronaves en activo se cumplen estrictamente, por razones de seguridad, pero ha fallado la logística y los contratos con los proveedores, de ahí que la mida de los IL-96 esté fuera de servicio. “El bloqueo hace lo suyo también”, añade el ingeniero.

-“¿Es bueno el avión?”, les pregunto. “Solo llevo cuatro años volando el IL-96”, me aclara el capitán. “Pero ellos fueron los que lo fueron a buscar a Rusia y lo llevaron a Cuba”, me dice señalando al ingeniero de vuelo y al resto de la tripulación, el primer oficial Alexis Borrego y el navegante Marcelo Loredo. “Aunque no tiene la última tecnología que incorporan los Boeing y los Airbus, es un buen avión”, me dice confiado el ingeniero. “Tiene cuatro motores y los modernos normalmente tienen dos, para hacerlos más económicos”. “Pero si te fijas”, añade, “los presidentes vuelan en aviones con cuatro motores, si pierdes uno, te quedas con el 75 % de la fuerza de impulso”.

El navegante, Loredo, que tiene 34 años de experiencia recuerda otro avión ruso que tripuló durante muchos años, el IL-62, diseñado por la misma compañía. -“¿Ese no era en el que volaba Fidel?”, les pregunto. “Ese mismo”, me responden casi a coro. “Nosotros viajamos con el Comandante”.

El ingeniero cita a Fidel cuando dijo que el IL-62 era gastador de combustible y hacía mucho ruido, pero cuando salía llegaba y nunca los dejaba botados. Hay una pausa en la conversación, el tiempo suficiente para pensar en qué diría y haría Fidel en una situación como la que se ha presentado con Brasil…

Tocamos tierra en Brasilia a las cinco de la tarde en punto, hora de Cuba, 8:00 hora local. Es el fin de la primera parte de este viaje y el comienzo de la segunda. Pero esa se la cuento en la próxima crónica.

(Tomado de Cubadebate)

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Sergio Alejandro Gómez.
Periodista de Cubadebate

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