TESTIMONIO

Expo del colega Rodríguez Robleda en homenaje a Fidel

Una muestra virtual de imágenes tomadas por el destacado fotorreportero José Raúl Rodríguez Robleda, del periódico Trabajadores, se exhibe desde este viernes 13 de agosto en las redes sociales en ocasión del aniversario 95 del al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

Auspiciada por el Centro Cultural Palacio de los Torcedores, Monumento Nacional, y la Central de Trabajadores de Cuba, la exposición, titulada Fidel en el corazón de los trabajadores, está conformada con fotografías de obras, en su mayoría artesanales, realizadas por los colectivos de unos 70 centros laborales de todo el país para congratular  al querido líder durante sus visitas a estos lugares desde el triunfo de la Revolución Cubana hasta el 31 de julio de 2006 cuando dio a conocer una proclama al pueblo de Cuba en que hacía entrega temporal de sus responsabilidades por razones de salud.

“De la tierra, y de lo más escondido y hondo de ella, lo recogeremos todo, y lo pondremos donde se le conozca y reverencie; porque es sagrado, sea cosa o persona, cuanto recuerda a un país…”, afirma el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, en el prólogo del libro  Los poetas de la guerra, publicado por primera vez en el año 1893 en el periódico Patria, en Nueva York.

Obsequios dados por distintos sindicatos al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz: Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Esas palabras, a modo de símil, permiten valorar  esta colección de objetos entregados a Fidel. El Apóstol se refería a los poemas escritos por los rebeldes mambises, como obras de elevado valor patriótico. Son escritos en los que se reunían buenos y pobres poemas, pero todos hechos durante el fragor de la batalla, como cantos de las proezas libertarias, “alrededor de una fogata improvisada para dar de comer a los caballos o desahogar la nostalgia hogareña (…) o a la sombra de un árbol”.

Martí destacaba que la principal virtud de esos poemas no radica en su calidad literaria, sino en el modo en que sus autores ofrendaban sus vidas. La mayoría de aquellos encendidos versos perduraron a través de la tradición oral, “de copia en copia han venido guardándose, o en la memoria agradecida”, al punto de convertirse en extraordinario arte popular, compilado por el Maestro, con el apoyo de los patriotas Serafín Sánchez, Fernando Figueredo y Néstor Carbonell, en el valioso libro devenido joya de la cultura insular.

Al establecer un paralelo entre aquellos poemas y las piezas obsequiadas por los trabajadores al líder histórico de la Revolución Cubana, puede afirmarse que estas últimas son quehaceres surgidos del amor y la fidelidad, de la entrega a otra gran batalla: la de hacer avanzar este país en medio de tantas dificultades, la inmensa mayoría de estas impuestas por el criminal bloqueo económico, comercial y financiero con que el gobierno de los Estados Unidos pretende asfixiarnos desde hace más de seis décadas.

Las piezas recogidas en esta exposición no son —como los poemas recopilados por Martí— grandes obras artísticas, tampoco sus autores pretendieron convertirlas en esto. Pero sí constituyen fervientes y sencillas evidencias, además, de la distinción y respeto que el movimiento obrero cubano profesa por el sabio conductor de la sociedad socialista, justa e independiente.

Obsequio otorgado al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Si los poemas seleccionados por Martí para el libro Los poetas de la guerra, se caracterizaban por poseer una literatura que “no estaba en lo que escribían, sino en lo que hacían. Rimaban mal a veces pero sólo pedantes y bribones se lo echarán en cara: porque morían bien”; las obras realizadas por las laboriosas manos de hombres y mujeres de disímiles sectores de la economía y los servicios, son ofrendas que pretendían hacer perdurables sus hazañas productivas en la memoria de Fidel, e igualmente devienen férvidas y emblemáticas expresiones de sacrificio y entrega al servicio de la patria.

Las obras fotografiadas se conservan en el Centro Cultural Palacio de los Torcedores como reliquias espirituales e históricas donadas a este lugar por la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Las instantáneas fueron hechas allí por el experimentado fotorreportero. Estas piezas consideradas como símbolos, no fueron hechas con la calidad de un artesano artista, como pudiera parecerle a algún que otro “pedante” —al decir del Apóstol—, pero son humildes y emotivos idearios estéticos materializados por quienes se entregaban “bien” a sus oficios, con denodado ímpetu, para vencer en otra gran guerra que aún continúa: el desarrollo económico de Cuba.

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