FOTOCRÓNICAS

Los banqueteros y la Cooperativa Fotográfica

Ya nadie recuerda aquellos fotógrafos llamados banqueteros que retrataban sin ser llamados en las bodas y bautizos que se celebraban en iglesias, banquetes y homenajes a celebridades en hoteles o sociedades y a los turistas en los aires libres del Prado y el Capitolio de La Habana. De buenas a primeras desaparecían para regresar poco después, antes de terminarse las actividades, con  las fotografías aún húmedas para ofrecerlas a los que aparecían en ellas. ¿Quiénes eran y porqué los llamaban así?

En una primera etapa la faceta comercial de la fotografía, en el siglo XIX, apostaba por el retrato en las galerías fotográficas, utilizando las técnicas disponibles. En otro momento, cuando empiezan a fabricarse industrialmente las placas y  los papeles para impresiones, algunos fotógrafos salieron de sus estudios y empezaron a crear vistas de paisajes urbanos. Algunos de ellos incursionaron en las primeras fotografías informativas, como aquella que captó la ceremonia del derribo de las antiguas murallas de La Habana, en agosto de 1863.

Con la primera intervención norteamericana en Cuba (1899-1902) muchos comercios e industrias de aquel país se diseminaron por la Isla. Para satisfacer las demandas de fotógrafos y aficionados se instalan en La Habana los almacenes de Lycheheim and Company, distribuidora de cámaras y productos fotográficos de la Kodak, la Harry Brothers y la American Photo, fundada por Billy Ward. Todos ellos ofrecían cámaras Kodak y de placas, al mismo precio que se vendían en los Estados Unidos, aparte de ofrecerles a sus clientes cursos gratuitos presenciales o por correo. Se acabó la era del elitismo para dar paso a la vulgarización de la fotografía.

Integrantes del grupo fundador de la Cooperativa Fotográfica, tomada a comienzos de la década de 1940.

Por los años veinte había un centenar de fotógrafos de calle o ambulantes conocidos como banqueteros, la mayoría improvisados que hacían todo lo posible por entregar y vender las fotos primero que los demás, sin importarles completar el tiempo mínimo requerido para la mejor durabilidad y la calidad de las imágenes. Las ofrecían a los incautos compradores que a los pocos días veían con desilusión que sus imágenes se iban poniendo amarillas y desvaneciendo. Ello influyó en que los banqueteros fueran vistos como unos “tiraplanchas”.

Algunos de ellos tenían sus cuartos oscuros en zaguanes de escaleras, donde apenas había espacio para el fotógrafo con un mínimo equipo. Entre los más renombrados en la capital estaban los “Los monos”, el grupo  integrado por los hermanos Mario y “Piripe” Collado  y sus medio hermanos “Nito” y José Rodena, Oriol, que tenía su “taller” en el hotelucho llamado “La cueva de los mochuelos” en San Miguel número 11, donde utilizaba una ampliadora criolla fabricada por él mismo. También estaba Felo “Kilito”, conocido así porque vendía por centavos los reveladores listos, envueltos en papelitos, a los demás banqueteros.

Uno de los más ingeniosos de estos emprendedores compró un fotingo de los años 40 y le quitó el asiento trasero para habilitar un pequeñísimo pero funcional cuarto oscuro, donde hacía fotografías por contacto.  Parqueaba lo más cerca posible del lugar donde se iba a celebrar la actividad social y después de tirar algunas fotos, revelaba e imprimía en medio de incómodas condiciones: una cubeta para el revelador, otra para el fijador y un cubo para lavar las fotos.

Otros tenían a un mensajero lleva-y-trae que corría en su bicicleta hacia el cuarto oscuro para procesar las imágenes con comodidad, pero llevaban en contra el tiempo perdido en los recorridos. Si estaban de suerte, lograban que el dueño del hotel o casa de fiesta les alquilara uno de los baños y allí instalar sus equipos. Muchas veces, por causa de esta agitación, las fotos quedaban manchadas o subexpuestas y quienes las compraban veían con indignación cómo la imagen iba desapareciendo poco a poco.

Sin embargo, no todos los fotógrafos estaban por “matar y salar”  para ganarse el sustento. Como me contara Andrés Tejeiro Vázquez en una entrevista, “varios estudiábamos la técnica de la  fotografía y el arte de retratar y  tratábamos que nuestra profesión tuviera prestigio y que los clientes estuvieran contentos”.

Fotógrafos banqueteros en acción.

De aquel pequeño grupo laborioso y capaz  que se apartó de los banqueteros, surgió en La Habana en septiembre de 1931 la Cooperativa Fotográfica S.A., una entidad de 23 profesionales. Con talento, iniciativa y calidad, partiendo casi de la nada, lograron con los años ser la única casa fotográfica capaz de brindar imágenes noticiosas para los corresponsales extranjeros, fotografías para publicidad, murales interiores o exteriores que soportaban las inclemencias del tiempo, fotos aéreas, médicas, arquitectónicas o industriales, convirtiéndose en una firma de sólido prestigio.

Desde un tiempo antes, ya ese grupo acostumbraba a reunirse informalmente en la glorieta de Prado y Malecón, hasta que el ciclón de octubre de 1926 la destruyó. Solían conversar sobre su trabajo y de los competidores que utilizaban métodos tan bajos que dañaban a todos. “Buscábamos la manera de salir de ese entorno y ganar el prestigio que necesitábamos para que nuestra profesión prosperara”, contó Tejeiro.

Así se agruparon esos 23 fotógrafos, entre los que se  encontraban Luis Rives, que había sido elegido presidente; Isidro Regayol, tesorero, los vocales Andrés  Tejeiro, Carlos Santos y Francisco Rives, asesorados legalmente por el Dr. Antonio Fernández Pérez de Alejo, que fungía como secretario. José Alonso, que también era boxeador y usaba el sobrenombre de Hilario Martinez, René Álvarez, los hermanos Mario y “Piripe” Collado, Aldo Díaz, Juan Manuel Miralles, José Rodena, Octavio de la Torre, Amadeo Senti, Antonio Tomás, Andrés Palmer,  José “Agapito” Chassagne, laboratorista,  y los oficinistas Antonio Tomás, José Belasquida y Antonia Palmer. Para evitar que fuera rechazada la solicitud  pues era una época de anticomunismo y aversión sindical, la inscribieron como Cooperativa Fotográfica S.A., para darle un carácter principalmente empresarial. Su sede estaba en la calle Industria, número 156.

Recién inaugurada, entre los primeros clientes estuvo la bailarina cubana Alicia Alonso,  a quien uno de los fotógrafos de la Cooperativa la retrató en su debut escénico, en el ballet clásico El lago de los cisnes, con la sociedad Pro Arte.

A los seis años, compraron el edificio donde empezaron y en 1946 inauguraron la ampliación del mismo; llegaron a tener un salón donde se podía retratar una orquesta sinfónica en plena ejecución. La Cooperativa organizó recorridos fotográficos para turistas y selló contratos de exclusividad con el bar Sloppy Joe´s y otros lugares de interés. Fue precursora en Cuba de las impresiones de gran formato y de las fotos aéreas utilizando aviones alquilados. Uno de sus fotógrafos, Heriberto, era además aviador  y también se rentaban helicópteros a 40 pesos la hora, para hacer fotografía comercial, de agencias de publicidad y noticiosas. Su arte final era de tal calidad, que varias décadas después, se pueden apreciar algunas de sus fotos desplegadas en paredes y grandes murales en agencias bancarias y otros edificios públicos de La Habana y otras ciudades.

Andrés Tejeiro, uno de los fotógrafos fundadores de la Cooperativa Fotográfica, y quien fuera fundador y jefe del Departamento de Fotografía del periódico Granma, hasta su jubilación.

Como todas las compañías particulares, luego del triunfo revolucionario, la Cooperativa Fotográfica fue nacionalizada. En 1961, Andrés Tejeiro pasó a trabajar al Ministerio de Comercio Interior como profesor y luego el periodista y director Enrique de la Osa lo invitó a incorporarse al diario Revolución como laboratorista fotográfico. Posteriormente fue uno de los fundadores del periódico Granma y jefe de su departamento de fotografía. Allí, con entusiasmo y gran espíritu de equipo, fomentó un colectivo de fotorreporteros cuyo trabajo fue muy reconocido con varios premios.

Fuentes:

Entrevista con Tirso Martínez, el 30 de agosto de 1975, en la revista Bohemia.

Entrevista con Andrés Tejeiro Vázquez, el 11 de junio de 1978, en el periódico Granma.

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Jorge Oller Oller
Fotógrafo, reportero gráfico. Fundador de la Unión de Periodistas de Cuba y del Periódico Granma. Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la Vida. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

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