PRENSA Y DEPORTE

Al primer campeón olímpico lo expulsaron de Harvard por actuar en Atenas 1896

Tarde del seis de abril de 1896. Prepárese: usted será testigo del nacimiento del primer campeón del certamen restaurado por Pierre de Coubertin. El honor corresponderá a un triplesaltista. ¿Lo conseguirá el francés Alexandre Tuffere? Encabeza la lucha con 12 metros y 70 centímetros. El turno para un representante de la sede: el ateniense Ioannis Persakis. Ya cae. Se ha quedado corto: 12.52. Última oportunidad para el estadounidense James Brendan Connolly. Alguien aquí lo inscribió como John, pero aquel es su nombre verdadero.

Tac, tac, (no utiliza los tres pasos), vuela, en la arena  y… 13.71. ¡Es el primer medallista dorado de lo que será el clásico deportivo más importante del mundo! Pero, ¿quién es este joven que llegó a la capital griega en busca de la gloria? Conolly es un estudiante de la Universidad de Harvard. Varios condiscípulos y diversos  alumnos de la alta casa educativa de Princeton lo han motivado para batirse acá, en la búsqueda de aventuras,  impulsados por esas ansias de recrearse, de probar algo nuevo. Él agregó un mayor deseo de victoria. La ha conseguido.

Sigue en la batalla de los saltos. En el alto solo su coterráneo Ellery Clark lo supera 1.81 por 1.65; igual resultado que el otro ocupante del escalón plateado: Robert Garret, del seleccionado norteño también. En longitud ancla en bronce (6.11), sobrepasado por Clark y Robert Garret, con 6.35 y 6.19.

A su retorno lo espera seguro… Ni hablar: lo expulsan de su centro de estudios porque viajó a Europa sin el permiso de su profesorado, para participar en una especie de feria intrascendente según el claustro. Con el tiempo, la luz. Permitido el regreso. Se graduó. Hasta sus conquistas serían exaltadas.

De acuerdo con la investigación del matancero José Elías Bermúdez Brito, miembro de la sección de deportes de la Unión de Historiadores de Cuba, a Connolly “… en 1949, contando 81 años y siendo un conocido escritor y periodista, le otorgaron el título de Doctor Honoris Causa de dicha casa superior de estudios. Falleció el 20 de enero de 1957 a los 85 años de edad “.

No olvidemos a Schumann

Muchos historiadores, escritores y periodistas han sido injustos con el alemán Carl Schumann, de extraordinaria refulgencia en los Primeros Juegos Olímpicos, al lanzarlo al olvido o, cuando más, tocarlo suavemente, de pasada. Ensombrecida su gloria ante el mayor canto a corredores, saltadores, lanzadores, incluso nadadores y, en especial, por el triunfo del maratonista Spiridon Louis quien sacó la cara por los griegos en el campo y pista, disciplina de la que esperaba más la sede y debió contentarse con aquel alegrón superdivulgado y superpoetizado, premiado el vencedor más allá de lo espiritual.

El germano resultó el participante más polifacético con logros al conquistar cuatro títulos, dos segundos puestos y un sexto distribuidos en tres deportes, según varias investigaciones: tres máximos galardones en gimnasia (as individual, el  mejor en el salto al caballo y por equipos); a pesar de los esfuerzos de los helenos Tsitos y Christopoulos, los venció en la lucha grecorromana, obtuvo un tercer lugar en levantamiento y fue sexto entre los saltadores de longitud con 5.70.

Cabe señalar que el dogmatismo hiere a diversas estadísticas, aun en las proclamadas oficiales, al desconocer el pasado de la justa, golpeado por el subdesarrollo del olimpismo y del propio planeta. Grave error es no comprender que sin esos pasos todavía vacilantes, el deporte no hubiera alcanzado el avance actual.

Es cierto que los reportes y los numeritos de entonces son confusos, lógico reflejo de la confusión de los hechos, mas hay que buscar y encontrar la luz de aquellos y adaptarla, sin negarla de forma absoluta jamás. ¿Cómo comprender el presente si soslayamos sus raíces? ¿Por qué negar a Carl Schumann y a muchos como él, de brillantez en las batallas iniciales del certamen restaurado por Pierre de Coubertin? Debemos respetar a nuestros antecesores en cualquier sector, rescatarlos, sin agregarles cualidades positivas y sin derrumbarlos. La exageración o el descabezamiento caerían sobre nosotros, sobre nuestro presente.

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