COLUMNISTAS

A propósito de la Bienal de Humorismo  

Cuando ya la Bienal Internacional de Humor Gráfico, auspiciada por la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) ha cumplido por estos días y de manera satisfactoria —en tiempos de pandemia— su edición número 22, trataré de acudir a archivos y recuerdos personales, para precisar algunos aspectos sobre su nacimiento, organización y desarrollo.

Lo hago porque fui testigo, desde finales de 1978 hasta el 17 de marzo de 1979, de todo lo ocurrido para llevar adelante este proyecto convertido en realidad. Fue una tarde en mi oficina en la UPEC Nacional. Cuatro compañeros estábamos «chapoleteando» sobre lo que nos proponíamos. Éramos, Ernesto Vera, presidente de la organización; René de la Nuez, presidente del Círculo de Humoristas; Enrique Núñez Rodríguez, humorista y guionista y yo, secretario de Educación y Cultura de la UPEC.

Allí nació el proyecto de lo que más tarde se llamaría la Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños.

De aquel encuentro salió la idea, explicada ampliamente por Nuez y que después escribimos, sometimos a opiniones y defendimos hasta su consecución.

El destacado caricaturista y editorialista gráfico, René de la Nuez, nacido el 8 de septiembre de 1937, considerado entre los cien caricaturistas más importantes del mundo, fue elegido, en 1975, presidente del Círculo de Humoristas de la UPEC, del cual formaron parte activa, entre otros, Blanquito, Wilson, Manuel, Tomy, Ñico, Pitín, Lillo, Carlucho, Ajubel, René, Evora, Pedro Méndez, Posada y otros.

El Círculo, subordinado a la Secretaría de Educación y Cultura de la UPEC, era muy activo y, a través de otro grande del humorismo cubano, Enrique Núñez Rodríguez, escritor, periodista y de los más brillantes guionistas y humoristas que haya pasado por la Televisión Cubana, se fue aglutinando —en chistoso y serio contubernio— para llevar adelante, además del  existente Salón Nacional del Humor, también auspiciado por la propia UPEC, un salón internacional.

Nuez, oriundo de San Antonio de los Baños, hoy provincia de Artemisa, no era el único humorista parido muy cercano al río Ariguanabo. En ese mismo poblado había nacido Eduardo Abela Villarreal el 3 de julio de 1891, y de su extensa obra de pintor y caricaturista, se destaca el personaje de El Bobo, convertido en instrumento de lucha contra la dictadura de Gerardo Machado. Abela murió el 9 de noviembre de 1965.

También en la llamada Villa del Humor había vivido el caricaturista José Luis Posada, quien nació en Asturias, España, y al venir a vivir en Cuba lo hizo en aquella tierra ariguanabense.

Estos hechos fueron factores tenidos en cuenta a la hora de elaborar la propuesta de hacer allí la Bienal del Humor. Nuez era,  también,  portador de la experiencia que había conocido en Gabrovo, Bulgaria, donde ya existía una convocatoria similar.

Así empezó la gran faena de reuniones semanales en el mismo San Antonio o en la sede del gobierno de la entonces provincia de La Habana y en la UPEC.

Se fueron uniendo al empeño representantes del Ministerio de Cultura y la UNEAC.

Se concibió, además del concurso y la exposición misma, un plan de reparación de inmuebles deteriorados por el tiempo como el Círculo de los Artesanos, la Taberna del Tío Cabrera, entre otras y nacería el Museo del Humor.

La responsabilidad y prioridad dada por los organismos del territorio, en primer lugar el Partido representado por Rigoberto Hernández (Rigo); el presidente del gobierno provincial, Pedro Chávez; María de los Ángeles, entonces directora provincial de Cultura, Miguel Ángel Miqueli (Miguelito), convertido luego en el primer director del Museo del Humor, entre otros, daban seguimiento al cronograma del cumplimiento de los objetivos trazados.

Según fue transcurriendo el tiempo y acercándose la fecha programada para la Primera Bienal, nos acompañaron en algunas de las visitas casi diarias a San Antonio, personalidades como Haydée Santamaría, entontes presidenta de Casa de las Américas, funcionarios del Ministerio de Cultura, el presidente del ICRT, Nivaldo Herrera, y otros.

Además de constatar la gran obra cultural que se levantaba, en muchos casos se acudía a la casa del artista plástico local, Rubén Suárez Quidiello, quien nos sorprendía en plena faena con su caballete, lienzos y pinceles.

En San Antonio de los Baños se respiraba arte por todas partes. 

La UPEC, a su vez, llevó la idea también a la Organización Internacional de Periodistas (OIP), con sede en Praga, antigua Checoslovaquia, organización que la acogió favorablemente y contribuyó a su desarrollo, no solo sufragando los pasajes de los jurados internacionales, sino también otorgando en cada Bienal el Premio Especial, que llevó el nombre de Jean Effel, importante personalidad de la cultura de Francia e internacionalmente.

El gremio de humoristas e historietistas acogió la idea de las Bienales y se incorporó a su concreción, con la realización de los Murales colectivos, verdaderas obras de arte que fueron identificando a San Antonio de los Baños con el nuevo patronímico de Villa del Humor.

A su vez, Enrique Núñez Rodríguez, hacía los guiones y convocaba a los artistas humorísticos de programas como San Nicolás del Peladero y otros, para, en medio de aquel contagioso escenario, realizar en varias provincias y en el propio San Antonio de los Baños, los Festivales del Humor, verdaderas fiestas populares, de incentivo a las poblaciones que conocieron y compartieron directamente con personalidades del arte y la cultura de nuestro país, los que acudían siempre sin que mediara pago alguno por sus actuaciones.

Las nuevas generaciones deben conocer historias como la de la Bienal, que ha llegado a nuestros días con muy buena salud y constituye parte del patrimonio cultural cubano. 

Foto del avatar
Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *