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De la politización de una lista y otros terrores

El Departamento de Estado hizo público lo que ya era un grito a voces desde hace varios meses, que la administración de Donald Trump, dejaría –como obstáculo adicional a las relaciones entre La Habana y Washington– la inclusión de Cuba en la ilegítima lista de naciones que según ellos, patrocinan el terrorismo mundial.

No sorprende esta designación, porque es una más de las dos centenares de acciones anticubanas que buscaron reforzar el bloqueo desde que Trump llegara a la Casa Blanca en 2017; tampoco tengo que abundar mucho –porque se sabe– que la inclusión se toma sin fundamentos sólidos, utilizando argumentos politizados.

Es un deprimente regalo de despedida de Trump a los vínculos bilaterales, un último esfuerzo para reafirmar su legado de retrocesos en la política hacia Cuba; además de una recompensa para los republicanos conservadores. Dice el Secretario Mike Pompeo que buscan contrarrestar la supuesta interferencia de Cuba en Venezuela y el resto del hemisferio occidental, así como el apoyo desde nuestra tierra al terrorismo internacional y la subversión de la justicia estadounidense. Argumentos que podríamos calificar de ridículos, si no fuera por la gravedad de las acusaciones.

La verdadera intención del gobierno de Trump es obstaculizar un giro de timón del demócrata Joe Biden en sus intenciones hacia Cuba, porque aunque la figura del Presidente tiene prerrogativas para sacarnos de la dichosa lista, la decisión tendrá que pasar –nuevamente– por el rigor de la revisión burocrática formal del Departamento de Estado, y eso no es cosa de un día para otro, lleva semanas, incluso, meses.

En el pasado estuvimos en esa lista desde 1982 hasta 2015; año ese en el que se realizó una revisión sobre el compromiso de Cuba en relación a la lucha antiterrorista y que fuera realizada por profesionales del servicio exterior y la comunidad de inteligencia de aquel país. La investigación fue profunda y determinante para asegurar que Cuba no pertenece a esa lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Desde entonces, NADA ha cambiado. La reinclusión no está ni de cerca justificada, es una jugada macabra del trumpismo para dañar la capacidad de Biden de gobernar…

¿Qué implicaciones concretas tiene esta acción? Más allá de la carga simbólica que tiene en sí misma, da un nuevo giro de tuerca al bloqueo, penaliza a personas y países que comercien con Cuba, restringe la ayuda exterior de Estados Unidos, prohíbe las exportaciones y ventas en materia de defensa, e impone más controles a artículos de doble uso. Es motivo adicional de preocupación para todo aquel que pretenda tener un vínculo comercial o financiero con nuestra nación. Los bancos de terceros países son reacios a tramitar cualquier transacción de los Estados incluidos en la lista por temor a sanciones y la historia reciente habla de multas millonarias…

Estados Unidos dice apoyar resueltamente al pueblo cubano, pero lo cierto es que con medidas de este tipo causará más dificultades económicas a nuestras familias, en medio de las transformaciones actuales de la Tarea Ordenamiento, y el brutal impacto de la Covid 19 en la disponibilidad de divisas y financiamientos.

El gobierno norteamericano oculta que Cuba rinde información periódica, verídica y pormenorizada a los organismos de las Naciones Unidas sobre su apoyo al enfrentamiento del terrorismo internacional. Incluso el senador Patrick Leahy ha dicho que “el terrorismo local en Estados Unidos es una amenaza mucho mayor para los estadounidenses que Cuba”.

¿Qué moral tienen –en especial esta administración– para acciones de este tipo? Se trata de una burla a la cooperación antiterrorista entre ambos gobiernos y a la propia opinión de las agencias del cumplimiento de la Ley estadounidenses que han reconocido, en no pocas ocasiones, la seriedad de la contraparte cubana en este tema.

Gracias a esa cooperación, incluso en la administración Trump Cuba devolvió a un terrorista, un acusado de asesinato y facilitó testimonios de fiscales norteamericanos en tribunales cubanos –algo histórico– para poner tras las rejas a una persona que cometió un homicidio allá. Sin dudas la decisión de incluir a Cuba en la ilegal lista de países que patrocinan el terrorismo es un puntillazo a la ya dañada credibilidad del actual gobierno que será tristemente recordado por su oportunismo político.

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