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Así vivieron los disturbios en el Capitol Hill tres periodistas del The New York Times

Cuando este miércoles 6 de enero, los partidarios de Donald Trump comenzaban los disturbios a las afueras del Capitolio en Washington D.C, en Estados Unidos, Nicolás Fandos, Erin Schaff y Emily Cochrane, tres periodistas del The New York Times, que permanecían sentados en el balcón designado a la prensa en el Congreso, comprendieron que algo no estaba bien.

Fandos miraba la habitación del Senado como una pecera —así escribió y su primera sospecha perturbadora llegó al ver al vicepresidente, Mike Pence, salir corriendo sin explicación alguna.

—Tenemos una emergencia, gritó un policía con banda de neón en mano que acababa de aparecer en medio de la cámara.

El senador republicano de Utah, Mitt Romney, levantó las manos exasperado: “Esto es lo que han conseguido, muchachos”, le espetó a los demás colegas de su partido que ponían en duda la victoria en las presidenciales del demócrata Joseph Biden.

El silencio se apoderó de la habitación. Afuera las sirenas de los autos aullaban y los trumpistas se unían en un solo grito.

Fandos tuvo, al menos, diez segundos en aquel letargo para decidir qué hacer, “si salir corriendo o quedarme encerrado”, contó. Al final, optó por mantener sus ojos alertas para cubrir lo que allí estaba sucediendo, “sin importar lo que pasara después”.

La fotorreportera Erin Schaff escuchaba el ruido que hacían los manifestantes en el primer piso del lado del Senado. Por eso, bajó las escaleras guiada por las voces y se sorprendió al ver un pequeño grupo de personas que habían llegado hasta el Ohio Clock Corridor.

Creyó que ese sería el gran momento del día. Pero estaba equivocada.

Miró por el pasillo hacia la Rotonda del Capitolio y vio cómo cerca de cien personas corrían, gritaban y tiraban un podio. Aprovechó para tomar algunas fotos, quizás las últimas que registraron sus cámaras profesionales.

Seguidores de Donald Trump irrumpieron en el Capitolio interrumpiendo una sesión conjunta del Congreso que terminaría en la oficialización de Joseph Biden como presidente del país. Foto/Erin Schaff

Minutos después, la turba se agrupó y abalanzó sobre el único oficial de la policía que escoltaba las puertas ceremoniales de la Rotonda. Todos entraron en tropel y ella, que había conseguido un puesto, escaleras arriba, para tener un mejor punto de vista en la documentación de los hechos, se encontró rodeada por tres hombres que la tiraron al suelo, la despojaron de su pase de prensa, de una de sus cámaras y destrozaron el lente de la otra.

Los partidarios del actual presidente forzaron las puertas y ventanas del edificio para entrar. Foto/Erin Schaff

“Después de eso, sabía que necesitaba alejarme de la mafia y esconder mi cámara rota para que no me atacaran de nuevo. Me encontré con la suite de la presidenta [de la Cámara de Representantes] Nancy Pelosi, pero la gente estaba destrozando su oficina, así que seguí moviéndome”, detalló.

Schaff encontró un lugar para esconder su cámara y se quedó con su teléfono filmando, desde un balcón, a la multitud que cubría el escenario inaugural del National Mall (la gran explanada ajardinada que une el Memorial de Lincoln con el Capitolio).

En ese momento, la policía del Capitolio comenzó a expandir gas lacrimógeno contra los manifestantes y ella corrió hacia el tercer piso para esconderse. Minutos después volvió a yacer en el suelo, esta vez empujada por oficiales que le apuntaban con sus pistolas y no creían que fuera del personal de la prensa. Dos fotoperiodistas que la reconocieron, al entrar en el lugar, salvaron su vida. “Nunca olvidaré su amabilidad en ese momento”.

Emily Cochrane iba a cubrir al Capitol Hill la certificación de votos como otro día normal, aunque era consciente de las tensiones pronosticadas para la jornada.

La voz de un oficial informando sobre “individuos que han violado el edificio del Capitolio”, interrumpió la rutinaria seguridad. De repente, su realidad tenía como horizonte a un escritorio tras el cual se escondía.

Los oficiales arrastraron un enorme cofre de madera que funcionó como barricada frente a las puertas principales de la sala de la Cámara. Cochrane agarró su laptop, su teléfono y una especie de máscara de emergencia que sacó de debajo de su asiento para prevenir el impacto de los gases lacrimógenos.

Tras una silla de auditorio, después de superar algunas barandillas que separaban el área de la cámara en secciones, empezó a pensar que no estaba “realmente protegida”.

“Envié algunos mensajes de texto de ‘Te amo’, de lo contrario ‘congelados en el suelo’. No sabía lo que podría pasar. Solo quería que lo supieran”.

Luego de la revuelta, el Congreso reanudó su conteo y Nicolás Fandos se encontró vagando solo y “estudiando los restos de una ocupación abandonada”, en un Capitolio inquietamente silencioso, con sus ornamentados suelos de baldosas cubiertos de un residuo polvoriento de extintores y gas pimienta, con bancos volcados y ventanas hechas añicos.
En el primer piso, encontró un puñado de jeringas y un desfibrilador gastado en alguien, se preguntó de quién sería y lo dejó atrás.

Con información de The New York Times

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