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Rendir tributo a Martí desde el periodismo

Por Aida Quintero Dip

Santiago de Cuba, 18 de may. – Como herederos de Patria, periódico fundado por José Martí, el 14 de marzo de 1892, cuya creación resume el concepto martiano de que el periodista es un soldado de las ideas, pienso que nuestra prensa está en deuda con el legado periodístico del Héroe Nacional, tanto en la divulgación de sus ideas precursoras y obra, como en la aprehensión y puesta en práctica de su magisterio en el ejercicio de un oficio que mucho puede aportar en el perfeccionamiento de la sociedad, y de una Revolución hija de sus doctrinas.

Teniendo en cuenta las propias palabras del preclaro patriota de la independencia de Cuba, de que “Se pelea cuando se dice la verdad”, valoro que ha faltado un mayor acercamiento y reflejo, a pesar del interés y los intentos, del pensamiento y vigorosa obra martiana, en toda su dimensión y vastedad, sobre todo su importante legado en el campo del periodismo.

Aunque esa apreciación podría parecer arriesgada y carente de sentido real y argumentos, es posible afirmar que hay fallas respecto a una meridiana claridad en el tratamiento del tema martiano, lo que permite hacer la reflexión de que los periodistas estamos en deuda con la divulgación de la vida y obra de un hombre que sigue siendo referencia, búsqueda de respuesta, el alma de la Revolución, como alguna vez se le calificara.

Cuando expreso inconformidad con lo realizado, me refiero esencialmente al contenido, que adoleció, en sentido general, de falta de mucha más investigación, análisis y profundidad en la misma dirección en que lo abogaba Martí, cuando declaraba: “No es el oficio de la prensa periódica informar ligera y frívolamente sobre los hechos que acaecen o censurarlos con mayor suma de afecto o de adhesión”.

Y agregaba: “Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasionado; no encarnizarlos con un alarde de adhesión tal vez extemporánea, tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas a consulta y reformarlas según ella; tócale, en fin, establecer y fundamentar enseñanzas, si pretende que el país la respete, y que conforme a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre”.

Así Martí sintetizaba la esencia y definía en la Revista Universal, de México, el 8 de junio de 1875, el papel que debía asumir la prensa. En esa época contaba con solo 22 años y ya resumía con tal discernimiento y agudeza los objetivos y las misiones del periodismo ético y revolucionario que predicó.

De igual manera legó ese sentido de responsabilidad de la prensa y el periodista, al insistir en que el periódico: “Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno y valiente”.

Resulta que una labor como la nuestra no puede caer en el error de los esquemas, mucho menos si de reflejar la trascendencia de la prédica martiana se trata, pues la propia esencia de la Revolución, que es fruto de sus ideas, es la constante renovación, y, por lo tanto, el periodismo tiene que parecerse a la Revolución en ese sentido de cambio, de búsqueda.

Se hará en la medida en que haya comprensión de la necesidad de elaborar un mensaje cada vez más integral, profundo, equilibrado, maduro; como hacedores de una prensa comprometida y militante, con la presencia indiscutible de Martí en esa guerra mayor de pensamiento que se nos hace, la cual requiere dar prioridad al conocimiento abarcador, como estrategia vital.

Estamos haciéndole honor a su legado cuando no somos simples críticos, sino cuando actuamos y obramos con la certeza de que la Revolución es nuestra y en función de ello develamos errores, deficiencias, tendencias negativas, y proponemos alternativas, caminos.

Desde la perspectiva del Maestro, el periodista debía ser orgánicamente revolucionario, no solo en política, sino en el más cabal sentido del término, o quedar reducido a la categoría de simple repetidor o amplificador de acontecimientos. Debía conocer desde la nube hasta el microbio y estar atento a los signos de los tiempos para estar siempre cogiéndole el pulso a su época.

Para acentuar mucho mejor el mensaje que deseo transmitir, me tomo la licencia de repetir a uno de los más importantes estudiosos de José Martí, el poeta y ensayista Cintio Vitier, ya fallecido, quien subrayó: “Mientras Martí esté vivo y actuante entre nosotros, habrá (con mayúscula) Revolución”.

Reitero que en el ejercicio de la profesión estamos en deuda con José Martí, quien comenzó a hacer periodismo a los 16 años, y por entonces fundó La Patria Libre, un semanario democrático y cosmopolita, y el Diario Cojuelo, una especie de aderezo de prensa irónica, para revelarse como periodista, a partir de 1875, en México, donde escribe en la Revista Universal, en la cual se acerca a todos los temas con igual sabiduría, rapidez y seguridad.

Ya en esa época -opina Max Henríquez Ureña- “hasta en las meras notas informativas hay pensamiento original, calor de emoción, invención de estilo”.

Y qué falta nos hace este hombre excepcional, ahora mismo, cuando vivimos horas y tiempos tan difíciles y convulsos, nos hacen falta sus ideas claras y conceptos meridianos para seguir afianzando el presente y forjando el porvenir, por esa herencia de apego ancestral a las raíces y a la cubanía. “Toda mi vida -dijo- ha sido una obra de ansia. Amo a mi tierra intensamente. Si fuera dueño de mi fortuna, lo intentaría todo por su beneficio: lo intentaría todo”.

(Tomado de Radio Mambí)

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Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

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