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¿Hasta dónde llega la “amistad” vía Facebook?

Está claro que acabado de llegar a los 72 años, yo no soy lo que llaman hoy “nativo digital”, aunque fui de los primeros periodistas cubanos en teclear un artilugio tecnológico portátil muy avanzado, conocido como Tandy trs-80 modelo 100, que a finales de los años 80 nos hizo llegar a Prensa Latina un aventajado y querido colega, Alberto Rabilotta, corresponsal en Canadá por aquellos años.

Nunca olvidaré la insistencia de “Rabi”, como cariñosamente acortamos su apellido, en que los periodistas y teletipistas de PL conocieran lo que ni siquiera llamábamos “nuevas tecnologías”, término que ahora se utiliza para designar todas las novedades que a diario nos sorprenden, no sólo en el ámbito del periodismo y la comunicación.

Aquellas maquinitas de pantalla estrecha acumulaban en su “memoria Ram” – término con el que empezamos a familiarizarnos entonces- lo que escribíamos y luego imprimíamos en las habituales cuartillas para tomar el camino de rutina vía editor, primer paso de la cadena informativa en la Central –entonces ubicada en el 5to. piso del Edificio del Retiro Médico, en plena Rampa capitalina.

En 1992 me tocó estrenar el siguiente paso “tecnológico” de la agencia cuando al equipo que hicimos la cobertura de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo Mundial de Sevilla y, sobre todo, la Segunda Cumbre Iberoamericana en Madrid -incluyendo la presencia de nuestro Comandante en Jefe y su visita a Galicia— se nos dotó con un equipamiento portátil más avanzado, con la novedad de poder conservar lo escrito en otro nuevo dispositivo llamado “diskete”.

Me sonrío al narrar esto pensando en lo “pre histórico” que debo parecer a mis eventuales jóvenes lectores, hoy enganchados con los móviles –propios o de su familia-, en una época en que las distancias cada vez se acercan más, al menos en el ciberespacio; que el conocimiento (verdadero o falseado) está más al alcance de todos y se requiere mucha más perspicacia, estudio a fondo, habilidades –que no agilidad digital solamente- e incluso madurez, para ir por ese vastísimo, insondable y muchas veces engañoso universo digital que hoy nos envuelve a todos, incluso a aquellos que aún le tienen animadversión a “lo moderno” y quieren seguir como la Vaquita Pijirigua, de Pedro Luis Ferrer, …“a la antigua”.

Esta recapitulación me nace de una nueva madrugada de “paseo” por la red de redes, y en la que abarco mucha más información –y conocimiento— que por el correo electrónico que hace al menos tres décadas utilizo para comunicarme. E incluso al famoso Facebook, en cuyas garras caí hace unos lustros, instigado por la curiosidad –por un lado- y la habilidosa hija de mi querido Moisés, corresponsal de PL en Buenos Aires por entonces, quien insistió en que tuviera mi propio lugar en el infinito mundo virtual.

Confieso que casi nunca utilicé esa opción y, olvidando como acceder a ella en otras ocasiones, llegué a abrir otras dos ventanas, en diferentes circunstancias, hasta que finalmente, con más tiempo disponible, creé una cuarta, en la que publicaré estas líneas (con lo que se demuestra que no siempre a la tercera va la vencida).

Y vuelvo a la causa de todo esto: los amigos en el “fb”. Yo tengo, hasta el momento, 534 registrados y a todos los que he invitado o he aceptado la suya, los conozco lo suficiente, hemos compartido acciones y pensamientos, vivencias, proyectos e incluso angustias, que no tuvieron que ser idénticas pero nunca contradictorias con nuestras esencias. Incluso con algunos hoy no comparto sus posturas o criterios político-ideológicos pero -como sabemos lo que pensamos cada cual— soslayamos la confrontación en aras de históricos y humanos puntos comunes.

Pero hay otros que, por haber defraudado expectativas, ocultado sus propósitos o incluso mentido en su momento, aún cuando vea invitaciones constantes a ser “amigos en Facebook” hasta que no lea una sincera autocrítica o al menos una valoración que me varíe los sentimientos y recuerdos que de su persona tengo, seguiré siendo un “pre nativo digital” que respeta y aprecia a quienes estimo lo merecen.

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José Dos Santos
José Dos Santos (1947) Periodista cubano. Bachiller en Ciencia. Licenciado en Ciencias Políticas. Comenzó su vida periodística en 1969 en la Agencia Prensa Latina, donde fue desde auxiliar de redacción y Jefe de Servicios Gráficos, corresponsal jefe en la RDA y la RFA y vicepresidente para la Información (1984-1993). Quince años vicepresidente primero de la UPEC (1993-2008) y dos años subdirector de la revista Bohemia (2014-2016). Entre sus condecoraciones cuenta con seis Distinciones, tres Medallas y dos Sellos. Es autor de varios libros testimoniales y sobre el jazz, materia sobre la que es fundador de un sitio web del Ministerio de Cultura y escritor y productor de programa radial La Esquina del Jazz, desde 1993.

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