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Antonio Moltó: Que tu memoria no descanse en paz, que sigas trabajando en guerra

Honras fúnebres al destacado periodista Antonio Moltó Martorell, quien fuera presidente de la Unión de Periodistas de Cuba. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Qué pequeña la casona de 23 e I, qué caluroso y estrecho su salón con ínfulas de teatro, este 16 de agosto de 2017, en que se despiden las cenizas de Antonio Moltó Martorell, aquel que supo, como nadie, darle espíritu de hogar a la Casa de la Prensa. Mentía Sabina al decir que ya los duelos no se atreven a dolernos demasiado.

Desde los jardines hasta el patio, periodistas de todas las generaciones, pasan frente a la vasija donde su cuerpo, su largo y nervudo cuerpo, convertido en polvo, descansa. Hay penas en los rostros y gente que se abraza llorando. Raúl Garcés, el decano de Comunicación, se aferra a unas gafas para esconder la gradación de su tristeza, como Ángela Oramas, la viuda de Marrero. Se declaran huérfanos de Moltó, como dirá Rosa Miriam Elizalde, un poco más tarde.

Una hermosa corona, a nombre del General Presidente, Raúl Castro, abre el tradicional homenaje de flores engranadas. Decenas más cubren la pared galería, bajo la escalera curva del viejo palacete del Vedado, donde hoy sólo hay una foto enorme, la más entrañable, posiblemente: Moltó abraza la llave de su ciudad, la heroica Santiago. Compartiendo mesa, junto a las cenizas, las numerosas medallas que ganó, la réplica del machete de Gómez, que le entregó las FAR y la pluma de carey sobre las teclas del Premio nacional de Periodismo “José Martí” por la obra de la vida.

En el pasillo no cabe un alma, ni en los corredores aledaños. Todos quisieran, pero ni apretujados caben, entrar al salón principal, desde donde un video reproduce su voz apasionada, convocando a los más nuevos a la dura pelea por el periodismo que nos debemos, en nombre de la Upec, que nació en el fragor del primer combate para defender a la Revolución del cerco mediático imperial.

En primera fila están los cinco hijos –cuatro varones y una hembra- y está Rebeca, la esposa, contemporánea de los más jóvenes de ellos, la muchacha enamorada que hizo de consagrada enfermera y cumplió todas sus voluntades, incluida la de guardarlo de las miradas compasivas de los amigos cuando el cáncer empezó a devorar su elegante figura y lo dejó sin fuerzas para caminar o discutir amistosamente, del polvo a la nube, como buen cubano rellollo y orgulloso santiaguero.

Bárbara Doval, una de las vicepresidentas, conduce el  acto, después del canto emocionado del himno. Agradece la presencia de los compañeros del departamento Ideológico del Partido, del que fue disciplinado militante Moltó –aunque sin guardarse jamás las lógicas discrepancias del militante verdadero-; de la Secretaria General de la FMC, del ministro de Cultura y la secretaria de su sindicato, de los presidentes de la UNEAC y del ICAP; de periodistas de todas las delegaciones de la Upec en provincias que están asistiendo por internet a la ceremonia con la misma emoción con que, desde la madrugada triste del martes 15, llenaron de mensajes de dolor sus perfiles en Facebook.

Bárbara va leyendo algunos, mientras llegan al micrófono Tubal Páez, presidente de honor de la Upec,  con todos los argumentos que le permiten  afirmar que “Moltó no murió en la cama, murió en combate”; Juan Carlos Camaño, presidente de FELAP, para extender el abrazo del gremio latinoamericano y José Alejandro Rodríguez y  Luis Sexto, sus inseparables de “Hablando claro”, aquel  programa que Moltó fundó en los oscuros 90, para echar luz sobre el túnel sin puerta de salida a la vista en que la sociedad  cubana entraba.

“Moltó es un hallazgo humano”, dice Pepe y bendice que en él “se hayan entrecruzado, sin separarse jamás, el hombre público y el ser personal”. Luis lee su crónica con la voz rota por la pérdida de su “sombra”, elogia la humildad con que siempre se apartó para levantar a los demás y clama porque “su memoria no descanse en paz, que siga trabajando en guerra”.

Otro Pepe, el director de Bohemia, recuerda los viejos días en Santiago, cuando la información de la radio se tomaba de los diarios. Moltó, que estaba en la radio terminó invirtiendo los papeles y los diarios empezaron a beber noticias del éter. Capítulo aparte para sus años “Haciendo Radio” que comentamos Marina Menéndez y quien escribe esta crónica de duelo. Aquellas madrugadas nos marcaron a todos, al mando de un director empeñado  en que diéramos la noticia primero y mantuviéramos siempre el oído y el oficio pegado a los problemas de la gente. Carlos Rafael Jiménez, el “caballero de la calle” y Ana Teresa Badía, que siguen madrugando como entonces, se perdían en el tumulto que nunca pudo acceder a la sala.

Detrás vendrían Marta Rojas, con su testimonio de los días compartidos en la casa del escritor José Soler Puig en Santiago y sus apreciaciones sobre el hombre culto y muy informado que siempre fue y Rosa Miriam Elizalde para afirmar categóricamente que “Moltó era un hombre muy joven”, que murió lamentando no tener más vidas para ver lo que viene en materia de tecnología si nos ponemos al día con internet,  al mismo tiempo que se desvelaba por los jubilados, los discapacitados, los enfermos, los aquejados por la soledad y el olvido, que hoy se sienten huérfanos con la partida de su presidente.

Juana Carrasco, presidenta del tribunal de premios, sintetizó la cercanía de todas y todos, recordando las mil y una vez que Moltó la llamó para una misión y, sentados ambos en los sillones que le dieron calidez de habitación familiar a su oficina, convirtió en charla de hermanos la tarea gremial más  perentoria.

Antonio, el mayor de sus hijos, agradeció el homenaje en nombre de los familiares y Aixa Hevia, la vicepresidenta primera de la UPEC, extendió las gracias a todos los médicos que le dieron más de una sobrevida. Ella cerró la jornada leyendo la declaración de sus compañeros de la Presidencia: “El mayor y verdadero homenaje se lo haremos a Moltó en los próximos meses, en el camino al X Congreso, en la medida en que logremos mantener con vida y ampliar sus ideas y  seamos fieles a esa capacidad de aglutinar que le han reconocido gran parte de sus colegas en las últimas horas. Que defendamos como él el derecho de la sociedad cubana a tener un sistema de medios públicos de vocación socialista y por ello con una expresión más realista, razonada y equilibrada de las realidades que vive el país.

“Lo que acaba de irse ya no era él. A él tenemos la responsabilidad de mantenerlo vivo, con su don de gente, sus dotes de comunicador y ese sentido de servicio a la Revolución por encima de dolores físicos o de otro carácter. Nos toca hacer que jamás se pierda su capacidad para unirnos y entusiasmarnos en los momentos más críticos.

“Hagamos un mejor periodismo y seremos consecuentes con su legado político y profesional.”

Asistentes a las honras fúnebres al destacado periodista Antonio Moltó Martorell, quien fuera presidente de la Unión de Periodistas de Cuba. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Intervención de José Alejandro Rodríguez durante las honras fúnebres a Antonio Moltó Martorell. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
Asistentes a las honras fúnebres al destacado periodista Antonio Moltó Martorel. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

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Arleen Rodríguez Derivet
Periodista, editora y conductora cubana. Graduada en 1982 en la Universidad de Oriente, comenzó su carrera como corresponsal de Juventud Rebelde, donde ocupó luego diversos cargos, incluyendo la subdirección y la dirección de 1989 a 1997. (Guantánamo, 1959)

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