La decisión del presidente dominicano de impedir la presencia de Cuba en la X Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Punta Cana el próximo diciembre, recuerda la expulsión de Cuba de la OEA, en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962. Entonces el gendarme estadounidense rumiaba la rabia de haber visto aplastada en el anterior abril, en poco más de sesenta horas, la invasión mercenaria que él patrocinó con miras al derrocamiento de la Revolución Cubana.
En 1962 el único voto contra la expulsión de Cuba lo protagonizó México, aunque se debe recordar la decisión del embajador de Perú, Raúl Porras Barrenechea, quien honró la herencia de José Carlos Mariátegui y César Vallejo y, a riesgo personal, votó en favor de Cuba. Su gobierno lo desautorizó y lo depuso de su cargo, y poco después el prestigioso diplomático murió de un infarto. Pero su gesto le garantizó el honor que merece recibir de Cuba y de nuestros pueblos en general, un honor del que estuvieron lejos los gobiernos plegados a los designios estadounidenses, o que apenas tuvieron huelgo para la abstención.
De entonces para acá la realidad ha experimentado cambios. México no solamente ha mantenido la política exterior que lo ubicó en un alto sitial frente a las maniobras anticubanas —y a la cual Cuba ha correspondido, con una gratitud que a veces ha tenido su precio—, sino que desde hace unos años honra la herencia de Lázaro Cárdenas con una importante renovación interna.
Y ya no es Cuba el único país que merece y se gana la hostilidad de los Estados Unidos y sus compinches: en la exclusión de Punta Cana la acompañan Venezuela y Nicaragua, que en 1962 votaron contra ella y secundaban al amo imperialista más allá incluso del voto infame. La misma existencia de las Cumbres de las Américas responde al auge emancipador que para 1994 era palpable en nuestra América, y que dio origen en 2011 a la creación, en la Caracas bolivariana, de la CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, antípoda de la OEA.
Frente a ese apogeo no es casual que las Cumbres de las Américas nacieran en Miami, con la celebración de la primera de ellas en diciembre de 1994. Han tenido que pulsear con la voluntad emancipadora no solo de los pueblos de la región, sino de varios de sus gobiernos, que han optado por defender su soberanía y propiciar, junto al mejoramiento de la vida de sus ciudadanos, relaciones internacionales que irritan al imperio.
Mientras tanto, los sumisos a los mandatos imperialistas han personificado episodios tan bochornos como el de marzo de 2002 por parte de un presidente de México al cumplir la orden de su jefe yanqui: impedir la presencia de Fidel Castro en un foro programado en la urdimbre de las Cumbres, la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, realizada en Monterrey, como adelanto de la Cumbre Extraordinaria que tendría lugar allí en enero de 2004. En aquella Conferencia el zorrillo mexicano intentó humillar al Líder de Cuba con una grosera indicación: “Comes y te vas”. ¿Hará falta recordar los detalles de quién terminó humillado, y de qué estruendosa manera?
Cuba ha estado ausente de la mayor parte de las Cumbres. Asistió a la séptima en Ciudad Panamá, abril de 2015, por el reclamo de gobiernos dignos que exigieron su presencia, lo que ella no podía cometer la ingratitud de ignorar. Y acudió —como haría en la octava, celebrada en Lima en abril de 2018— para seguir dando, en las entrañas de esa estructura urdida por el monstruo, el combate ideológico en que ella no cesa, y que los artífices de las Cumbres prefieren quitarse de encima.
A la novena —celebrada en Los Ángeles, Estados Unidos, en junio de 2022, con un programa que recordaría las argucias de la llamada Alianza para el Progreso— no fue invitada. Pero, así como ha decidido no volver a la OEA, andamiaje que el intelectual y político argentino Manuel Ugarte llamó ministerio de colonias yanquis —denominación cara a nuestro Canciller de la Dignidad, Raúl Roa—, puede vivir sin participar en Cumbres manejadas por el mafioso cabecilla de tal ministerio.
En Punta Cana tendrá lugar la décima Cumbre —parte de una serie a la que se suman dos proclamadas con carácter extraordinario—, y en la convocatoria el anfitrión de turno excluyó, junto con Venezuela y Nicaragua, a Cuba. Además de cumplir órdenes de los Estados Unidos, el gobierno dominicano mancilla la historia de la patria de Gregorio Luperón, Máximo Gómez, Juan Bosch y Francisco Caamaño, y se ubica en la senda de traiciones y humillación que su pueblo ha sufrido y repudia.
Voces de ese pueblo condenan la actitud que su presidente ha evidenciado no solamente al excluir a Cuba de la Cumbre, sino asimismo al ser cómplice del genocidio que el Israel sionazi comete contra Palestina. La condena incluye el repudio al embajador que en la ONU, en la reciente Asamblea General, mientras otras delegaciones se levantaron y abandonaron la sala donde hablaría el criminal de guerra Benjamín Netanyahu, permaneció en su sillón, y dio con ello al genocida un aval que hiere a su propio pueblo.
Los Estados Unidos y su acólito Israel son los únicos gobiernos que votan en la ONU por mantener el bloqueo impuesto a Cuba por el primero de ellos. Pero Cuba continuará su marcha. Ese es el deber que la convoca ante el derrotero de Cumbres amañadas que, curiosamente, en buena parte de ellas se han celebrado en abril y en diciembre. Si sus organizadores lo han hecho con el intento de borrar el significado de Girón y adelantarse a silenciar los ecos del Primero de Enero de 1959, no lo han conseguido.
Cuba tiene el deber de impedir que lleguen a lograrlo, en un frente de lucha donde organismos como la CELAC están llamados a fortalecer su papel antimperialista, y a contrarrestar las traiciones cometidas por gobiernos de la región. En cuanto a Cuba, de Punta del Este a Punta Cana, los imperialistas se han quedado con las ganas, podría ser el estribillo de una guaracha de Carlos Puebla, sin punto final, abierta a la decisión de luchar y vencer.
Imagen de portada: El presidente dominicano Luis Abinader claudica ante Washington y excluye a Cuba, Venezuela y Nicaragua de la Cumbre de las Américas. Foto: Li Rui / Xinhua News.


Y con el favor de los buenos y fuertes vientos que soplan, en la próxima cumbre serán más de tres los excluidos y así en orden ascendente hasta que la minoría sean los que acepten los dictados del imperio.
Y dejaste pasar la IV, en Mar del Plata, en la que Tres Mosqueteros- Nestor Kirchner, Hugo Chávez y Luiz Inacio Lula da Silva- le dieron la estocada final a ALCA, con un sonoro “¡ALCA, ALCA, al carajo!”, provocaron la retirada airada del entonces monarquillo George W. Bush y la salida antes de tiempo del cocacolero de Monterrey Fox, y una multitudinaria Cumbre de los Pueblos proclamó el avance del ALBA.