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COLUMNISTAS

Papa de alta gama

Cuando escribo este artículo, ya algún sitio contrarrevolucionario le ha dado cabida al tema. Pero no sería sano perpetuar un error con el que muchas veces les hemos regalado asuntos a espacios de tal índole, porque hemos obedecido los siguientes mandamientos: a) no cumplir la agenda del enemigo, b) no hacernos eco de su propaganda.

Este artículo procura tomar el toro por donde corresponde, para defender las que el autor considera posiciones revolucionarias. Por ello evade “tesis” como las citadas, que, aunque a veces puedan haber tenido fundamento y aplicaciones atinadas, también se asocian con males que nos han castigado.

Contra uno de ellos, el tenaz secretismo, han llovido pronunciamientos y reclamos durante décadas. Pero él parece hecho a rebasarlos todos y hasta burlar leyes concebidas, y bien argumentadas, para velar por la calidad de la comunicación social y la transparencia informativa que el pueblo demanda, necesita y merece. La mentalidad del parlamento reunido en una trinchera ha tenido su valor, pero el acostumbrarnos demasiado a ella puede seguir generando escollos, o eso parece.

En medio de serios déficits en el abasto de alimentos, se ha dicho que la cosecha de la papa de este año ya terminó, y que en todo caso quedará la almacenada en frigoríficos y que supuestamente serán objeto del debido control. Pero, por lo menos en las calles de La Habana, pululan vendedores que sin pudor alguno y sin que se vea nadie ni nada que les ponga freno, la pregonan a gritos y la comercializan a precios abusivos. Las cifras las conoce quienes lean estas líneas y vivan de veras lo que vive el pueblo.

Esas ventas eran ya fuentes de fundados disgustos de la ciudadanía, y de júbilo para quienes disfrutan todo lo que sirva al afán de desacreditar el proyecto político cubano, propósito en el que, duele decirlo, hallarán a troche y moche asideros que sumar a los que ellos mismos fabrican desvergonzadamente. Pero de la venta de papa ha aparecido en estos días una modalidad que requiere valoración particular.

Ahora —lo vio este articulista en el mercado de Cuatro Caminos— se puede adquirir papa en dólares, con la tarjeta elegantemente llamada Clásica, o en efectivo, como es propio de establecimientos sujetos a esa línea bancaria. Como datos anecdóticos, al menos de momento son papas limpias y muestran buen estado, además de estar envasadas en bolsas de malla y tener lo que vale llamar una etiqueta profesional. Cada bolsa contiene tres kilogramos de papa, y cuesta ocho dólares.

Quien esto escribe pensó —entre otras cosas por la buena presentación— que las papas podían ser importadas. Pero, según la etiqueta, solamente le quedó claro que las comercializa la Empresa Frutas Selectas, sita en “Calle Palmar S/N e/ Avenida Independencia y Boyeros, Cerro, La Habana” (sic).

Una vez más se evidencia una realidad que niega rotundamente lo anunciado al establecerse el mercado en moneda libremente convertible, el que vale considerar tristemente necesario y familiar MLC, ahora en declive frente al de Clásica. Se dijo entonces que no sería para comercializar productos de primera necesidad, sino de alta gama, lo que permitiría obtener ingresos para beneficiar al mercado que opera con el maltrecho CUP y es cada vez más deficitario.

Pronto se vio que, más que televisores y equipos de climatización, en aquel mercado podían adquirirse —como hoy en el de Clásica— productos de primera necesidad, y se creó una situación a la que hace más de tres años se refirió en otro texto el autor del presente artículo. No porque tal “solución” —bloqueo por medio como primera causa— acabara siendo necesaria, sería menos indeseable, ni menos dolorosa.

Basta decir que representó el incumplimiento de un anuncio hecho por parte de las autoridades gubernamentales correspondientes, las que, huelga añadirlo, el juicio público identifica con el país y con el gobierno. Para eso precisamente se creó el bloqueo: para que el gobierno revolucionario perdiera el apoyo brindado por la mayoría del pueblo.

Entre las causas del doloroso golpe sufrido recientemente por las fuerzas progresistas en Bolivia, Alvaro García Linera apuntó esta: “El error en la gestión económica al tomar decisiones que golpean los bolsillos de la gran mayoría de sus seguidores”. Al margen de los otros hechos que motivaron o favorecieron ese error, y de lo que cada quien piense del análisis citado, vale considerar que, en general, las mayorías sufren esos errores, y no siempre se detendrán a valorar qué los ha provocado.

Los movimientos revolucionarios no pueden contar solamente con el pensamiento de su vanguardia —cuando lo es—, ni de los grupos supuestamente más esclarecidos, sino que han de tener en cuenta a la masa común, o a gran parte de ella. Cuba no es Bolivia, se dirá con razón; pero tampoco está destinada forzosamente a ser un caso fuera de toda norma en la marcha del mundo.

Las papas en dólares encarnan una definición práctica, ojalá fuera solo metafórica, de lo que significa en los hechos la llamada dolarización parcial de la economía cubana. Sus efectos castigan a la mayoría del pueblo, no a todo. Ni de lejos sufrirán igual castigo, digamos, los beneficiados con la propiedad privada a la que —de manera y en grados que todo apunta a señalar como precipitados o desmedidos, o así lo verá o ve la intuición popular— dio paso el proceso bautizado como Reordenamiento.

La papa, que llegó de América a Europa y alivió o ayudó a eliminar allí hambrunas terribles, se ha convertido en símbolo de la alimentación, como el pan, que también pasa por una gran escasez y elevados precios en el mercado que opera en CUP, y puede adquirirse igualmente en el mercado en dólares, que parecería tener la voluntad de convertirse en clásico. Son muchos los productos de primera necesidad que se comercializan por esa vía, desde carnes y otros alimentos hasta el azúcar y el café, a menudo de importación ambos.

Para enfrentar complejidades tales no se les exija a este artículo y su autor la propuesta de soluciones que los desbordan y requieren de la sabiduría y la autoridad de quienes están llamados a trazar pasos para alcanzarlas. Sí sabe el articulista que el bloqueo existe, es inmoral y causa graves daños. Pero se niega a creer que no haya en nosotros creatividad e inteligencia, y voluntad, para impedir que el daño sea mucho más que el imprescindible, y que nunca sería poco. No lo es hoy, y está a la vista.

Sobre las cuentas representadas en la tarjeta Clásica cabe hacer observaciones particulares, pero no ajenas a hechos de la realidad general del país. Esas cuentas se inscriben en un proceso de bancarización de veras deseable, pero que ha derivado en realidades insufribles —o sufribles, porque se sufren en grande—, y habría no poco que decir de ellas.

Ahora no entrará el articulista en puntos sobre los cuales quizás podría volver: como el establecimiento habanero que funciona con dólares y tarjeta Clásica y tiene impresa en sus comprobantes de venta una gran M, que, según le respondió una cajera al cliente que le hizo la pregunta, es la inicial de la esposa del dueño. Eso puede quedar para otro momento.

Pero, de tratarlo, partiría de un punto: hasta donde él sabe o entiende, esas cuentas se concibieron para que el Estado recaude divisas que le urgen al erario público. Y, pensando en eso, se pregunta por qué se le hace tan difícil a la ciudadanía depositar en esas cuentas divisas que no sea estrictamente el dólar.

A dos cuadras de su casa hay un mercado —de la marca Vima—, donde, como en otros, se pueden abrir dichas cuentas y depositar dólares, pero quienes desean depositar otra moneda, como euros, pasan un buen trabajo recorriendo La Habana. Y para eso no puede decirse que el transporte resulte precisamente amable, ni económico.

Es más, mientras escribe este artículo, el autor tiene el sobresalto de haber tenido que dejar en el mercado de Carlos III —el “de la familia cubana”— un par de zapatos que compró, y cuyo importe el banco le descontó de su cuenta, pero sin pasar el aviso de cobro al establecimiento. Ahora el articulista no puede librarse de la tensión que le genera esperar a que el banco reintegre en su cuenta lo que le cobró por los zapatos, o tener que lanzarse a hacer reclamaciones que entre nosotros suelen merecer muchos calificativos, pero no por cierto el de simpáticas.

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Luis Toledo Sande
Escritor, investigador y periodista cubano. Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana. Autor de varios libros de distintos géneros. Ha ejercido la docencia universitaria y ha sido director del Centro de Estudios Martianos y subdirector de la revista Casa de las Américas. En la diplomacia se ha desempeñado como consejero cultural de la Embajada de Cuba en España. Entre otros reconocimientos ha recibido la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales, este último por su libro Cesto de llamas. Biografía de José Martí. (Velasco, Holguín, 1950).

2 thoughts on “Papa de alta gama

  1. GRACIAS por las claridades! Y sí, toda la razón: contra “el tenaz secretismo, han llovido pronunciamientos y reclamos durante décadas. Pero él parece hecho a rebasarlos todos y hasta burlar leyes concebidas..” tema que rebasa la papa.

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