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Forjar un sendero comunicacional compartido

Intervención del presidente de la Upec durante el Foro China-América Latina que sesionó en la ciudad de Fushou, en la provincia de Jiangxi, como parte del proyecto de la Franja y la ruta en el área de la comunicación.

Queridos colegas reunidos en esta hermosa región de China, quiero agradecer, en primer lugar, el gesto de los organizadores del evento de invitar a una representación cubana integrada por miembros de la Unión de Periodistas.

En Cuba, donde la construcción de la unidad ha sido un proceso largo y accidentado, la principal amenaza del proyecto nacional liberador de la Revolución fue la división, que tanto daño hizo en lo interno, o la estimulada por fuerzas extrañas. Por esa razón entendemos muy bien lo delicado y decisivo de abrir caminos comunes, caminos de confluencias para buscar un mejor y único destino a lo interno de cada pueblo y para la comunidad humana.

Pero como enseña una fábula de esta tierra sabía y milenaria, escrita por el maestro Lie Zi, cuando existen «demasiados senderos» para la búsqueda de ese destino, como ocurre al interior de nuestras naciones y en el escenario internacional, no podemos encontrar la «oveja», es decir perdemos la ruta adecuada, porque se nos pierde entre tantas bifurcaciones…

Por ello es tan relevante la filosofía que nos une en este encuentro de trabajar por una comunidad de futuro compartido, como defiende el liderazgo de este país. Una filosofía que está en las antípodas de los egoísmos, las segmentaciones y las marginaciones prevalecientes en el mundo actual.

En un encuentro reciente en La Habana, durante el 3er. Coloquio Internacional Patria, un evento que reunió a más de 200 representantes de 31 países y que busca parecidos propósitos que este foro en el ámbito comunicacional, decíamos a líderes de la Asociación de Periodistas de China que hay una esencial y hermosa coincidencia entre la concepción de una Comunidad de futuro compartido planteada por China y la idea de José Martí de que Patria es humanidad.

En ese último precepto se fundamenta el proyecto revolucionario cubano desde que nuestros padres fundadores se levantaron contra el colonialismo español. Y es también es ese precepto humanista lo que pretende derrotarse con la agresión integral contra Cuba que no cesó desde 1959, llevada casi al paroxismo con las más de 240 medidas adoptadas contra el país durante la primera administración de Donald Trump, seguidas sibilinamente por Joe Biden, y resucitadas en días recientes con el memorando que firmó el presidente de Estados Unidos.

A esa guerra económica se suma una guerra comunicacional de gran escala, que incluye el financiamiento anual de más de 60 millones de dólares para sostener medios privados contrarrevolucionarios, influenciadores en redes, plataformas como radio radio y tv Martí, y laboratorios de intoxicación mediática. A ello se suma el uso de algoritmos de plataformas digitales para invisibilizar los contenidos producidos desde Cuba, deformando nuestra realidad y despojándonos del derecho a narrarnos desde nuestra verdad.

Pese a esas agresiones Cuba ha construido una de las mayores obras de solidaridad internacional de la historia contemporánea. Inspirada en Martí y guiada por Fidel Castro, nuestra nación sembró a lo largo de su Revolución fecundas semillas en el camino de una comunidad de futuro compartido.

Nuestra medicina llegó a los rincones más humildes del mundo a través de brigadas internacionalistas, como la Henry Reeve, en tiempos de pandemias o desastres. Miles han recuperado la vista gracias a la Misión Milagro. Nuestros educadores han combatido el analfabetismo en numerosos países y regiones.

Las visiones políticas de Martí, Fidel y Xi Jinping, entre otros grandes prensadores y forjadores de nuestros pueblos, siempre nos convocaron a la unidad de destino y visión común del mundo, nos invitan a pensar un destino basado en la cooperación, el respeto mutuo, la justicia y la solidaridad entre naciones.

Porque no es solo Cuba la que padece la concepción egoísta, neocolonialista y hasta fascista que se impone en el mundo. La ocupación y genocidio contra el pueblo palestino, bajo la complicidad o el silencio advenedizo de muchas potencias, es la manifestación más brutal de un orden internacional profundamente injusto. El vínculo entre el fascismo moderno, el sionismo expansionista y la impunidad de los poderosos exige nuestra condena y articulación más firme.

En este escenario, la verdad ha sido la primera víctima. Hoy vivimos en la era de la posverdad, donde los algoritmos, la desinformación y la manipulación emocional configuran realidades virtuales al servicio de intereses económicos y geopolíticos, se busca ocupar los territorios mentales tanto como los territorios físicos. Urge, por tanto, luchar por un nuevo orden mundial de la información y la comunicación, más justo, más ético, más humano, si queremos avanzar hacia esa comunidad de futuro compartido.

En este esfuerzo la articulación entre los países del Sur Global es inaplazable. Frente a la hegemonía de las plataformas y medios occidentales, necesitamos infraestructuras tecnológicas propias, plataformas de contenido soberano, y una coordinación permanente.

Es tiempo de crear y articular plataformas contrahegemónicas desde el Sur, que no sólo resistan, sino que propongan una nueva narrativa civilizatoria, que multipliquen nuestras voces, que se articulen en redes, que desarrollen marcos regulatorios comunes, que levanten un escudo tecnológico y cultural ante la colonización informativa.

Si alguna lección nos legó José Martí, quien además de un excelso político fue un extraordinario periodista, es que la «idea del bien» tiene que ser comunicada, y hacerlo de una forma y por unas vías capaces de movilizar e integrar a los que el Apóstol escogió para echar su suerte: a los marginados y explotados de la tierra. Para el Héroe Nacional cubano la articulación es una condición esencial de la unidad.

En Cuba hemos aprendido, no sin golpes políticos durísimos, la lección de que se puede estar incluso unidos, sin embargo, desarticulados.

Tanto las victorias como los reveses de los pueblos en este mundo en red, y también bastante enredado en medio de la mentira y la manipulación totalitaria dominante, nos enseñan que, además de unidos, requerimos estar tecnológicamente actualizados, además de organizados.

Esa es una de las razones por las que en Cuba estamos en contraofensiva comunicacional de la Revolución. Hacia lo interno, empeñados en la búsqueda de un nuevo modelo de comunicación y de prensa pública para nuestro socialismo, en pos de superar en este campo, como en otros del modelo, deformaciones y errores, a la vez que buscamos articularnos con todos los que en el terreno de la comunicación persiguen superar el injusto y asimétrico orden infocomunicacional global.

Si algo demuestran los coloquios sobre este tema realizados en Cuba, al igual que eventos de este perfil en nuestro país como los encuentros de Publicaciones Teóricas de Partidos y Movimientos de Izquierda, es que ese orden totalitario se enfrenta a una creciente disidencia que le puede plantar bandera.

Debemos establecer la solidaridad también como destino en lo comunicacional, para, como quería el Apóstol cubano, echar la suerte con los pobres de la tierra.

En nuestra condición de periodistas y comunicadores del Sur global tenemos hoy una misión revolucionaria: crear, compartir y defender una verdad que libere. Tender puentes entre los pueblos, luchar por un mundo donde la comunicación no sea un instrumento de dominación, sino una vía para la justicia, la paz y la unidad humana.

Como nos alecciona la sabia milenaria de este pueblo, ese debe ser nuestro sendero, nuestro destino compartido.

 

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Ricardo Ronquillo
Periodista cubano. Presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.

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