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LA CRONICA

Silencio hablador

José Martí hizo el camino a Cuba desde su salida de Nueva York para llegar a la guerra necesaria y rápida al mismo paso de ansia con que andaría los montes tras el desembarco en Playitas durante la contienda, fraguada por largo tiempo para alcanzar la independencia y la justicia.

Iba anotando, en recuento iluminado, todo el recorrido y las nostalgias, ensimismamientos y sueños de su espíritu entonces, pero en ese diario que va por mar primero y por tierra después, hasta volver a embarcarse con rumbo definitivo al archipiélago amado, hay un silencio, silencio hablador, elocuencia de la fecundidad de las jornadas, días en que no hay tiempo para los apuntes del alma y se van las horas y los minutos en frenesí de envío de circulares y comisiones. Se extingue tarde en la madrugada la luz de la lámpara con que ilumina sus insomnios.

Entre el 19 de febrero y el 2 de marzo, José Martí vive en La Reforma trabajando sin cesar y a la espera de un mensaje telegrafiado desde Nueva York. Toda su angustia cabe en pocas pero intensas palabras a Serafín Sánchez: “Lo muevo todo de manera que no se decaiga; pero son de cristal situaciones como esta (_) ¿quién recibe? ¿quién envía? ¿quién atiende a novedades como la de usted? —No tengo tiempo como ve”.

Rumbo a Montecristi, el mismo 24 de febrero del alzamiento y el 25, al fin el cablegrama de Gonzalo de Quesada con la noticia que conmueve y exalta y apremia el corazón para seguir viaje: “revolución en occidente y en oriente” y el 26, en carta a Gonzalo y a Benjamín confirma su decisión de alcanzar la manigua y ocuparse de dejar organizado un servicio “amplio y continuo de recursos de guerra”.

El propio 24 de febrero, desde el viceconsulado de España en Puerto Plata, se envía una carta a Santo Domingo, que informa sobre las conspiraciones y esfuerzos de los cubanos, a quienes las autoridades mantenían bajo perenne vigilancia. Dice la infidencia: “acaban de conferenciar en Santiago, los laborantes Martí, Máximo Gómez, Collado y Franc. Borrero, teniendo lugar dichas reuniones en la casa de Don Nicolás Ramírez, cubano residente en aquella población (_)”.

El 2 de marzo vuelven como estampas al papel, los asombros, los encuentros, los lugares, el gesto mínimo en que va un sentimiento hermoso, todo lo que Martí percibe en su cabalgada definitiva: “Salimos de Dajabón, del triste Dajabón, último pueblo dominicano, que guarda por el Norte la frontera. Allí tengo a Montesinos, el canario volcánico, guanche aún por la armazón y rebeldía, que desde que lo pusieron en presidio, cuando estaba yo, ni favor ni calor acepta de mano española (_)”.

Imagen de portada: “José Martí”. Ilustración: Isis de Lázaro.

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Katiuska Blanco Castiñeira
Katiuska Blanco Castiñeira (La Habana, 1964). Periodista y ensayista. Fue corresponsal de guerra en Angola y redactora del diario Granma durante más de diez años. Es autora de libros como Ángel, la raíz gallega de Fidel, Fidel Castro Ruz, guerrillero del tiempo. Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, y Todo el tiempo de los cedros. Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz.

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