Testimonio pensado para 1977, en otro instante de la historia, pero que, como un relámpago, cae sobre los hombros de esta vida de hoy, y son palabras, reveladoras y precisas palabras, las que corroboran lo que todos sabemos, lo descarnada y decadente que era la Cuba del tiempo viejo, antes de la Revolución.
Fidel dio vivas a la verdad y a la dignidad este 26 de Julio[i], y mis ojos por insospechados laberintos de la casualidad leen el 28 una noticia: “El amor en los tiempos del cólera será pronto una historia en las pantallas de cine” y la mirada navega por las páginas web y encuentran un sitio dedicado al Gabo (Gabriel García Márquez) y luego páginas de artículos y más adelante, se detiene en uno de los textos de título sugerente: “Memorias de la Revolución” y cuando leo los primeros párrafos me convenzo de que el escritor ve a lo profundo desde siempre.
Lo que narra es una confirmación del discurso de Fidel y aunque hoy no es jueves, esta columna que también es de Guillermo Cabrera, les regala un fragmento del recuento de las imágenes que suscitaba antes nuestra Isla, en un testimonio, en una fotografía captada por García Márquez de lo que nunca volveremos a ser:
“Antes de la Revolución no tuve nunca la curiosidad de conocer Cuba. Los latinoamericanos de mi generación concebíamos a La Habana como un escandaloso burdel de gringos donde la pornografía había alcanzado su más alta categoría de espectáculo público mucho antes de que se pusiera de moda en el resto del mundo cristiano: por el precio de un dólar era posible ver a una mujer y un hombre de carne y hueso haciendo el amor en una cama de teatro. Aquel paraíso de la pachanga exhalaba una música diabólica, un lenguaje secreto de la vida dulce, un modo de caminar y vestir, toda una cultura del relajo que ejercía una influencia de júbilo en la vida cotidiana del ámbito del Caribe. Sin embargo, los mejor informados sabían que Cuba había sido la colonia más culta de España, la única culta de verdad, y que la tradición de las tertulias literarias y los juegos florales permanecía incorruptible mientras los marineros gringos se orinaban en las estatuas y los pistoleros de los presidentes de la república asaltaban tribunales a mano armada para robarse los expedientes…”
Ilustración de portada: Isis de Lázaro.
[i] Crónica originalmente publicada en el diario Juventud Rebelde, 2004.

