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COLUMNISTAS

Día Internacional del Periodista. De Julius Fucik a nuestros días

Hace 37 años, en una tarde de noviembre de 1988, visité junto a otros colegas latinoamericanos la cárcel de Pankrac, en Praga, y pude tocar el muro frío y los barrotes de lo que fue la Celda 267, donde estuvo preso y fue torturado el periodista y combatiente antifascista checo Julius Fucik.

“Lo vivido aquí por Fucik fue una verdadera pesadilla”, me comentó uno de los citados amigos, a lo que le dije: “más que una pesadilla, el héroe y periodista checo, dejó impregnado en esta celda, su capacidad de resistencia, su amor a la vida, su advertencia a quienes amaba, a los que llamaba a estar alertas”.

En la persona de este héroe se resumen tantas cualidades —combatiente revolucionario, militancia política, periodismo comprometido, resistencia y perseverancia —, que estudiar su obra, debe ser un compromiso con su memoria.

Debemos honrar su ejemplo y profundizar en su obra, la que él llevó a las páginas del diario Rude Pravo, la revista Tvorba en las que insertó reportajes sobre temas sociales y culturales.

El poeta chileno y Premio Nobel de Literatura (1971), Pablo Neruda, en uno de sus viajes a la capital checa, en un texto que tituló “Conversación en Praga”, describió el lugar donde Julius Fucik estuvo preso y fue torturado: la cárcel de Pankrac.

Y cito: “Por las calles de Praga, en invierno cada día pasé junto a los muros de la casa de piedra en que fue torturado Julius Fučík. La casa no dice nada, piedra color de invierno, barras de hierro, ventanas sordas. Pero cada día yo pasé por allí, miré, toqué los muros, busqué el eco, la palabra, la voz, la huella pura del héroe”.

Esa afirmación literaria y convincente: “la huella pura del héroe”. escrita por Neruda, es la nítida expresión de que lo sembrado por Fucik, por su resistencia ante las torturas y su llamado al final de sus días, a “estad alertas” está más vigente que nunca.

Debemos recordar que, con la fecha del 8 de septiembre, Día Internacional del Periodista, ha sucedido lo mismo que con algunos otros hechos que han sido ignorados, o poco recordados, luego de la caída del campo socialista europeo. Lo que nunca debió suceder, y ojalá sea tiempo de revertir.

De ser así, podríamos evocar una fecha y un hombre, Julius Fucik, ejemplo de combatiente antifascista y de periodista comprometido con su pueblo.

Fucik fue ahorcado ese día del año 1943, por los fascistas alemanes en una cárcel cercana a Berlín luego de su detención en Praga, Checoslovaquia, lugar donde había nacido, ejercido el periodismo y combatido el fascismo.

La Organización Internacional de Periodistas (OIP), que abrazó su legado y lo llevó por décadas a sus organizaciones gremiales en todos los continentes, se había fundado en un congreso celebrado en Copenhague en junio de 1946.

Congresos, seminarios, cursos de periodismo y otras muchas acciones desarrolladas por esta organización sentaron bases en el periodismo más ético y comprometido de la contemporaneidad.

Incluso, la OIP instituyó la Medalla de Honor Julius Fucik, el más grande de los reconocimientos internacionales que pudieron alcanzar periodistas que ejercieron su profesión durante las más de cuatro décadas de existencia de la organización.

Fue en los primeros años de la década del 90, y como resultado del derrumbe socialista en Europa del Este y la desintegración de la Unión Soviética, cuando desaparecieron organizaciones de corte progresista como la propia OIP, que contaba con afiliados en todos los continentes. Otros sindicatos, colegios y agrupaciones de periodistas regionales o nacionales también han disminuido su trabajo gremial y algunas solo mantienen su presencia de forma digital.

La OIP se caracterizó por ser abanderada en la lucha por un nuevo orden mundial de la información, y por un periodismo ético al servicio de los pueblos.

Cuán necesaria sería en nuestros días, cuando las guerras, los bombardeos y las políticas de sanciones del poder imperial y sus servidores de turno, van acompañadas del uso de los monopolios mediáticos, que con sus mentiras pretenden imponer una supuesta libertad de expresión, que no es otra cosa que la libertad de los dueños y al servicio de ellos.

La figura de Julius Fucik constituye hoy el ejemplo a seguir por los trabajadores de los medios de comunicación.

Fucik fue un periodista que supo hacer valer la fortaleza moral y ser consecuente en la lucha contra el fascismo, bandera que enarboló hasta su muerte, y debe ser mantenida en alto.

A Fucik debemos tenerlo hoy más presente que nunca, cuando la noticia de cada día de la sufrida Gaza es la suma de muertes a la cifra de los más de 200 colegas que, en el ejercicio de sus funciones, han sido destrozados por las bombas que el sionismo israelí lanza contra ellos para acallar la verdad.

Lo más notorio en la obra literaria y periodística de Fucik fue su Reportaje al pie de la horca, escrito en la cárcel de Pankrac, en Praga, en papelitos que escondió de manera que sus torturadores de la Gestapo no los encontraran.

Su esposa Gusta Fucikova, también combatiente clandestina, guardó prisión en Praga y luego fue enviada al campo de concentración de Ravenbruck, en Alemania, de donde sobrevivió y fue liberada por el Ejército Rojo, concluida la Segunda Guerra Mundial.

En aquel campo de concentración, donde la mayoría eran mujeres, había 48500 polacas, 28000 soviéticas y, además, más de 20000 judíos.

Salida de aquel infierno, la esposa de Fucik dedicó sus primeros años de libertad a encontrar algún rastro que le llevara a los días finales de su esposo. Fue entonces que encontró al guardián de la cárcel de Pankrac, A. Kolinsky, quien fue la persona que suministró papel y lápiz a Fucik y luego sacó y resguardó las hojas manuscritas.

Fucikova reunió todos los papelitos, los organizó y de esa forma vio la luz la última obra de su esposo, el Reportaje al pie de la horca.

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Elson Concepción Pérez
Periodista cubano y analista de temas internacionales. Forma parte de la redacción del diario Granma.

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