El Museo Provincial de Jiangxi, erigido en Nanchang, su capital, planta al visitante ante un mural imponente confeccionado con 70 000 piezas de cerámica y porcelana que, miradas desde la distancia, recrean motivos religiosos y culturales de la región. Mirar de lejos, sentir de cerca, pudiera ser la fórmula para disfrutar a plenitud la obra.
Después del mazazo visual del arribo sigue el resto: relieves de arquitectura antigua, reliquias disímiles, primorosas maquetas navales y de otro tipo… Porque, cercana a un gran río, Jiangxi fue, desde la antigüedad, un centro de transporte naval y de fabricación de barcos que supo, además de ocuparse de lo utilitario, plasmar ese perfil en lo artístico.
Bajo tenue luz, desenrollando el nudo de la multitud de estos días, tras las vitrinas puede apreciarse lo mismo contenedores de bronce de 2000 años que un instrumento musical con 13 cuerdas, de 1500.
Al momento del paso por allí de los periodistas internacionales la instalación parece una estación de trenes en hora punta: bulle de jóvenes en vacaciones que la incluyen en su plan recreativo para el receso escolar. Se les ve con mucho teléfono celular, cables y azules pantallas, pero por fortuna la tecnología no consigue mandar a sus papeleras de reciclaje el interés por lo antiguo.
Probablemente, unos cuantos de esos estudiantes reverencien en el Museo las estatuas de grandes educadores del pasado que le granjearon a China infinidad de talentos. Ellos están convencidos de que sus saberes actuales vienen de allá.
Hasta el cubano de paso lo entiende: en la zona de Jiangxi los ancestros trabajaron la arcilla desde hace más de 20 000 años, de modo que los modelos de hornos de porcelana antiguos recreados en las salas dan apenas una idea del avance creativo en esas artes.
La arqueología certifica abundantes recursos locales para producir y transportar las piezas, pero todos ellos hubieran sido insuficientes si la región no contara con lo más raro y valioso: sensibilidades especiales en las manos, el pecho y la cabeza.
Pareciera que en China esté prohibida drásticamente la insensibilidad. Dentro y fuera del inmueble, los guías reiteran a menudo que el mismísimo presidente Xi Jinping se interesa sobremanera por los museos.
La sugerencia del líder es -cuentan al visitante- que se deje hablar a la Historia con la cultura. Mirando el Museo de Jiangxi, es fácil adivinar el resultado del diálogo.
Imagen de portada: Jiangxi es desde siempre un emporio de cerámica y porcelana. Foto: Del autor.






