Hace entre seis y tres millones de años, los homininos africanos se encargaron de reproducirse y de generar un espectro demográfico que a través del tiempo adquiriría mucha diversidad, la cual generaría condiciones de lucha intraespecífica y haría que se perfeccionaran las formas de adaptación a los diferentes ecosistemas, de modo que unos progresarían y otros desaparecerían.
Géneros como el Ardipithecus, el Australopithecus y el Paranthropus, como el Homo, serían en el sustrato de nuestra historia humana. Probablemente, sin ellos no habríamos perfeccionado nuestra habilidad para sobrevivir a los diferentes medios hasta la actualidad.

Por tanto, esta variabilidad ha tenido efectos positivos para nuestra pervivencia y actualmente, gracias a la selección cultural y tecnológica, generaremos diversidad específica en nuestro género, que no sólo servirá para reproducir y modificar lo que conocemos, sino también para generar lo que la naturaleza no ha propiciado.
Consideramos que este tipo de actuaciones en un primer momento tendrán que estar orientadas a mejorar la salud y la adaptación de la especie, hasta que sirvan al progreso humano; debe avanzarse, pues, en el marco de la evolución responsable y el progreso consciente.
La creación de paraespecies de nuestro género, generadas por ingeniería biotecnológica, nos asegura una mejor adaptación al medio que queramos conquistar y nuestra supervivencia como ente con conciencia cósmica. Esta nueva realidad nos garantizará que emerjan ideas y planteamientos diferentes a los que hemos tenido hasta hoy, tanto en lo que se refiere a conductas y comportamientos, como al progreso de tipo biológico y tecnológico.
Se trata pues de una ventaja adaptativa que frenará la parsimonia evolutiva de la selección natural y al mismo tiempo acelerará la selección funcional, cultural y tecnológica de nuestro género de una forma que nunca se ha vivido. En este sentido, también se recuperará la diversidad de especies de Homo que desaparecieron en el Paleolítico.
En un escenario futuro, siguiendo nuestra inercia evolutiva en el marco de la selección natural, serán los humanos sin modificación o naturales quienes continuarán formando el grueso de la población, independientemente del desarrollo tecnológico y biotecnológico, al menos en el futuro más inmediato. O sea, especímenes que no admitirán ninguna modificación genética.
Una segunda posibilidad serán los humanos que ya han sido modificados genéticamente, o bien por preservarlos de alguna patología o porque voluntariamente han alterado los procesos de la selección natural.
Un tercer grupo o linaje serán los humanos editados genéticamente en factorías y laboratorios de producción de vida humana. Se aplicarán técnicas de forma sistemática para producir vida, tanto terrestre como, probablemente, extraterrestre, cuando se creen las primeras colonias fuera de nuestro planeta.
Probablemente, se tratará de criaturas modificadas y preparadas para sobrevivir en otros ambientes, incluso cambiando el metabolismo basal para que sean adaptables a temperaturas, gravedad y respiración distintas de los otros grupos. Estos trashumanos ya dispondrán, por su particular forma de adaptación, de mecanismos de conciencia muy diferentes a los nuestros y quizá, incluso, de formas de reproducción basadas en métodos ya conocidos actualmente, como la clonación.
Otro grupo, el cuarto, que constituirá un linaje distinto, serán los cíborgs. Especímenes artificiales construidos, gracias a la biomecatrónica, con distintos materiales, tanto orgánicos como inorgánicos, susceptibles de adaptarse a situaciones con fuertes contrastes. En este caso, se trataría de paraespecies que, a pesar de ser de factura humana, podríamos llamar humanoides, dado que son estructuras artificiales distintas de los otros grupos que ya hemos enumerado.
Aparte de estos grupos o linajes más o menos específicos, se podría plantear la existencia de híbridos producidos tanto por cruce sexual o por otros procedimientos experimentales, lo que generará una transhumanidad con una gran variabilidad adaptativa, probablemente nunca conocida en nuestro linaje ni estirpe.
Una visión genial y muy ilustrativa del nuevo panorama podría representarse con la escena de la cantina en la película La guerra de las galaxias, dirigida por George Lucas, en la que distintos tipos de organismos vivos e inteligentes comparten conversación y copas. Una situación sorprendente para una especie humana única como la nuestra que todavía discrimina por el color de la piel o por la riqueza o cultura de cada uno.
Deberíamos reflexionar sobre lo que estamos proponiendo para poder hacernos conscientes de las posibilidades que se nos abren para configurar un proyecto con gran futuro. Es necesario pensar en la diversidad como una oportunidad evolutiva del presente, para que sea una forma cultural de aplicación crítica de la tecnología y la biotecnología. (Tomado de Pensando la especie).
Imagen de portada: Generada con IA. Tomada de Pixabay.