OTRAS NOTICIAS

Pascual Serrano presenta ‘El poder secreto’

Existen libros que merecen la pena por el tema que abordan y la necesidad de informar sobre él. Existen libros que son acertados por lo anterior y, además, por la calidad del trabajo realizado por el autor. Y luego están los libros que tratan un tema oportuno, están escritos con precisión y conocimiento, y ese tema tiene la característica de que es necesario y justo, para el periodismo y para toda la sociedad, que lo contemos con el grado de detalle y compromiso necesario.

Este es uno de esos libros. El poder secreto recorre la historia de WikiLeaks, su aportación a que los ciudadanos del mundo entero pudieran conocer informaciones fundamentales sobre la guerra contra el terrorismo, las finanzas y la geopolítica, y el despropósito y la perversión judicial de la persecución a su fundador, Julian Assange. Relata la injusticia promovida desde el poder contra el «delito» de contar la verdad y nos presenta a todas las personas que, desde un lado, han protagonizado el crimen de esa persecución y, desde el otro, han acompañado y defendido la razón y la lucha de Assange.

La autora es la italiana Stefania Maurizi, que, más que periodista autora del libro, es testigo y protagonista de todos estos acontecimientos como media partner, es decir, una periodista que trabaja para su periódico con los archivos de WikiLeaks y los utiliza para sus investigaciones y publicaciones, y que ha seguido la lucha de Assange a lo largo de diez años. Cuando usted lea este libro, comprenderá la suerte que tenemos lectores y editores de poder contar con sus testimonio y trabajo.

Maurizi nos explicará el gran salto periodístico y de libertad de prensa que supuso la invención de WikiLeaks, fusionando la tecnología, la globalización y los valores de transparencia y denuncia. Una transparencia que llega incluso a poner a disposición de todos los ciudadanos la información original que consiguen, algo que ni siquiera los grandes medios de comunicación tradicionales se atreven a hacer. Yo mismo comprobé los principios y valores de WikiLeaks cuando entrevisté en 2011, en un lugar remoto de Brasil, a Kristinn Hrafnsson, el segundo de la organización. Entonces me reconoció que fue un error difundir exclusivamente a un cartel de grandes medios los cables del Departamento de Estado, «porque escondieron historias de las que habrían tenido que informar».

WikiLeaks y la persecución que está sufriendo Julian Assange han servido para desnudar a muchos: a gobiernos «democráticos» que han mostrado su complicidad con horrendos crímenes –incluido el plan de secuestrar y asesinar a Assange–; a instituciones financieras que aplicaron bloqueos bancarios sin mediación judicial; a grandes medios de comunicación que abandonaron su decencia y profesionalidad para ponerse del lado de los que reprimían la libertad de prensa mintiendo para desprestigiar a Assange, y a funcionarios de aparatos judiciales que se han situado más cerca de represores y torturadores en dictaduras que de miembros de la justicia en democracias. A todos ellos los deja en evidencia Maurizi con su detallado conocimiento de los hechos y su valor para contarlo. Del mismo modo que también repasa los casos de Chelsea Manning y Edward Snowden, entre otros.

Porque El poder secreto, como dice Maurizi, va mucho más allá de Julian Assange y WikiLeaks. Va de periodismo, del necesario control del poder, de la verdad como principio y valor, de la injusticia contra los que ayudan a desvelar la verdad, y de la impunidad de los que gobiernan el mundo cometiendo crímenes. Y así, con su lectura, se llega a la conclusión de que no es tanta la diferencia entra una cruel dictadura y nuestras «democracias» cuando observamos el precio que paga un periodista por exponer los crímenes del más alto nivel del poder.

Como dice nuestra autora, «el poder secreto actúa en las democracias con la misma impunidad que en las dictaduras. En los países autoritarios usa un puño de acero, y comete muchos de sus crímenes y abusos a plena luz del día, en parte para intimidar y someter a la población. En las democracias, por el contrario, el puño de acero del poder secreto se oculta a menudo dentro de un grueso guante de terciopelo. Una dictadura habría enviado matones y sicarios para deshacerse de Julian Assange y los periodistas de WikiLeaks tras las primeras publicaciones. El complejo militar y de inteligencia estadounidense y sus aliados, por el contrario, han usado, y siguen usando, métodos menos descaradamente brutales. Bajo la dirección de Mike Pompeo, la CIA planeó matar o secuestrar a Assange y otros, pero al final decidió no hacerlo. […]. El guante de terciopelo hace que el trato dado a Assange parezca mucho menos maligno que el que le reservaría un país autoritario, pero hay que decir que, en esencia, es igual de abominable. Por publicar documentos sobre crímenes de guerra, tortura, ejecuciones extrajudiciales mediante drones y malos tratos a los detenidos de Guantánamo, el fundador de WikiLeaks ha sido acusado de delitos que comportarían una pena de 175 años de prisión. Los criminales de Estado no han pasado ni un solo día en la cárcel».

En el momento de escribir estas líneas, Julian Assange lleva privado de libertad catorce años y está esperando la decisión de los tribunales y gobernantes británicos sobre la petición de extradición a Estados Unidos, donde le espera esa acusación de 175 años de cárcel. Algunos recordamos la petición de extradición española a las mismas autoridades británicas para el dictador Augusto Pinochet, bajo cuyo cruel gobierno se asesinó o «desapareció» a tres mil opositores, además de saquear las finanzas de Chile. El Gobierno británico entonces no aceptó la extradición y Pinochet abandonó Londres impune e insultante. Si ahora enviase a Assange a una prisión estadounidense por sacar a la luz crímenes y torturas del ejército de ese país, se mostraría el ejemplo más vergonzoso de injusticia y doble rasero del mundo occidental.

El mismo doble rasero que lleva a nuestras democracias a acusar a las dictaduras cuando son denunciadas por el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas, pero terminan ignorándolo cuando esa misma institución acusa a los gobiernos de Suecia, Reino Unido, Ecuador y Estados Unidos por la detención ilegal de Julian Assange.

Por ello, Maurizi está convencida de que el caso WikiLeaks y Assange «decidirá el futuro del periodismo en nuestras democracias, y en cierta medida también en las dictaduras, ya que todos los gobiernos se sentirán aún más capacitados para reprimir la libertad de información si el “mundo libre occidental” puede encarcelar a perpetuidad a un periodista que ha revelado la matanza de miles de civiles inocentes, un periodista que ha sacado a la luz torturas y brutales transgresiones de los derechos humanos».

A lo largo de su trabajo con WikiLeaks y de preparación de El poder secreto, Stefania Maurizi se ha enfrentado con valor y determinación a las instituciones judiciales y de inteligencia de varios países; la han asaltado en Roma para robarle documentación importante del caso; la empresa española encargada de la seguridad de la embajada ecuatoriana en Londres, donde se refugiaba Assange, le incautó sus aparatos electrónicos y le «destripó» el móvil supuestamente para hackearselo (el asunto está en la Audiencia Nacional), pero nada de todo ello la ha intimidado.

La colección A Fondo, de la editorial Akal, no podía mantenerse al margen de la causa de la justicia de Julian Assange, de la denuncia de los crímenes de los gobiernos implicados en su persecución y del inmenso trabajo de Stefania Maurizi para sacar todo esto a la luz.

Quiero compartir estas palabras de Julian Assange cuando le preguntaron por qué creó WikiLeaks pudiendo, con su talento, ser un millonario de Silicon Valley: «Todos vivimos solo una vez. Por eso estamos obligados a darle un buen uso al tiempo del que disponemos, y a hacer algo significativo y satisfactorio. Esto es lo que a mí me parece significativo y satisfactorio. Ese es mi temperamento. Disfruto creando sistemas a gran escala, disfruto ayudando a personas vulnerables. Y disfruto aplastando sinvergüenzas. De modo que es un buen trabajo».

Y termino con las del director de cine Ken Loach en su prefacio: «Si pensamos que vivimos en una democracia, deberíamos leer este libro. Si nos importa la verdad y la política honrada, deberíamos leer este libro. Y si creemos que la ley debería proteger a los inocentes, no solo deberíamos leer este libro, sino también exigir que Julian Assange se convierta en un hombre libre». A ellas añadiría yo lo siguiente: «Además de leer este libro, tenemos la obligación de contar al mundo lo que en él se revela y la injusticia que denuncia».

Tomado de No cierres los ojos

Foto del avatar
Redacción Cubaperiodistas
Sitio de la Unión de Periodistas de Cuba

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *