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¿Cómo hacer comunicación política en la era del presidente troll?

En una reciente nota en Página/12, Diego De Charras definió al gobierno de Milei como el gobierno de los tuiteros. Según el autor, “las características de la comunicación (pero sobre todo la gestión) de gobierno se basan en la chicana, la agresión gratuita y desmesurada”. Todos los días existe una polémica sobre algo que compartió el presidente en sus redes donde ataca a diferentes personas o colectivos. Si analizamos este fenómeno a nivel global, encontramos que esta estrategia no es muy distinta a la empleada por Donald Trump, “presidente tuitero” cuya cuenta fue suspendida en 2021 después de las denuncias de fraude electoral y el asalto al capitolio. Este episodio fue el desencadenante de la adquisición de la plataforma por parte de Elon Musk, ahora fervoroso fan de nuestro presidente.

Desde un análisis “republicano”, que un presidente tenga una comunicación oficial de estas características es claramente perjudicial para la democracia, la libertad de expresión y la existencia de un clima político de paz y tolerancia. Sin embargo, no parece ser ese el objetivo de Milei (ni era el de Trump), por lo que resulta poco eficaz analizar sus políticas desde nuestros valores y nuestra ideología.

Que una persona tan excéntrica y violenta -durante la campaña lo escuchamos cantar “que era el león y se iba comer a su casta”, lo vimos manipular una motosierra en sus caravanas e incluso llegó a comparar al Estado con un pedófilo en un jardín de infantes- haya llegado a la presidencia con el 56% de los votos es porque algo se rompió. Consensos básicos, valores y principios que en algún momento compartimos como sociedad. La elección del año pasado fue en parte un nuevo “que se vayan todos” en una urna. No es sólo explicable desde el fracaso económico y político de los gobiernos del Frente de Todos y Juntos por el Cambio: Milei es la expresión de una crisis más profunda.

Evitar el sálvese quien pueda

La indignación permanente con el presidente tuitero y la dinámica de poner en el centro del debate su incontinencia en las redes no es necesariamente lo más estratégico que podemos hacer. Aunque es totalmente repudiable y lógico que las personas atacadas se defiendan y nos solidaricemos con ellas, no consideramos que este abuso de poder y confrontación contra periodistas, artistas o políticos haga mella en la legitimidad de Milei, sobre todo en amplios sectores de la población que lo apoyaron, en parte, por ese caluroso desenfado contra “la casta”. Si existe un debate estratégico para dar con la sociedad tiene que ver con los cambios drásticos que impulsa el gobierno a través de la licuación de los salarios, el mega DNU, las políticas de shock aplicadas y la apuesta a la sanción de la Ley Ómnibus en el Congreso los próximos días.

Es poco probable que este brutal ajuste tenga muestras masivas de apoyo popular y suba la popularidad del presidente, pero esto no garantiza que la gran mayoría de la población se movilice o rechace activamente estas políticas. El riesgo que corremos es el crecimiento de la apatía, la indiferencia y la anestesia que describió después del ballotage Magdalena Chirom: que cada quién se salve como pueda y, aunque esto no redunde en una hegemonía duradera de Milei, signifique el éxito de su política. Existen, entonces, tres tareas para confrontar desde la comunicación política en esta etapa:

  1. Identificar qué acciones, discursos y/o imágenes de Milei y su gobierno rompen el contrato con una parte de su electorado y cuáles generan mayor indignación y rechazo por fuera del núcleo duro opositor. Es probable que éstas no sean las que nos generan mayor indignación a los que nunca lo apoyamos y que la forma de enunciar esta crítica o señalar la contradicción no pueda ser de la misma manera que lo hicimos hasta ahora. Uno de los elementos que, por ejemplo, diferencian a Milei de Macri es que el actual presidente tiene una personalidad mucho más auténtica y humana, incluso frágil y sensible (Karina Micheletto lo definió como una sociedad rota que eligió una persona rota). Podría ser un punto débil de Milei exponer y visibilizar su crueldad, falta de empatía y la soberbia no contra la casta sino con la gente común, contra los jubilados y la clase media.
  2. Reivindicar la acción colectiva y solidaria. El gobierno y sus seguidores se dedican de manera permanente a descalificar a quienes rechazan sus políticas tildándolos de “casta” -un término que a estas alturas se convirtió en una cáscara vacía-. Al mismo tiempo, elaboran un discurso de superación individual en base al trabajo, deslegitimando al Estado y cualquier tipo de organización colectiva. El camino de la salvación individual es el triunfo definitivo de este proyecto político de neoliberalismo recargado y es por eso que la solidaridad y la reivindicación de la organización colectiva es fundamental para dotar de legitimidad la resistencia contra las políticas de Milei. Existe un desafío de la política en unificar las demandas de los sectores afectados en pos de construir una unidad que potencie la movilización y la conciencia en la población y, al mismo tiempo, el desafío de cada sector afectado de articular desde una perspectiva no corporativa que permita interpelar amplios sectores de la sociedad. La comunicación política cumple un rol clave en visibilizar, multiplicar y viralizar todas estas acciones solidarias y de lucha, lograr ampliar su llegada por fuera de círculos militantes y de personas ya organizadas.
  3. Combatir el miedo y la desesperanza. El protocolo antipiquetes de Bullrich, los escraches a militantes y las amenazas violentas que circulan en redes generan un clima que tiene el objetivo de amedrentar y atemorizar a quienes quieren movilizarse contra este gobierno. El cinismo o la sensación de que no se puede hacer nada puede volverse moneda corriente en momentos como éstos. Sin subestimar los riesgos y peligros, a nivel comunicacional resulta fundamental regular el alarmismo, no reproducir ni potenciar la llegada de discursos de violencia y odio. Por más que un video o publicación violenta de un referente o militante libertario nos indigne, no tenemos que compartirla y amplificar su alcance, en todo caso es necesario ocuparse legalmente de las denuncias pertinentes. Debemos cultivar la esperanza retomando la memoria histórica de nuestro pueblo, destacando y visibilizando las conquistas parciales o los avances organizativos que podamos lograr en este contexto difícil. Es fino el límite entre el realismo y el cinismo, el optimismo de la voluntad y la desconexión con la realidad, pero debemos medir este equilibrio leyendo la coyuntura política y la fuerza del campo popular, las redes nos pueden brindar insumos para esta lectura si logramos escapar al microclima.

Los tiempos

En los próximos días se define la aprobación del DNU y una mega ley que plantea un cambio de régimen en nuestro país en favor del 1% más rico y contra las grandes mayorías. Nos abruma la necesidad de frenar esto mientras sufrimos la consecuencias de la precarización de la vida que avanza en nuestro día a día. En este sentido, lo que podemos aportar desde la comunicación política es tratar de encontrar las diagonales, las salidas del laberinto que permitan interpelar a los que no piensan como nosotros y movilizar a los que no están movilizados.

Estas diagonales pueden estar presentes en una foto (como la de Bernardo Ävila en el verdurazo de Constitución 2019), en el registro de alguna acción colectiva o incluso en un meme. Encontrar las consignas, los cánticos, identificar los momentos o acciones que pueden desencadenar la movilización y/o la indignación popular. Los tiempos no los dicta nuestra ansiedad pero tenemos que usar la angustia, la indignación y la tristeza para convertirla en creatividad política. El gobierno eligió acelerar al máximo los tiempos de la confrontación e ir a fondo con su programa. El desafío que proponemos acá es aportar desde la comunicación política del campo popular a acelerar los tiempos de la organización, la indignación y la solidaridad de las grandes mayorías.

Tomado de El grito del sur

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