Roberto Pacheco
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Prólogo para un sabroso

Tuve la honra de que el escritor avileño Jorge Aguilera me llamara por teléfono a Santa Clara y me dijera escuetamente: “Escribí el libro: Rebelde te invita a Deportivamente con Roberto Pacheco, y el Pache me pidió que te llamara y les escribieras tú el prólogo”.

Era un pedido al que no podía negarme, pues se trataba de un amigo, y quien a mi criterio, después de Salamanca, se ceñía la medalla de plata de narrador ocurrente y original de la radio cubana.

Ahora llega la noticia de su muerte. Otra huida al cielo de un grande del periodismo cubano, del miliciano Pacheco, quien partió hacia la cumbre a hacerle una guardia eterna a la virtud reporteril hablada.

Prólogo para un sabroso

Por José Antonio Fulgueiras

Roberto Pacheco es un cubano de humor sabroso de punta a cabo. Posee el don de la gracia popular y contagiosa para describir a los peloteros y a las jugadas beisboleras detrás de un micrófono en Radio Rebelde, emisora nacional que el comandante Ernesto Che Guevara fundó en la Sierra Maestra el 24 de febrero de 1958.
Aunque nunca se desempeñó como receptor en nuestras Series Nacionales, tuvo que mostrar más habilidades que Ariel Pestano o Roger Machado para quetcharle a un pitcher de tanto repertorio en los lanzamientos narrativos como fue el inmortal Bobby Salamanca.

Esa fue su prueba de fuego o prueba de locución, cuando le tocó hacer un binomio con un hombre que sacaba de su cartuchera verbal ingeniosidades descriptivas que solo un coequipero como Pacheco pudo magistralmente hacerle la contrafigura.

Luego el Bobby se fue del aire y Pacheco siguió en el éter montado en un jamelgo radial con ocurrencias criollísimas que la gente estima y goza desde el rabo hasta el hocico del caimán.

A pesar de haber nacido en el municipio de Caimito, el personaje principal de este libro no guarda relación con el follaje perennifolio del árbol caimiteño, pues tanto en el haz como en el envés de sus hojas de servicio profesional y revolucionaria, siempre encontrarán por ambos lados, el color rojo del comunista y patriota consecuente, mostrado y demostrado aquí y allá como miliciano militante y como narrador deportivo.

Tiene entre su aval personal— más allá de sus múltiples medallas y condecoraciones—, el haber transitado, con estoicidad y pureza, por más de 50 años por la radio cubana, donde ha disfrutado como pocos de los jonrones de Lourdes Gurriel, Agustín Marquetti, Antonio Muñoz y Orestes Kindelán, descrito los promedios astronómicos del niño Omar Linares, los robos de home de Víctor Mesa, los pitcheos inmaculados y victoriosos de José Antonio Huelga, El curro Pérez, Braudilio Vinent y Omar Carrero, y haber saludado por las ondas de Radio Rebelde, allá en la calle Ocho de Miami, a nuestros Cinco Héroes en los tiempos honrosos que andaban escabullidos y cargados de luz, esperanza y dignidad.

Pacheco ha recorrido el mundo con un micrófono en ristre y ha tenido el privilegio de estar varias horas al lado del comandante en jefe Fidel Castro, discerniendo sobre la integración de un equipo Cuba al juego de desquite con los Orioles de Baltimore en 1999.

Este un volumen que la gente va a tratar de ganarle a la lectura por nocaut, pues intentará leerlo en menos de nueve entradas a sus páginas, no vaya a ser que un aguacero les moje las hojas y haya que cerrar el cuaderno y decretar libro sellado por lluvia.

Roberto Pacheco allá por la década del 90 estuvo a punto de decirle a su existencia: “Adiós Lolita de mi vida” como su amigo Bobby Salamanca, pero en el Cardiocentro Ernesto Che Guevara, de Santa Clara, con el bisturí del doctor Álvaro Lagomasino y el auxilio de su equipo, lo operaron a corazón abierto y lo devolvieron a las cabinas radiales para entonar con más y alegría y elegancia: “¡Sabroso!”.

No sé si El Pache habrá dicho por la radio: “Aguilera, abre el libro que el lector espera”, mas yo por mi parte ya voy a cerrar este breve prólogo, pues estoy escribiendo pasadas las 12 de la noche y no quiero que el vecino del frente le grite a mi mujer: “¡Lulú, apaga la luz!”.

Tomado del perfil en Facebook del autor

Foto de portada: Tomada de Prensa Latina

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José Antonio Fulgueiras
Escritor y periodista de Sagua, Villa Clara, Cuba (1952). Presidente Upec Villa Clara. Destacado cronistas de la prensa cubana, condición ganada a lo largo de un ejercicio laborioso y tenaz en Granma, Trabajadores, Vanguardia y otras publicaciones nacionales y territoriales, y que se ha extendido a una producción literaria con títulos como Con el santo claro, Gambia: el perfume de las raíces, El marabuzal, El nombre de mis ideas, Los hombres de negro y Víctor Mesa, el béisbol en vida.

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