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Miedo

“Damas y caballeros, tengo que anunciarles una grave noticia. Por increíble que parezca, tanto las observaciones científicas como la más palpable realidad nos obligan a creer que los extraños seres que han aterrizado esta noche en una zona rural de Jersey son la vanguardia de un ejército invasor procedente del planeta Marte…”

Se dice que así comenzó la narración radial que en menos de una hora desató el pánico en cientos de miles de estadounidenses el 30 de octubre de 1938, aunque al inicio se advertía a los radioescuchas que se trataba de una obra de ciencia ficción.

La noche de Halloween devino motivo para la salida al aire del dramatizado que tomó por base la novela del inglés Herbert George Wells La guerra de los mundos, de 1898, adaptada para la radio por el entonces principiante Orson Wells.

La narración, pautada por una vigorosa descripción y dramatismo, estaba concebida para menos de una hora en el éter, y solo en la recta final se hizo el recordatorio de su ficción.

Sin embargo, ya el caos cundía en Nueva York y New Jersey, escenarios de la “invasión marciana”, al tiempo que la supuesta noticia se propagaba por el resto de Estados Unidos.

Para ese momento, el tránsito vehicular había colapsado en la frenética huida de la ciudadanía en busca de protección; también se congestionaron las líneas telefónicas y los centros de primeros auxilios. Hasta se dio el caso de un grupo de vecinos que le dispararon a un tanque elevado de agua al confundirlo con una nave alienígena.

Recoge la historia que al día siguiente, el suceso quedó recogido con grandes titulares de primera plana en la prensa: “Falso boletín de guerra difunde el terror por todo el país”, “Obra radiofónica aterroriza a la nación”, “Oyentes de radio entran en pánico, confunden un drama bélico como una crónica real”; por demás, se contabilizaron más de 12 mil informes periodísticos en diarios de todo el país.

La zaga del hecho se extendió durante semanas dejando en la población estadounidense y más allá de sus fronteras huellas de dudas y temores latentes que marcharon en el tiempo como mito y síndrome.

Lo cierto es que Orson Wells y su equipo de realización borraron las coordenadas entre la ficción y la realidad.  De esa manera, el episodio radiofónico de La guerra de los mundos, devino falsa noticia.

No resulta ocioso acotar que desde esa fecha en lo adelante, el tema de la vida en el “más allá” fue bien aprovechada por el mercado y la política. Desde entonces han visto la luz miles de libros, comics, series de televisión y radiales, filmes, mientras la prensa ha sazonado tan apetitoso plato ficcional con periódicos despachos informativos sobre el avistamiento de ovnis y teorías sobre seres extraterrestres que vigilan a nuestro planeta.

De vuelta al episodio de la Guerra de los mundos, para ese momento la radio era el medio de comunicación de masas más popular y de mayor alcance de Estados Unidos; asimismo, la combinación miedo-medios confirmó su eficacia como herramienta para el ejercicio del poder. Hasta el presidente Franklin Delano Roosevelt (1933-1945), refrendó ese hecho cuando dijo que no había mejor aliado político que la radio.

Así, el control social como entidad destinada al mantenimiento del “orden establecido”, formó parte sustantiva de la arquitectura de la sociedad mediática. Y fueron las industrias culturales las encargadas de realizar, en el día a día, minuto a minuto, la función estratégica de la construcción de la hegemonía del poder dominante en cada momento.

Esa expresión de fuerza se ha venido desarrollando a partir una violencia sutil y sistémica que tiene como uno de sus insumos básicos el miedo; con ello se producen representaciones interesadas de la realidad mediante las más diversas formas del discurso.

Así, una de las bases estructurantes de la manipulación mediática está en el temor, en tanto condición natural e inherente a todos los seres humanos que genera ansiedad y descontrol emocional. El diccionario de la Real Academia Española define al miedo como angustia por un riesgo o daño real o imaginario, una emoción desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.

Tras un desastre natural, crisis política y/o, económica se genera un clima de perturbación social que da paso a posturas antagónicas: la resignación a lo que produce desconfianza, desasosiego, y la confrontación para enfrentarlos, afirman, estudiosos del comportamiento humano. Y, advertencia, para quienes opten por la segunda opción, para los sin miedo, habrá siempre reservada el catálogo de la violencia sin manto.

Un breve recorrido por la historia de la humanidad pone de relieve que la amenaza, la represalia en nombre de un interés superior ha servido de látigo de dominación. El Estado, en su condición de instrumento de violencia, coerción y represión, destinado a ejercer y defender el poder, es un ejemplo de ello.

Nicolás Maquiavelo entre los consejos brindados al Príncipe, le decía que es mejor ser temido que amado. Thomas Hobbes sostenía que la más eficaz manera de preservar la unidad política de los estados, era sobre la coerción, herramienta que generaba en la ciudadanía más que respeto, temor a las consecuencias que traía la violación a la norma dictada por el poder.

Otra instancia creadora y reproductora del miedo se ubica en las instituciones informativas, cuyas agendas son construidas a partir de los criterios de noticiabilidad que imponen las élites de poder hegemónicos.

Su función en esa dirección es construir una realidad socialmente relevante a través de un continuo de noticias que mantengan latente la atmósfera del temor a partir de resortes casi siempre emotivos y hechos descontextualizados.

Cada mañana las guerras, el crimen organizado, el terrorismo, las catástrofes naturales, las crisis económicas, la pobreza extrema, los estallidos sociales, nuevas enfermedades, entre otras noticias, y junto a ello el discurso político revestido de falso optimismo, nos dan los ¿buenos? días, reforzando los niveles de desesperanza social.

Somos receptores de una cultura del miedo fomentada y consolidada a través del tiempo destinada a neutralizar el pensamiento crítico, convirtiendo a los individuos en simples espectadores, que se adaptan a lo que les impone el sistema, tal como afirma Noam Chomsky.

Eduardo Galeano definió esa situación como dictadura del miedo y la parálisis. En su libro Patas arriba: la escuela del mundo al revés, da cuenta de ello magistralmente. En uno de sus párrafos expresa:

“Aquellos que trabajan tienen miedo de perder el trabajo, aquellos que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo, el que no tiene miedo del hambre tiene miedo de la comida, los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados, la democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de hablar, los civiles tienen miedo de los militares y los militares tienen miedo de la falta de armas, las armas tienen miedo de la falta de guerras”.

Foto de portada: Orson Wells. Imagen tomada de AP

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Roger Ricardo Luis
DrC. Roger Ricardo Luis. Profesor Titular de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Jefe de la Disciplina de Periodismo Impreso y Agencias. Dos veces Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí.

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