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La historia de Bohemia es la historia de ustedes

Palabras pronunciadas por Ariel Terrero en el homenaje que este 9 de mayo se le realizara a la revista Bohemia a propósito de sus 115 años de fundada

Al pensar en las palabras de hoy, la primera tentación fue hablar de bohemias viejas, y hablar del liderazgo que conquistó esta revista entre las demás bohemias cubanas antes del 59; en fin, ponerme a leer esta historia por las páginas de atrás, como nos enseñó Bohemia. Es inevitable. Pesa mucho el patrimonio cultural de la publicación que cumple mañana 115 años. Acuñado en frases, giros y referencias simbólicas, que resisten aún hoy en la cultura cubana, es un patrimonio que nadie puede desconocer.

Pero creo que sería poco ético refugiarme hoy en recuentos de fechas y anécdotas, bien conocidas por los que estamos en esta sala. De hacerlo, creo que estaría cerrando los ojos ante un presente adverso, con un contexto deprimido, revuelto dentro y fuera de Cuba, que se reproduce en los medios de prensa del país y en Bohemia, con rasgos propios. La crisis se ha tornado más dramática en esta revista por la demora de años para renovar, completar o reestructurar la dirección.

En conversaciones que he tenido con algunos de ustedes he visto el dolor, el cansancio y la irritación por los enredos del escenario y la tardanza de decisiones. Son sentimientos lógicos. Puedo decir que los comparto. Pero la visión del conflicto desde afuera me permite sentirlos de manera menos punzante quizás y compartir mejor un cuarto sentimiento que también he percibido en más de uno de ustedes: la confianza y hasta el buen ánimo porque siguen viendo perspectivas excelentes para la revista. Casi parecería sorprendente, cosa de locos, pero, bien mirado, no lo es.

Los momentos de crisis suelen generar momentos de cambios. Es lo que enseña la historia. Y también la historia de Bohemia. Las memorias de esta publicación revelan que las coyunturas adversas han constituido el telón de fondo ideal para emprender muchos de los cambios que le permitieron a la revista ganar prestigio en la vanguardia del periodismo cubano.

La capacidad para innovar y transformar el perfil de la publicación se aceleró cada vez que tronaban los cielos dentro y fuera de Bohemia. A las puertas de la crisis de los 30, el joven Miguel Ángel Quevedo de la Lastra implementó un nuevo concepto de ilustración general que todavía identifica a esta publicación. Y un equipo conducido por los jóvenes Enrique de la Osa y Carlos Lechuga introdujo otra novedad, cuando el mundo, y Cuba dentro del mundo, ardía en los años 40. Nació entonces la sección pionera del periodismo de investigación en Cuba y el continente, un periodismo revolucionario en más de un sentido. Bohemia se convirtió simultáneamente en plataforma de intelectuales y líderes de opinión, entre los cuales emergió un joven revolucionario, Fidel. Son ejemplos recurrentes, obligados, pero no los únicos.

Los años posteriores al 59 se estudian menos, pero revelan igual tendencia a innovar en Bohemia, cada vez que el cartero de las crisis toca en la puerta de al lado y el silbatazo llega a las redacciones.

Después del período gris de los años 70, hubo una renovación gradual de firmas, secciones y lenguajes en la revista. Cuando entré en Bohemia a finales de los 80, me maravilló la capacidad de su plantilla para tejer fisonomías estilísticas muy personales con el principio de creación en equipo. Eran comunes las reuniones para volcar ideas, debatir y decidir las próximas incursiones periodísticas en la vida social, cultural y económica del país. Aprendí mucho leyendo u oyendo en los talleres a cronistas y reporteros de la talla de Argelio Santiesteban y Manuel González Bello, a los dos Félix –Contreras y Guerra- compitiendo en estilos, a la sagaz polemista Mirta Rodríguez Calderón, a Reynaldo Peñalver, con un seguimiento de casos policíacos poco común en la prensa cubana, a Claribel Terré, con sus entrevistas casi libidinosas, y a los fotógrafos Aramís Ferrera, Maqueira, Tomás Barceló, Oller y Humberto Mayol, entre otros dedicados a desafiar los límites de la luz y la comunicación gráfica.

La lista es larga, muy larga, pero menciono hoy a otros cuatro: Juan Sánchez, Hugo Rius, Magali García Moré y Alberto Pozo; no solo coincidieron en el tiempo o por recibir el Premio de Periodismo José Martí por la obra de la vida.

Juan Sánchez brillaba como comentarista lo mismo del acontecer cultural que de encendidos conflictos de la geopolítica internacional. Pero era, sobre todo, un ecuánime y excelente conductor de equipos, atributos que compartieron Magali y Hugo. Como directora y subdirector, respectivamente, tenían arte y ángel para nuclear equipos e impulsar un periodismo de vanguardia.

Y Alberto Pozo, otro innovador que utilizó muy bien herramientas de la publicidad y del marketing en su periodismo. En la Bohemia Económica creó un modo original de acercarse a las realidades de la economía cubana. ¿Cómo lo bautizó? Mesa Redonda, sin sospechar de la popularidad que tendrían las herencias televisivas. Pero lo hizo con una singularidad todavía poco común hoy: para ir a las raíces de los problemas económicos, ponía a dialogar a actores sociales vinculados con el conflicto desde perspectivas y eslabones diferentes de la cadena. Ministros, directores de empresas, dirigentes sindicales, trabajadores, consumidores, técnicos… A fin de romper protocolos y rigidices de la comunicación y acercarse mejor a la verdad, acudía al recurso de instalar las mesas redondas en lugares sorprendentes: un sembrado, el recinto de una fábrica o en la cubierta de un buque mercante, con fotos olímpicas tiradas desde el palo mayor de la embarcación.

No faltaron conflictos y desacuerdos intestinos de toda índole en esos años. No era un mundo rosa. Pero era literalmente divino trabajar en una revista que rompía esquemas, cánones, e innovaba, siempre bajo la mirada vigilante de Carlos Piñeiro, custodio del buen arte de las letras y del periodismo. Carlitos era más temido que Caronte a la entrada del infierno por todas esas plumas brillantes a los que me referí. Lo reconocían como garantía del brillo colectivo y del brillo de sus propias firmas.

Por último, los años 90. En otro momento de crisis nacional que conmocionó al sistema de medios, nació en Bohemia un modo de trabajo que convertimos en sección fija a partir de enero del 2000. En homenaje a las raíces, lo bautizamos En Cuba. Caridad Carrobello, Dixie Edith, Vladia Rubio y yo actuábamos como núcleo central de los equipos de trabajo a los que se integraba todo el Departamento de Nacionales. Combinábamos una metodología de investigación más coincidente con el periodismo de precisión de Philip Meyer, junto con los estilos y recursos del periodismo de investigación y del periodismo interpretativo, en que la revista ya había sentado cátedra. Sumando inteligencias, conocimientos y dominio de fuentes, encontramos cómo hurgar en cualquier conflicto económico, social o medioambiental, muchos de los cuales eran esquivados por su complejidad más que por “amenazas del poder”.

Y al final, parece que me dejé morder por las bohemias viejas. Pero realmente vale la pena, si nos ayuda a comprender que en momentos y contextos diferentes se han repetido tres claves en la historia de la revista: las crisis han generado cambios periodísticos y de modos de comunicación, los cambios se derivaron de experiencias innovadoras y la innovación fue obra, en todos los casos, del trabajo en equipo.

Bohemia tiene condiciones excepcionales para la innovación, para experimentar. Es otra conclusión, que cobra un sentido singular en una coyuntura en que un grupo de medios de prensa, a la cabeza del sistema nacional de medios de comunicación, se ha lanzado a buscar un nuevo modelo de comunicación y de prensa. Mirando la historia, podemos comprender que esta publicación posee condiciones que la han privilegiado en todos los tiempos para experimentar estructuras, lenguajes periodísticos, misiones sociales.

Esta es la historia de Bohemia, la historia de ustedes, una historia que no ha concluido. O recordando el estilo al que eran proclives esos grandes del periodismo de que les hablé: Colorín, colorao, este cuento NO ha acabado.

Foto de portada: Leyva Benítez

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Ariel Terrero
Reconocido periodista cubano. Especialista en asuntos económicos. Galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez. Integrante del Comité Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba. (La Habana, 1962)

One thought on “La historia de Bohemia es la historia de ustedes

  1. Dicho con la reconocida autoridad profesional y moral que Ariel incorpora a cada idea, a cada palabra, incluidas las que deja en el zurrón. Y aunque el combustible está ahora en falta, él pone aquí suficiente para un nuevo e imprescindible aventón. Felicidades Bohemia, y Ariel, les quiero y admiro.

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