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Periodista de magia, sacrificio y compromiso

La prensa cubana no olvidará la trayectoria ética y brillante de Juan Luis Marrero González por Radio Voz, Radio Reloj, el periódico Combate, el diario Hoy,  la agencia Prensa Latina, el periódico Granma y Cubaperiodistas, de los tres últimos fue fundador.  Nació en Lawton, La Habana, el 10 de octubre de 1935, en humilde hogar, próximo al de Camilo Cienfuegos, con quien asistió a la misma escuelita primaria y solía jugar pelota en el barrio.

Poco antes de que su corazón dejara de latir, el 18 de junio de 2016, víctima de una endocarditis, pidió que me ocupara de la edición de su obra cumbre Dos siglos de periodismo en Cuba, minutos después su mente retrocedió a la adolescencia y me dijo: tráeme la gorra que me regaló Camilo, tengo fría la cabeza. Y, le llevé al hospital una gorrita verde olivo que, por supuesto, no era la que había alucinado.

Marrero, como siempre lo llamé desde que nos conocimos en 1966 en el periódico Granma y con quien estuve 44 años casada, era un inexorable fanático de la pelota, su primera vocación. De ahí que muy joven participara en una competencia celebrada en México y cuando de Prensa Latina pasó a Granma, fue nombrado responsable del  Departamento de deportes, sin dejar el reporterismo sobre sucesos del ámbito nacional. No obstante su disfrute por realizar estas labores, tuvo que acceder ante la designación de jefe de la Redacción Internacional, donde se destacó por la sabiduría en disímiles temas del panorama internacional, así como comentarista y creó la columna Sin punto y aparte.

Como enviado especial por Granma realizó disímiles coberturas de eventos muy importantes como los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Puerto Rico a bordo de la motonave Cerro Pelado, la guerra en Vietnam, varias cumbres del Movimiento de Países No Alineados, el vuelo al cosmos del  cubano Arnaldo Tamayo Menéndez, en misión conjunta con la URSS.  Muchas de las coberturas fueron para reportar los viajes del Comandante en Jefe Fidel Castro, al exterior.  No existía la facilidad de las tecnologías digitales, por lo que su trabajo lo estresaba enormemente al transmitir para La Habana y apremiado por el cierre del periódico, desde un teléfono o de un télex.

Recuerdo que al regreso de aquellos viajes lo primero que deseaba comer en casa era arroz blanco, huevo frito y plátano maduro frito, pues añoraba este plato recurrente en la mesa de cuando era niño. Ayudaba en las tareas domésticas y en el cuidado de Yoana, la hija más pequeña, a la que solía recoger en la escuela y los sábados llevarla a los juegos de pelota celebrados por el colectivo del periódico Granma.

Marrero no era conversador y muy discreto, en resumen: hablaba poco y había que sacarle con pinzas las anécdotas y experiencias de aquellos viajes o encontrarlas en algunos de sus libros publicados, entre estos: Nos vimos en Puerto Rico, Apremiado por el cierre, El rostro de la victoria del socialismo, Prensa sin Retorno, Dos siglos de periodismo en Cuba y por editar hay dos en la editorial Pablo de la Torriente Brau.

Su caligrafía era pequeña y preciosa, exenta de faltas ortográficas. Además, poseía profundo conocimiento de la gramática y era un impecable corrector de estilo y maestro en la sintaxis. De estos conocimientos jamás hizo alarde porque, ante todo, fue siempre un surtidor de modestia y sencillez, legado que le dejó a sus hijas e hijo: Rosa María, Juan Carlos, Yoana y Yaíma.

Era muy exigente con sus subordinados, lo que la mayoría agradeció porque venía de él, el primero en exigirse rigor, transparencia e impecable redacción. Apenas usaba calificativos y giros verbales.  En verdad, fue un excelente maestro, con el defecto de no elogiar los buenos trabajos, lo cual confesó arrepentido en la vejez. Para él el periodismo significaba magia y ejercerlo es un sacrificio y permanente compromiso con el pueblo y la causa que uno defiende.  Es problema de mente y corazón, no solo de la profesión que un día seleccionamos, según expresara en la entrevista concedida al colega Luis Hernández Serrano del periódico JR.

Se graduó de periodismo en 1958 de la Escuela Profesional Manuel Márquez Sterling. Fue profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, y miembro de la Unión de Periodistas de Cuba desde su creación en 1963, institución de la que fue vicepresidente entre 1986 y 2013; desde 1983 fue elegido Presidente de la Comisión Nacional de Ética, responsabilidad que desempeñó hasta su deceso, sin dejar de escribir para Cubaperiodistas.

Entre los muchos reconocimientos y distinciones que recibió, resalto el otorgado en 2003 el Premio Nacional de Periodismo José Martí, que coincidió con el 150 natalicio del Apóstol.

Concluyo recordando que dos años después de la muerte de Marrero y gracias al empeño de la entonces vicepresidenta primera de la UPEC Aixa Hevia, la editorial Pablo de la Torriente Brau publicó en 2018 Dos siglos del periodismo en Cuba, con cuarenta capítulos, que al decir de Marrero:

Lo que ahora presento al lector es algo mucho más cercano a la historia del periodismo y la prensa en Cuba. Puede que hayan quedado fuera algunas publicaciones, algunos rostros, algunos momentos de esa historia, pero tengo el convencimiento de que lo más relevante, lo más transcendental, lo que mayor influjo ha ejercido en el desarrollo de la conciencia ética, patriótica y revolucionaria de nuestro pueblo, tiene presencia y el debido espacio en esta obra.

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Angela Oramas Camero
Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana. Es vicepresidenta de la filial de prensa de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y vicepresidenta del Club Martiano de prensa “Gonzalo de Quesada”
https://www.cubaperiodistas.cu

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