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Los últimos días de Allende

Septiembre de 1973 fue un mes muy agitado y de ajetreo político en Chile, pues la derecha arremetió con más fuerza, en su afán de derrotar al gobierno constitucional del presidente Salvador Allende, mientras este maniobraba con sus adversarios para tratar de detener la crisis institucional que sufría el país. Apenas comenzaban a brotar  los Copihues, flor nacional de Chile, que anunciaban el inicio de la primavera.

En el Palacio de la Moneda y en la estancia El Cañaveral, el presidente Salvador Allende se debatía junto a sus partidarios en desentrañar la compleja madeja política por la que atravesaba el gobierno de la Unidad Popular. Al mismo tiempo, luchaba por detener acciones conspirativas en las que  participaron coordinadamente  los partidos de la oposición, sectores civiles y empresariales, en especial los medios de comunicación, encabezados por el diario ¨El Mercurio¨. Un complot apoyado por el gobierno del entonces presidente de los Estados Unidos Richard Nixon.

Tras gobernar durante casi tres años contra viento y marea, Allende se empeñó en hallar un acuerdo entre todas las fuerzas beligerantes, que facilitara la paz y estabilidad de la nación. Para ello, días antes del fatídico golpe militar que ensombreció su país varias décadas, se reunió con Patricio Aylwin, entonces presidente del Partido Demócrata Cristiano y con el cardenal Raúl Silva Henríquez, en vías de hallar una solución pacífica a la crisis nacional, gestión infructuosa dado el nulo apoyo brindado las partes.

Ante tal escenario planeó convocar  a un plebiscito para los días 11 ó 12 de septiembre, pero ya el golpe militar del general Augusto Pinochet se estaba gestando.

El presidente conocía la grave situación imperante y tres días antes de la asonada militar golpista llamó a La Moneda a su yerno, el cubano Luis Fernández Oña, para solicitarle que se llevara dos archivos, de cuatro gavetas, en los que guardaba cintas y grabaciones de la Unidad Popular que él quería preservar de manos enemigas.

La orden dada al esposo de su hija Beatriz fue tajante: “Si algo me pasa, usted destruye todo”. Y conjuntamente le entregó una cantidad  de dinero. “Esto es para la familia”. Luis se desempeñaba entonces como Primer Consejero Político de la Embajada de Cuba en Santiago y le insistió: “Doctor, ¿usted no quiere que mande esto para Cuba?”. Allende le respondió que no , que lo destruyera todo. Fue lo primero que hizo Fernández Oña el día del golpe militar, según su testimonio en el libro  ¨Verdades sobre Chile¨.

El día antes del golpe, Allende convocó a la residencia oficial de la calle Tomas Moro a algunos de sus asesores, entre ellos al periodista Augusto Olivares y el ministro de Defensa Orlando Letelier, a fin de analizar los últimos acontecimientos políticos y adoptar medidas para las contingencias.

Durante la cena con sus colaboradores, alrededor de las 22:00 (hora local), los teléfonos comenzaron a sonar de continuo. Su esposa, Hortensia Bussi y su hija, Isabel, le trasmitieron a Allende alarmantes avisos de dirigentes de los partidos de la Unidad Popular de diferentes puntos del país, que alertaban sobre sospechosos movimientos de tropas del Ejército.

Aunque las advertencias no dejaron de inquietarle, no le resultaron, al parecer, del todo preocupante. Confiaba en la lealtad del general Pinochet, de otras figuras de igual rango, y del Jefe del Cuerpo de Carabineros. Allende tenía la certeza de que las Fuerzas Armadas y Pinochet al mando de ellas neutralizarían a los sublevados. Sólo manifestaba desconfianza sobre la Armada (rama naval de las Fuerzas Armadas) y en los mandos de las Fuerza Aérea, según expresó en varias ocasiones a sus allegados.

Pero algunos miembros del Partido Socialista, al que pertenecía el Presidente, así como de otros partidos y agrupaciones políticas de izquierda, entre ellos el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) dudaban de Pinochet, por lo que comenzaron a movilizarse.

El general traidor fue escalando en posición y en la confianza de Allende, en su ambicioso afán de destacarse como líder dentro de las Fuerzas Armadas. En realidad era un actor conspirativo que luchaba contra el comunismo, el gobierno de la Unidad Popular y su Presidente. Su ambición era figurar como liberador de las llamadas fuerzas del mal ante la ultraderecha chilena y la embajada de los Estados Unidos en Santiago. Su carrera sin obstáculos se desarrolló aceleradamente y de Capitán General pronto llegó a ser Comandante en Jefe del Ejército.

Su rápido ascenso no fue casual. Dos Jefes del Ejército de Chile leales a Allende le precedieron en circunstancias trágicas; primero ocurrió el asesinato del general René Schneider perpetrado por un grupo de uniformados chilenos al servicio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en octubre de1970, días antes de la asunción al poder de Salvador Allende, según obra en documentos desclasificados de esa entidad.

Luego, tres años más tarde, la dimisión ¨voluntaria¨ del general Carlos Prats, acosado por la ultraderecha y el grupo fascista de Patria y Libertad , que era amenazado con el asesinato de su familia si no dimitía. Prats, refugiado en Argentina, fue asesinado junto a su esposa por la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), en 1974.

El trabajo conspirativo de Pinochet estaba en marcha desde hacía tiempo. Todo estaba previsto para dar el golpe el día 14 de septiembre, en el entorno del tradicional desfile militar y parada para conmemorar la fecha de Glorias del Ejército. Hubo de repente un cambio de fecha por los que realizaban el trabajo en el terreno, el vicealmirante de la Armada, José Toribio Merino, y el Comandante de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh ,que aconsejaron a Pinochet adelantarlo para el día 11.

Pinochet confesó años más tarde que durante los días 9 y 10 padeció de insomnio, pues no dejaba de pensar que en tan corto tiempo tendría que dar instrucciones a otros mandos en el alistamiento de las tropas, sin causar alarma.

Según sus declaraciones posteriores al golpe, aseguró que no varió el programa de actividades del día 10 para no levantar sospechas pero le albergaba cierta angustia el poco tiempo que tenía para ordenar la cadena de mando.

Sin embargo, responsabiliza cínicamente a Carlos Altamirano, por aquel entonces Secretario General del Partido Socialista y senador por la 4ta Agrupación Provincial de Santiago, quien, según él, le facilitó, sin quererlo, la solución que tanto le preocupaba.

Reseñó que al llegar a su oficina , en la mañana del lunes 10, al leer los titulares de la prensa observó que varios diarios desplegaban grandes titulares reproduciendo declaraciones del día anterior de Altamirano, en el Estadio de Chile que ¨ llamaba a la ¨agitación¨ y a la ¨desobediencia¨ debido a que los tribunales del enclave portuario de Valparaiso tenían que pronunciarse sobre su desafuero al día siguiente.

Pinochet encontró la coartada perfecta para no generar sospechas sobre sus planes. Trasladó su preocupación al ministro de Defensa Orlado Letelier, quien aceptó ,entre otras medidas, el acuartelamiento de las tropas , en evitación de posibles disturbios en Valparaíso y en Santiago.

En horas del mediodía del día 10, el plan golpista se concretaba. Pinochet se reunió con los generales responsables de enviar diferentes columnas rumbo a la Moneda: el general de División Oscar Bonilla Bradanovic, director de Logística del Ejército, Hermán Brady Roche, comandante de la II División del Ejercito y Jefe de la Guarnición de Santiago, General César Raúl Benavides Escobar, General de Brigada y Director del Comando de Institutos Militares, General Sergio Arellano Stark y General Javier Palacios Ruhmann.

En la madrugada del día 11 comienza el golpe con la toma de Valparaiso, donde funcionaba el parlamento . Allende conoce de la asonada y a las 07:20 (hora local) se dirige desde su residencia de Tomas Moro a la Moneda junto con sus escoltas del Grupo de Amigos del Presidente (GAP) y algunos de sus allegados , entre ellos sus hijas Isabel y Beatriz y su secretaria Miriam Contreras, conocida como Payita.

Ya instalado en Palacio alerta al pueblo que hay un levantamiento de la marinería y que no se rendiría, en un mensaje difundido por radio ¨Magallanes¨. Pocos minutos más tardes, a 8:42, la junta golpista encabezada por Pinochet le conmina a rendirse, a lo que Allende responde de manera negativa. Ordena a algunos de sus familiares y cercanos abandonar la Moneda.

En horas del mediodía se desata el fuego de los tanques y el bombardeo de los caza Hawker Huntre. Allende escogió luchar en la Moneda, a pesar de que no pocos amigos le aconsejaron que, de producirse un golpe, se trasladase a la zona industrial, donde contaba con fuerte apoyo de los trabajadores y de la población y desde allí convocar al pueblo a la resistencia a través de radio Magallanes.

Para algunos conocedores del proceso chileno durante el gobierno de la Unidad Popular, quizás si los generales constitucionalistas, leales a Allende, como Schneider y Prats se hubiesen mantenido en el alto mando en las Fuerzas Armadas, el golpe hubiese podido neutralizarse con el apoyo del pueblo, siempre presto a defender al gobierno constitucional.

La lealtad de Allende hacia su pueblo quedó demostrada en su martirologio. Él pensó que algunos generales defenderían la Constitución y al gobierno establecido. Se fue a la Moneda a luchar contra los golpistas y a defender el mandato de quienes fueron escogidos en las urnas.

Lamentablemente, quedó aislado, porque los generales de las Fuerzas Armadas de Chile no estaban de acuerdo con su gobierno; profesaban las mismas ideas fascistas de Pinochet. Ellos fueron entrenados militarmente en la Escuela de las Américas en técnicas de torturas y golpes de estado por oficiales estadounidenses para luchar contra el comunismo en el hemisferio occidental. Traicionaron la Constitución y a su presidente. Traicionaron al pueblo chileno.

Allende fue el propulsor apasionado de la ¨vía chilena al socialismo¨. Durante su gobierno defendió a ultranza el orden constitucional  y confió en que las Fuerzas Armadas se mantendrían fieles a las leyes y al pueblo, y no utilizarían las armas contra esos principios. Bajo su gobierno un sector importante de la economía fue socializado con la nacionalización del cobre, mineral expoliado la Kennecott Cooper Company y la Anaconda Copper, la expropiación de la banca extranjera y las empresas monopólicas foráneas y nacionales, que operaban en el país. Puso en marcha la reforma agraria, que eliminó los latifundios, entre otras medidas de carácter popular.

La salud pública recibió un fuerte impulso con la adquisición de equipamientos y mejoras en las instalaciones. En el sector de la educción   la enseñanza fue fortalecida, especialmente la preescolar; cada niño recibió medio litro de leche diario gratis. Completó el programa de construcción de viviendas para los más necesitados.

La estrategia económica del gobierno de la Unidad Popular estuvo basada en elevar el crecimiento del Producto Interno Bruto en función de beneficiar a la población más desposeída. Desde el inicio de las nacionalizaciones, el gobierno socialista afrontó virulentos ataques desestabilizadores por parte de la ultraderecha local, con el irrestricto apoyo de Washington.

Se cumplen 49 años del golpe de Estado que derrotó al gobierno de Salvador Allende. La historia latinoamericana recoge una larga data de intervenciones militares, invasiones, guerras sucias encubiertas y no encubiertas y bloqueos genocidas, llevados a cabo por las administraciones estadounidenses por intermedio del Pentágono y de la CIA, apoyados por actores de la derecha fascistoide continental.

 

2 thoughts on “Los últimos días de Allende

  1. Cuántos ejemplos hay en el mundo de la participación de EU y sus agencias en asesinatos. Golpes de estados, genocidios. Guerras económicas, este caso de Salvador Allende es inhumano, genocida y criminal.

  2. Felicidades. Muy bien escrito, emociona. Han pasado los años y al leerlo te hace volver a sentir la impotencia de lo sucedido. La objetividad, que no equidistancia expresada, permite-obliga a pensar, a interpretar algunas actuaciones. De nuevo felicitaciones por este inteligente y sentido artículo. Evelio Tieles Ferrer

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